Por Iván Farías / @ivanfariasc
El argentino Enrique “Kike” Ferrari es un escritor de género negro muy prolífico: tiene cinco novelas, dos libros de cuentos y ha sido incluido en varias antologías. Su prosa es dura, precisa y representa a una nueva generación de narradores latinoamericanos que se acercó al policíaco por convicción y no por moda editorial.
Ferrari ha tomado relevancia mediática; a los medios les sorprende que alguien que limpia el Metro de Buenos Aires pueda escribir y ganar premios literarios. “Es la extrañeza capitalista y burguesa pensar que los trabajadores no tenemos nada que ver con la cultura”, dice seco en más de una entrevista.

En México el policíaco no es tan apreciado como en Argentina, hay una especie de clasismo hacia un género que tiene muchos lectores. ¿Cómo es visto en Argentina?
Creo que en general en mi país los géneros populares —el fantástico, el policial, el negro— no tienen la carga negativa, como de baja cultura que cargan en otros lados, porque muchos de nuestros escritores mayores —empezando por Borges— los visitaron. Ricardo Piglia, Rodolfo Walsh, Roberto Arlt, Julio Cortázar; todos han escrito dentro o en los márgenes del negro-criminal.
Al mismo tiempo hay una nueva generación de autores, encabezados sin duda por Leonardo Oyola, que hemos hecho de los géneros populares una plataforma desde la que damos esa batalla con el lenguaje que siempre implica la literatura y desde ahí narramos nuestro tiempo.
¿Cuál fue tu primer acercamiento con el género?
La verdad es que no recuerdo bien. Creo que una lenta transición —muy similar a la que se da cuando empezás a escuchar Black Sabbath o Motörhead viniendo de, qué sé yo, Creedence— de las novelitas de Agatha Christie, que devoraba en mi niñez y pubertad, a los libros de Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Ross Macdonald que me cautivaron en la adolescencia. Y ya no paré: McCoy, David Goodis, Hunter S. Thompson, José Giovanni, W. R. Burnett, James M. Cain, Chester Himes. Y los nuestros: Paco Ignacio Taibo II, Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Andreu Martín, Piglia, Osvaldo Soriano. Más acá: Ellroy, Vachss, Manchette, Jonquet. Mi vida —literaria en este caso— no volvió a ser igual.
El escritor latinoamericano debe trabajar y escribir, ¿cómo conjugas esos dos aspectos?
Con naturalidad. Siempre fue así, al menos para mí, y no veo que vaya a cambiar en el corto plazo. Así que, con las dificultades que supone combinar la militancia sindical, tres hijos pequeños y un trabajo nocturno con el oficio de escribir, trato de encontrar el tiempo. A veces resulta más fácil y a veces menos, pero nunca es un impedimento.
Te pregunto acerca del trabajo porque Que de lejos parecen moscas (2011) es una especie de venganza sobre los empleadores.
Yo odio a la clase patronal. No a cada uno de sus integrantes, por supuesto, pero sí el rol objetivo que cumplen: vivir de la fuerza de trabajo ajena. Y ese odio —como todas las otras pasiones que me alimentan— en algún momento se transforma en material narrativo. La historia que cuenta Que de lejos parecen moscas me permitió, de alguna manera, ajustar cuentas con un empleador en particular —Luís Machi— y con la patronal en general.
Tal parece que siempre escogemos a los gobernantes más canallas. Esto da para escribir muchos policiales, ¿no crees?
Estamos en un momento terrible para Latinoamérica. Tremendo. La derecha malvada, imbécil e iletrada avanza sobre el continente pisoteando las conquistas —en algunos casos, como en Argentina, conquistas paupérrimas— conseguidas por los sectores populares en los recientes años.
Si tuviera que pensar un género para dar cuenta de esta realidad, quizá, sería la ciencia ficción distópica. O el terror de zombis, ¿qué otra cosa son Macri y Peña Nieto?

Esta es la segunda vez que vienes a México, ¿cómo ves el género negro por acá?
La verdad es que he leído menos autores mexicanos contemporáneos de los que me gustaría. Así y todo destacaría Tabaco para el puma (1996), del tristemente fallecido Juan Hernández Luna y el laburo de Bef, al que no hay que perderle pisada.
Parten con el hándicap positivo de ser el país en el que piensa y escribe Paco. Hablando de género negro: la serie Bealascoarán, las dos Sombras, La Bicicleta de Leonardo (1993) y, sobre todas ellas, Cuatro manos (1980) son libros imprescindibles y de una potente actualidad. Pero, claro, hablar de Paco es hablar de un clásico, ya.
¿Cuándo podremos leerte por acá?
Bueno, en marzo, gracias a los amigos de la Brigada Para Leer en Libertad, estuvo en la Feria del Libro de Texcoco mi novela Lo que no fue (2009) —que nos es género negro, sino una ficción histórica que sucede en los Hechos de Mayo del 37, durante la revolución española, en Barcelona— y viajarán conmigo algunos ejemplares de Que de lejos parecen moscas y Nadie es inocente (2014). Por este último estoy en tratativas con una editorial mexicana, así que con un poco de suerte, pronto nos cruzaremos de nuevo.
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