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HEMOS NORTEÑIZADO A MÉXICO: ÉLMER MENDOZA
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HEMOS NORTEÑIZADO A MÉXICO: ÉLMER MENDOZA

Élmer Mendoza (Sinaloa, 1949) se convirtió en un referente de la novela negra. Arturo Pérez-Reverte dice que es el patriarca del género policiaco en México.

Y pese a tener ya miles de lectores, Élmer sigue viviendo en su natal Sinaloa, al norte del país, y no para de escribir. Vital, alegre, sencillo, vino a la Ciudad de México para promover su más reciente novela, Besar al detective (Literatura Random House, 2015), el más reciente caso de Edgar «El Zurdo» Mendieta.

A propósito, platiqué con él.

—Élmer, siento que Besar al detective es una nueva etapa en su carrera.

Jorge Luis Borges nos enseñó que la obra de un escritor es única y se publica por partes. Yo me quedé en esa idea, aunque la verdad me encantaría una nueva etapa. En cada novela creo algo distinto; busco lo que no hice en las anteriores. Porque es la única forma en que cada entrega sea parte de un todo, sin que se encime.

—En esta novela el Zurdo se nota más risueño, más desenfadado. Como lector uno reconoce cosas y la disfruta más.

—El encuentro con un mismo personaje siempre provoca eso. Las sagas son como relecturas. Si tú relees una novela treinta años después encuentras muchas cosas familiares. Es como encontrar un amigo de hace tiempo y recordar cosas vividas.

Y sí, el Zurdo es más risueño, cometió un error y, como todos los mexicanos en esa circunstancia, se sonríe. Creo que eso, sonreírnos, nos salva de muchísimas catástrofes; es decir, el tomarnos las cosas con humor.

Lo que hace el Zurdo es eso, reírse, llevársela así, aunque luego, cuando es necesario, se lo toma en serio. Y es que, para no contar de más, el caso toma implicaciones más fuertes para su trabajo y debe tomar medidas.

—De Un asesino solitario (Tusquets, 1999) a Besar al detective, la recepción de su obra ha sido distinta.

—Sí, son muchos años de diferencia y afortunadamente ha cambiado la forma en que se ve mi trabajo y la forma en que lo escribo. Sería un pésimo novelista si no hubiera conseguido salir del formato de Un asesino solitario. Me refiero a los procesos de escritura.

Aunque no te creas, a veces utilizo como base para decir otras cosas ese formato. Sobre la recepción, sí, lo pienso y es muy distinta. Ahora tengo un universo de lectores bastante exigentes y muy participativos.

Están muy presentes. Me saludan, me dicen cosas, me abordan, se ponen en contacto conmigo. Significa que la recepción de mis novelas se ha enriquecido también. Y eso es muy bueno para todos.

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—¿Cómo ve al Élmer Mendoza de hace años?

—Creo que ahora tengo más confianza en mí mismo. Arriesgo más en los procesos de escritura. Ahora sé que éstos no llevan a la muerte, aunque puedes tener menos lectores.

Pero no pasa de ahí. Me hace sentir muy bien haber hecho cosas que los narradores de ese tiempo no se atrevían. Sobre todo utilizar de manera firme y decidida del lenguaje de la calle.

Creo que eso me ha convertido en un autor con otros señalamientos. Pienso que también he definido muy bien un estilo al hacer novelas realistas, con una dinámica rápida, con humor. Pero lo más importante: creo que consigo tocar al lector.

—Cuando salió su primera novela el narco no había sido muy tocado por la literatura. Su carrera ha crecido y el narco ya se ha metido en nuestra vida.

—Es increíble lo que ha pasado con el narco. Cuando hice El amante de Janis Joplin (Tusquets, 2001) las circunstancias eran bastante “limpias”, por decirlo de una forma. Ahora hay días, madrugadas, cuando me levanto a escribir, que escucho disparos. Muy seguido.

Es que la delincuencia se ha empoderado, tiene mayor control y ejerce una influencia muy fuerte sobre ciertos sectores sociales; gente que los quiere imitar. Principalmente entre los que no tienen empleo. Aunque, también, hay sectores a los que les gustaría lavar su dinero.

Es lo nuevo, lo que he notado. México es un país con muchísimos egresados que no tienen empleo, que piensan que pueden sacar adelante una empresa para lavar dinero. Y no sé si encuentran las rutas o los medios para lograrlo, pero de que me lo han dicho, me lo han dicho.

—Hay una idealización. Es más, hay un permeo de la cultura norteña y del narco: la música de banda, las camisas de seda, la comida…

—Claro, hay una idealización de estos personajes tan violentos, que viven con la vida en vilo, que tienen tanto y no pueden disfrutarlo. Nosotros, los del norte, decimos, cuando queremos molestar, que “hemos norteñizado el país”.

Lo que en verdad quisiéramos es mostrarle a la gente del resto de la república lo bueno que tenemos, que nosotros trabajamos mucho. Me refiero a la gente del campo, ganaderos, gente que trabaja 20 horas diarias y que se levanta a diario con un vigor para seguir en la brega. Cosa que no pasa tanto en otras partes del país.

La influencia del norte ha crecido. Los corridos, el cine, la literatura, lo culinario, se ha convertido en un punto importante dentro de los referentes. Y claro, la delincuencia. La plástica tiene mucha fuerza. Ahí está Tere[sa] Margolles.

En la música también, se hizo una ópera que se llama “Camelia”, y que es una recuperación de la música popular. Creo que es una parte del país que se convirtió en un ideal. Nosotros, los que estamos en la frontera, tenemos una forma de vivir, de escribir, de concebir la vida; pero, sobre todo, una forma de trabajar que nos hace sentirnos orgullosos.

Lo digo por mis hermanos y familiares que no paran de trabajar. No consigo reunirme con ellos porque siempre están laborando.

—La frase despectiva de “donde empieza la carne asada termina la cultura” quedó rebasada porque no sabíamos dónde estaba la cultura.

—Creo que no sabían dónde estaba la carne asada. Nosotros tenemos carne asada y cultura. Hay un movimiento plástico que tiene su epicentro en Monterrey; pero en la música también hay varios ejemplos. Muchos de nuestros estados tienen orquestas sinfónicas. Muchos de los chicos van a estudiar música fuera del país.

Nuestro estilo de comer tiende a expandirse por el país, sobre todo la carne. Nosotros tenemos una manera muy especial de cocinarla. Por ejemplo, en los restaurantes argentinos consumen la carne del norte. Ellos dicen que la traen de Buenos Aires, pero no es cierto.

Nosotros la surtimos. Imagínate que hay un sistema de camiones refrigerados que van y vienen a diario. Conozco a gente que se dedica a ese negocio. Uno de ellos me dijo: “mandé dos tablajeros a Argentina para que aprendieran cómo hacer los cortes”. Es decir, la iniciativa no para. La agricultura también ha crecido… tomateros, mucha gente trabajando.

Luego digo: “voy a descansar” y no puedo. Mi hermano está en sus negocios agrícolas y un primo que es capitán de altura, anda en el barco. Yo me digo “no puedo descansar, debo trabajar”. También somos temerarios, arriesgamos. Creo que la temeridad y el tesón es el mismo que tenemos en el campo de la delincuencia. Velo, la mayor parte de los jefes son norteños y están bien locos.

Es más, cuando me platicaron que los narcos ya habían entrado en China, hace como ocho años, me pareció sorprendente. Están en todos lados, en Europa, en Sudamérica y ahora en Asia.

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Élmer Mendoza. Foto: Jeosm / Zenda

—La gente en México no confía en la policía. ¿Cómo fue que un día se dijo: “voy a crear mi propio detective”?  

—Fueron varios años pensando, buscando cómo debía ser mi personaje. Éste tiene como una de sus grandes fuentes las novelas hermanas. Yo tenía un policía en mi cabeza y cuando fui leyendo a los colegas lo definí. Pocos policías tenían un matrimonio estable.

Ahí había algunos, pero ese modelo no lo quería. Había quienes estaban divorciados, con uno o dos hijos: ése sí me gustaba. Digamos que el proceso tardó varios años, y tenía otro nombre, eso seguro. Todavía no nacía el Zurdo Mendieta.

En realidad, no consideraba a la policía mexicana real, sino a la de ficción. Mira, cuando antes nos descalificaban por hacer novela negra, había gente que nos decía: “las corporaciones mexicanas no se lo merece, son corruptos, no están preparados, son ineficientes”. Ahora creo que la policía mexicana se transformó, aunque la corrupción no se eliminó.

Conocí unos seis policías que no corruptos. A todos los mataron. Todos tenían familias. Su vida no era fácil, porque esa conducta intachable, tarde o temprano, te lleva a la muerte. Yo entiendo muy bien a los oficiales y entiendo ese contexto. A los policías decentes los acribillan.

Cuando vas a crear un personaje haces una mezcla de los policías reales y de los de ficción. Al final, el Zurdo es un mexicano que es corrupto, que le dan un sobre lleno de billetes para que haga determinadas cosas; pero también es un policía que hace la investigación y encuentra a los culpables, pero no los lleva al juez.

Acá no se estila eso. Cuando llega un culpable al juzgado lo más seguro es que lo suelten. Acabamos de ver el caso de un político muy prominente, que lo acusaron de todo en España y salió libre. Los mexicanos tenemos la compra de la justicia y de las leyes como un deporte, un deporte maldito.

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elmer mendoza un asesino solitario

—Los títulos de sus novelas son muy buenos.

—En esto tengo que dar el crédito a mis editores. Sobre todo a Verónica Flores, quien ha estado conmigo en la mayoría de mis libros, a Martín Solares y Aurelio Major. Mira, cuando yo termino una novela siempre le pongo varios títulos para que quede uno u otro. Entonces ellos hacen su trabajo porque ven el libro de otra manera. Yo lo escribo y ellos hacen lo demás.

—Qué me puede decir de su estilo.

—El lenguaje es uno de los puntos fuertes de mi obra. Procuro hacerlo cada vez mejor. En un principio algunas personas pensaban que estaba cometiendo un error al hacer uso de la lengua cotidiana; es decir, desperdiciando mis lecturas para contar mis historias usando el lenguaje callejero. Eso me ayudó a convertirme en un escritor serio y en un escritor de mi tiempo y de mi región.

—Cuando usted empezó había muy pocos escritores de policiaco en México. Ahora, en su columna que tiene en periódico El Universal, se ha encargado de hacer referencia a muchos de ellos.

—Es una maravilla porque recibo libros de muchas partes del mundo para que los comente. Y lo hago porque creo que es el policiaco es un género que está muy bien, y que los mexicanos tienen muy buenos exponentes.

La literatura, como en todo, es un proceso; pero los mexicanos hemos tenido que acelerarlo. Paco Ignacio Taibo II se plantó y dijo: “éste es un género serio”. Nosotros no tardamos en llegar, tal vez por la edad, porque estábamos en otras cosas, no sé, pero ahora ya estamos ahí.

Todo lo que él puso para que nosotros llegáramos es muy bueno. Cada vez hay más sectores académicos y periodísticos interesados en la evolución del género. Este año espero que la recién estrenada Secretaría de Cultura nos dé una sorpresa en cuanto a la consideración del género que define a la literatura contemporánea.

—Usted es el enganche entre Taibo II, Rafael Ramírez Heredia, Rafael Bernal y una nueva generación de escritores en el país.

—Lo mejor es que todos esos nuevos escritores, Francisco Haghenbeck, Hilario Peña, Iris García, entre otros, sienten el género, lo disfrutan. No llegan a éste por accidente. Es gente que está definida y lo goza mucho. Yo creo que vamos a hacer muchas cosas por la literatura mexicana.

—¿Habrá más novelas del Zurdo Mendieta?

—Cuando menos una más. Hay una ciudad en Sinaloa que se llama Los Mochis, que tiene un parque que me encanta; una maravilla nacional. Qué bueno que no lo han descubierto los del centro porque podrían acabar con él. Es un parque ecológico y acabo de poner un muerto ahí.

Pero sabes qué, cuando agarraron a “El Chapo” Guzmán en Los Mochis, me dije: “no, esto me va a echar a perder mi novela”… pero creo que funcionará. Te digo una cosa: yo pongo punto final a la novela y me voy con mi mujer a ver ballenas a Mazatlán. Y luego hay que volver al trabajo. Ahora voy con esa novela.

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