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BLAXPLOITATION: LA VENGANZA A RITMO DE SOUL
CINE CULTURA

BLAXPLOITATION: LA VENGANZA A RITMO DE SOUL

POWER TO THE PEOPLE

Por Iván Farías / @ivanfariasc

Ilustración: Aiysha Sipe / Kaliweed

El cine es un instrumento ideológico muy fuerte. El norteamericano, por su propia circunstancia, ha reflejado lo mismo la intolerancia religiosa que la nueva apertura sexual, civil o nuevos roles de identidad. Las luchas por los derechos civiles no han sido ajenas. Eso es evidente. Así que, cuando se hubieron consolidado las peticiones de la comunidad afroamericana que venía pidiendo desde principios de siglo XX, ésta quiso verse reflejada en otro tipo de roles en pantalla. “Ahora los blancos serían los malos”, quizá pensó algún productor al ver vacante el nicho para historias así.

PELÍCULAS DE EXPLOTACIÓN

Whitney Williams —columnista de la influyente revista estadounidense de cine y espectáculos, Variety— inventó el término de exploitation films en 1946, para referirse a “películas que trataban algún tema controvertido y de actualidad que podía ser explotado y capitalizado en la publicidad y promoción”. Es decir: cintas que se aprovecharan del momento para narrar historias que fueran consumidas rápidamente por el público. En un principio el término no era peyorativo, pero llegados los años sesenta, las películas de “nudis” o de desnudos gratuitos (entre las que hay varios subgéneros) lo volvieron un adjetivo poco deseable.

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En el periodo que va de 1970 a 1975 se produjo una gran cantidad de cintas en las que el rol de los negros fue modificado: pasaban de ser victimarios a héroes. Extraño trueque en el que todo se modificaba; mundo alterno en el que los negros eran raza dominante. En la misma Variety, el columnista Junius Griffin, un tipo racista que incluso formó un frente contra dichas producciones, le endilgó el título de blaxploitation a estas cintas. El adjetivo acabó siendo aceptado por la comunidad afroamericana.

RADICALES NEGROS

En ese momento, los años setenta, el poder negro y la reafirmación de la negritud habían alcanzado niveles enormes de violencia y cerrazón. Única forma en que, entendían, se podía responder a siglos y siglos de sojuzgamiento. Los líderes negros de mediados de los cincuenta habían llevado su lucha al extremo convirtiéndose al islam e idealizando su origen en África. La Nación del Islam, una secta que fue creciendo poco a poco hasta ser pieza nodal de la lucha radical afroamericana, predicaba que el primer hombre, el primer Alá, era negro y que éste era superior a todos los demás. Tomando como base el Corán y alimentándolo de otros textos a su libre albedrio, la Nación creó una corriente de superioridad moral que no aceptaba fisuras. La violencia llegó después.

La mayoría de sus adherentes eran jóvenes sin mucho futuro en un mundo blanco que los criminalizaba. Personas como el ministro religioso y activista Malcolm X (cuyo nombre de origen era Malcolm Little, pero que al convertirse al islam eligió el de El-Hajj Malik El-Shabazz.) Pronto, Malcolm se alejó de la Nación, pero la radicalidad seguía alimentada por una espiral a la que se abonaba desde la policía y una sociedad blanca que temía a los que durante siglos sirvieron de esclavos.

Otros se fueron por la vertiente marxista-maoísta, como el Partido Pantera Negra. Uno de sus líderes más visibles, Huey P. Newton, quién pisó varias veces la cárcel y simpatizaba abiertamente con el “Che” Guevara y Fidel Castro, organizó guerrillas urbanas. A la postre, algunas de estas células, sin líder, alimentaron a los narcomenudistas que defendía su propia esquina. Newton acabó ejecutado por un narcotraficante local. Muchos aseguran que por mantener manejos turbios con éste. En un famoso sketch, el actor y cómico afroamericano Richard Pryor se erigía como el primer presidente negro de Estados Unidos y nombraba a Newton como director del FBI, lo cual es irónico, porque era la principal instancia que lo buscaba.

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Sin embargo, la gran mayoría de los afroamericanos en la lucha por los derechos civiles eran moderados reformistas. Como el reverendo Martin Luther King, quien fue asesinado en 1968, supuestamente, por radicales blancos. Estos moderados mezclaban a partes iguales una simbología cristiana con símbolos provenientes del África, dando por resultado una nueva forma de pensamiento y estética; una nueva cultura negra urbana alejada del molde rural que durante años fue el preponderante.

El gran enfrentamiento entre los negros moderados y los radicales no se dio en las calles o en las urnas, sino en el ring. En África, frente a los ojos de un rey dictador, Mobutu Sese Seko. Mohamed Ali vs. George Foreman. Este enfrentamiento, vendido como “El Rugido de la Selva”, fue la lucha entre el converso Ali y el conciliador Foreman. “Cuando me decía Tío Tom —cuenta Foreman en el documental Facing Ali—, pensé que me decía pervertido. Y eso me hacía enojar mucho.” Pero a lo que se refería el campeón Ali era a su posición conciliadora con el blanco opresor.

POLICÍAS NEGROS

En ese contexto no era extraño que las películas de blaxploitation fueran tan violentas y que implicaran la militancia sin fisuras. En Hell Up in Harlem (1973) una mujer negra acude a la corrupta policía negra para evitar maten a un capo afroamericano. La mujer es engañada por los oficiales que la manosean y golpean sin dilación. A fin de cuentas el capo es víctima de un atentado pero sobrevive. La primera víctima de su venganza es la mujer. Pero a diferencia de los blancos, los gangsters afroamericanos le quitan sus hijos de manera civilizada para verlos crecer como “verdaderos hermanos”.

El blaxploitation se alimentó de varios factores: una camada de actores y actrices de color que pudieron llenar varios papeles, el sello Motown, que brindó los soundtracks, y la cultura popular. Particularmente de las películas policiacas de la era anterior y de las nuevas novelas negras que surgían en ese momento.

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Coffin Ed Johnson y Grave Digger Jones serían los primeros detectives negros de la comunidad negra. Productos de la pluma de Chester Himes, escritor policiaco de culto que acabó viviendo en Francia debido al acoso que sufría en Estados Unidos, y a las facilidades que le brindaba su país de acogida (merced las buenas ventas de sus novelas en la nación gala.) No obstante —y a pesar de algunas buenas adaptaciones de sus novelas—, sus detectives no fueron del todo cinematográficos. Quizá se debió a lo complicado de las tramas. La cinta Cotton Comes to Harlem (1970) hecha en clave de comedia, no los logró posicionar.

Sería John Ball el primer escritor que crearía un detective negro que llenara la pantalla de mejor manera. La trama de In the Heat of the Night, ganadora de un Oscar y de un Edgar (el máximo premio dentro de los escritores americanos de misterio), nos presenta a Virgil Tibbs, una suerte de Hercules Poirot o Sherlock Holmes de ébano, que debe salir librado de la maquinaria blanca que quiere inculparlo. La historia fue llevada a la pantalla dos años después de su aparición, en 1967, y siguió la típica historia de pez fuera del agua. Tibbs, pese a su negritud, era un detective de buenas maneras que se encontraba de pronto en medio de rednecks. La historia no caló mucho en el público negro, tal vez porque el autor era blanco y no sabía bien a bien hablar el lenguaje encriptado del gueto.

Así, sería hasta la llegada de Ernest Tidyman, con su serie de novelas del detective badass y cool, Shaft, que la comunidad afroamericana tendría a un verdadero héroe urbano, real y vengador.

MUJERES REALES

Además de los derechos civiles y de igualdad entre las razas, los setenta fueron un momento en que las mujeres afroamericanas rompieron de muchas maneras las trabas que la sociedad patriarcal les endilgaba. La sexualidad que destilaba Pam Grier, su rostro seguro y duro, a la vez que sensual, la sacaron de papeles ínfimos en películas en las que la intención era mostrar tetas con morbo, y la llevaron a ser toda una heroína vengadora en cintas como Coffy (1973), Foxy Brown (1974) o Sheba Baby (1975).

Foxy Brown es sin duda la gran película de Grier, la que significa el punto más alto de su carrera. Grier crearía un estereotipo de mujer dura y resuelta, con una sexualidad sin tapujos, que posteriormente detonaría una estela de heroínas rompehocicos como la teniente Ripley de Alien o Sarah Connor de Terminator.

NIGGAS Y NEGROS

En un famoso stand up de los setenta, Richard Pryor se burlaba de la negritud, de los llamados a incendiar la ciudad para obtener mejoras a la vida de los afroamericanos, y mostraba entre risas las inconsistencias de todo movimiento ideológico. No obstante, es a través de un gran monólogo suyo que Wattstax, el documental dirigido por Mel Stuart, cuenta los pormenores del llamado “Woodstock Negro”, el festival de música celebrado el 20 de agosto de 1972 en Los Angeles.

La cinta se centra en la parte bella de aquel enorme e importante festival. No hay drogas, ni violencia. Sólo las reflexiones de un variopinto grupo de personas, mientras se intercalan las interpretaciones del siempre nutrido y memorable elenco de músicos negros que nacen generación tras generación. En tarima se presenta una muestra de la gran tradición y del aporte de la comunidad afroamericana. La música de Estados Unidos, y sin exagerar, del mundo, no sería tan rica y variada sin la presencia de los afroamericanos.

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Al final del festival, como plato fuerte, el “Moisés Negro” Isaac Hayes sube al escenario. Shaft y él ya se habían mimetizado gracias a la canción tema de la película. Shaft se convirtió, al igual que Foxy Brown, en un ícono urbano, un modelo a seguir para la comunidad. Shaft no era un “Tío Tom” o un Virgil Tibbs que buscaba pactar con los blancos para encajar con su sociedad, sino un tipo que hacía sus propias reglas, vestía bien, era guapo, exitoso con las mujeres y no tenía miedo en ser brutal. Su cuerpo, el cuerpo que durante generaciones fue motivo de dolor para los afroamericanos, ahora era motivo de orgullo.

En uno de sus cuentos inéditos, reunidos en Huida del corredor de la muerte, Edward Bunker narra el periplo de un negro joven que escapa del sur profundo de Estados Unidos, donde podría morir linchado, para caer en los engranes come hombres de San Quintín. El negro, harto de los abusos, golpea a cinco policías dentro un reducido cuarto. Entonces, en la celda de castigo, entiende porque los blancos le tienen miedo: es grande y poderoso.

En un momento de iluminación, se da cuenta que durante décadas, por miedo, han tenido bajo la bota a los descendientes de africanos; los han avergonzado de su cuerpo, de sus costumbres y de su sexualidad. Por eso el blaxploitation ensalza todo esto: la violencia, la sexualidad y la venganza. Esa es la razón por la que Richard Roundtree siempre será Shaft, quien, vestido con chamarra de cuero, vaga por la enorme Nueva York buscando hacerle justicia a su raza.

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Editor Yaconic

Revista de arte y cultura