William Burroughs, más fans que lectores
ENTREVISTAS LITERATURA

William Burroughs, más fans que lectores

Incrustada existe una esquirla delirante alojada en la literatura de la asediada generación beat. Dentro de aquel cerco, se revuelven las cosas como en el espacio se convulsionan las palabras cósmicas,  solo que aquí habita un caos terrenal más vivo que -ahora- el mismo William Burroughs.

William Burroughs es la efigie en el camino del caos, lo caótico suele verterse en su figura  como una poción de agua hirviendo sobre la leña que de por sí, ya está en llamas. William Burroughs es todo un personaje que junto con los que él creó nos muestra lo dúctil que se puede llegar a ser cuando se juega con las armas del constante cambio: cada arranque se convierte en un choque vertiginoso que vemos en él, y eso nos sacude, y nos seduce.

Burroughs, un ser aparentemente voluble bajo ciertos factores, su humanidad está consciente de su bestialidad, -y casi todos lo estamos-, la diferencia es que hay para quienes  los límites son de hierro y para otros de hielo, estos últimos suelen derretirse bajo el seductor sol rey de algún “infierno”.

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William Burroughs
William Burroughs

William Burroughs fue el chamán, el culto al que le importa nada serlo, el titulado en letras y exterminador de plagas, el “adicto disciplinado”, el contracultural sin gusto musical (aunque solía escuchar a Patti Smith y encontrarse con Kurt Cobain); el que nunca sería engrane en una estructura familiar pero que  tuvo una: dos hijos y una esposa, y vivió un tiempo a costa de los pesos de papá y mamá; el ácrata de la literatura y cuestiones políticas que vivió de la beca que “por ley” correspondía.

El que vendió su imagen al calzado de Nike y practicaba tiros con su arma apuntando a un retrato de Shakespeare.  Cuando estuvo en México nació el escritor y murió su esposa, nació la inspiración que casi asesinó a la realidad. Todo ello finalmente fue la herencia de William Burroughs: El caos como libertad.

El esperma sigue copulando mentes jóvenes como en sus tiempos lo hizo con Kerouac y Ginsberg, aunque ahora el Semen-to de la Ciudad de México sea el único testigo del nacimiento de este adalid que a 100 de su nacimiento,  “tiene más fans que lectores”, como aprecia García-Robles, traductor de Jack Kerouac y autor de “La bala perdida”, biografía de sentido agudo sobre la vida de WSB.

Entrevista con Jorge García-Robles

Jorge García-Robles quien es autor, ensayista e investigador, compartió en entrevista su experiencia personal que tuvo con William Burroughs, quien este mes  cumple un siglo de existir entre sus propias líneas.  William S. Burroughs nació el 5 de febrero de 1914 y falleció el  2 de agosto de 1997. Años antes de que esto sucediera, él y JGR cruzaron caminos para dar impresión a La Bala Perdida, un texto sobre la vida del emperador beat, mismo que luego de publicarse por sí solo se incluyó en “Burroughs y Kerouac: dos forasteros perdidos en México”.

GARCÍA-ROBLES & THE BEATSTAR

Garcia Robles, foto Alejandro Resendi
García-Robles, foto Alejandro Resendi

-¿Cómo fue esa experiencia de conocer a WSB? ¿Ha cambiado tu visión?

-El libro lo escribí en el 95, entonces en esa época tenía una visión sobre él y también de cómo escribir el libro que ahorita ya no repetiría, uno va cambiando.

-¿Qué cambiarías del libro o que le agregarías?

El libro está escrito cuando él vivía, yo lo acababa de ver, fui tres o cuatro veces a verlo, entonces mi encuentro al principio fue muy fuerte con él, y cuando hice el libro estaba bajo los efectos de ese encuentro. Cuando escribí La Bala Perdida estaba un poco en la tónica de exaltar su figura, de crear una atmósfera auroral por el mito, la cual se siente, pero más bien creé un personaje muy complejo, fascinante, raro pero seductor.

Esa fue una intención no tan consciente o más o menos consciente. El libro está escrito muy libre, no quise hacer una biografía muy objetiva, con citas y notas, de pronto invento o recreo cosas que no existieron, que se derivan de los hechos reales pero que no son comprobables. Eso no lo cambiaría, pero si ahorita hiciera un libro así… no sé qué haría, sería otro libro completamente.

-¿Cómo llegas a William Burroughs?

Cuando lo busqué, fue porque yo quería conocerlo, le mandé una carta a su editor en Kansas y me contestó su agente literario diciendo que ya no viajaba; yo solo lo quería invitar a dar una conferencia a la UNAM. Después el agente vino a México y establecí contacto con él.  Luego de seis meses me llevó con William Burroughs. Cuando lo conocí no tenía pensado escribir sobre él, pero estuve cuatro días en Kansas y su agente literario me hizo la propuesta.

-¿Cómo fue el primer encuentro?

El primer día que lo vi, ya estaba hasta la madre de alcohol. Fue en una casa de los amigos de él.  La primera vez que lo vi, lo aterricé algo fuerte. Yo tenía una imagen de él muy idealizada, pensé que como persona iba a ser más profundo, más sabio, más chamán. Solo ya no se inyectaba opiáceos pero diario consumía alcohol, era un adicto disciplinado.

William Burroughs ¿Un adicto disciplinado?

Él era un adicto disciplinado y eso lo diferenciaba de Jack Kerouac, William Burroughs toda su vida fue un adicto a las drogas, durante muchos año a los opiáceos, si no lo hubiera dejado no hubiera aguantado tantos años, pero decidió dejarlos y al hacerlo, los sustituyó por el alcohol y la mariguana, eso después de escribir el Almuerzo Desnudo. Yo cuando lo conocí no se inyectaba, no le gustaban las drogas psicoactivas fuertes, le gustaban los sedantes porque él era un tipo muy acelerado y necesitaba aplacarse. Tenía 77 años y parecía un adolescente.

-¿Cómo se expresaba al hablar de la muerte de su esposa?

No hablaba de eso, no le gustaba, es más, no le gustaba hablar de México. En el prólogo, de “Marica” (Queer), por primera vez trata de darle una explicación a la muerte de Joan (su esposa). Y es que cuando la mató no era un tipo conocido, no existía como escritor, acababa de publicar Yonki pero no fue noticia literaria, sí criminalística.

Pero cuando subió como escritor, él daba una explicación muy distinta y nueva a ciertos periodistas  que se empezaron a enterar. Él decía que fue un accidente, yo no sé si fue un accidente, nunca vamos a saber, pero en el prólogo de Queer, él dice que se le apareció un demonio, ¡es una estupidez!, una explicación cristiana medieval de posesión demoniaca.

Yo le pregunté alguna vez: Oye ¿Y sí crees realmente en esto?, y me dijo: “¡Sí,  claro! Of course”. Pero yo creo que era más marketing y producto de consejos.

-¿Crees que intentaba quitarse la culpa?

Yo no creo que él se lo haya creído. Tal vez lo hizo porque él tenía un agente muy inteligente, el cual lo levantó, él (William Burroughs) tenía mucho más dinero  que Allen Ginsberg, cuando Ginsberg se estaba muriendo no tenía un centavo, murió tres meses antes que William Burroughs, estaba en  NY muriéndose y no tenía dinero para el doctor. WSB sí, pues salió en películas, salió en conciertos, publicaba un libro y estaba en 14 idiomas el mismo año, hizo comerciales para Nike… Tampoco era un tipo ambicioso ni materialista, su casa era sumamente modesta, aunque tenía un jardín muy grande en la parte de atrás.

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Gracia Robles, foto Alejandro Resendi
García-Robles, foto Alejandro Resendi

Ya para el último encuentro…

El último encuentro fue en un lapso de tres años, algunas cosas ya habían cambiado. Pero cuando lo conocí, nos pusimos hasta el gorro en su casa, sobre todo él, esa vez fue cuando lo vi muy de carne y hueso, muy humano, demasiado humano.

-¿Podría ser que ibas por el escritor pero se atravesó la persona?

Claro, iba por el mito para leerlo, por el chamán, y me encontré con la persona de carne y hueso.

-¿De qué platicaba en ese estado de ebriedad?

Hablaba de sus armas por que en su casa tenía muchas que encontrabas en la pared, desde grandes y pequeñas, cuchillos y navajas. Entonces las sacaba y me decía “¡Mira, tírale, velas!”, sacaba un cuchillo alemán y me decía “¡Mira cómo corta”! mientras  rasgaba un papel… cosas así.

-Hasta ahora, ¿Crees que William Burroughs es más conocido por lo que vivió o escribió?

Sí lo es por lo que escribió, pero por supuesto que su vida aureola a su obra de manera luminosa, si hubiera sido un escritor de gabinete como mucho gringo alcohólico, no tendría el aura que tiene su obra y su personaje.

-¿Le debe algo a los acontecimiento de su trágico destino?

William Burroughs es un escritor mítico, cuyo mito se nutre de su vida y de su obra, su vida y su obra se complementan muy bien. Si lees a James Joyce, su obra está completamente separada de su vida, era un marido ejemplar, un buen padre, un hombre limpio, responsable, que se llevaba muy bien con su mujer, que no golpeaba a sus hijos, daba clases de inglés… en fin, no le pasaba nada en su vida.

Entre su obra “Ulises” y el pequeño personaje de carne y hueso  que es James Joyce hay un abismo, era un tipo que todo lo traía acá, en la cabeza. WSB no, tanto su vida como su obra están bajo el efecto de cierta entropía del caos.

-Incluso Burroughs expresa en cartas a Kerouac cómo para él el caos de México es una libertad paradisiaca, aunque ésta le duró muy poco…

Sí, William Burroughs es una especie de caos ordenado, semi ordenado, expuesto, registrado, recreado. En WSB hay unidad cuyo resultado es el mito-Burroughs. Es un escritor de experimentación y vanguardia. Todo lo que vivió y todo lo que escribió fue un universo mismo.  Vivió como pensaba y pensaba de manera distinta, no escribía solo por escribir, quería expresar su interioridad. Es de los últimos escritores de experimentación que ha habido.

-Otros escritores beat expresaban en su escritura la influencia de la música como el jazz, ¿Burroughs tenía algún gusto musical?

No tenía. La música no la incorpora a la literatura pero sí lo hace con la pintura. Burroughs al final pintó mucho y aunque ya no se hizo su exposición en el Museo de Arte Moderno de México si pasó en otros sitios. Él conoció a un pintor abstracto suizo-canadiense que lo influyó mucho, se llamaba Brion Gysin.

Este pintor es importante, porque fue quien le hizo sugerencias después de El Almuerzo Desnudo, así WSB comenzó a experimentar recortando un texto y lo acomodaba, el famoso Cut-up, eso fue del pintor y Burroughs siempre lo reconoció. Entonces la pintura siempre estuvo muy presente desde que su relación con él, y luego sigue pintando… la música no.

-¿Esa técnica del Cut-up o cortar y pegar, la llevó de la pintura a la literatura?

Brion Gysin no usaba esa técnica en la pintura, pero le sugirió a WSB hacerlo en la literatura. Y de ahí empezó, pero El Almuerzo Desnudo no está hecho en esa técnica, aunque es una especie de collage parece un montaje no tan aleatorio y no tan difícil; en cambio los tres últimos que sí están en esa técnica resultan más difíciles: Nova express, La máquina suave y El boleto que explotó; esos son libros demasiado pesados, muy difíciles de leer. El mito de innovador pesa mucho en Burroughs pero leerlo es muy difícil.

-A 100 años de su nacimiento y más de 50 de su estancia en México ¿Qué hay si lo trasladamos a este momento?

WSB  y estos escritores están totalmente vivos, los jóvenes contraculturales los buscan y los no tan jóvenes también lo hacen religiosamente, aquí y en Suiza, en Holanda, Australia… Están tan vivos, que siguen haciéndose películas, ediciones y traducciones.

-¿Fuiste a su funeral?

No, pero me enteré cómo estuvo. WSB tenía un marcapasos, una vez que lo vi lo acababan de operar y se lo pusieron, cuando se estaba rehabilitando en el hospital, se desesperó y se salió del cuarto con todo y las ondas, muy desesperando, entonces se cayó y se lastimó la cadera, estaba muy jodido, con el marcapasos tuvo que dejar de fumar. Entonces un día le dio un paro cardiaco pero no se murió inmediatamente, lo llevaron al hospital y murió después de una hora.

Lo vistieron con su traje, su chaleco y su bastón, con su sombrero, le metieron cigarros de mariguana en la bolsa, lo último que escribió se lo pusieron sobre el pecho… así como él era. Lo enterraron en Kansas. Escribió mucho, trabajaba muy disciplinado, se preocupaba por comer muy sano, después de desayunar no se drogaba, trabaja, pintaba, escribía hasta las dos y después de comer empezaba a beber, por eso era disciplinado.

WILLIAM S. BURROUGHS Y LOS BEASTIE BOYS

William Burroughs


Por Mercedes Matz

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