Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) es una de las escritoras menores de cuarenta años más destacadas de México. En 2013 publicó dos libros: Aquí no es Miami y Falsa Liebre.
Ha ganado los premios de cuento, ensayo y crónica, como el Primer Certamen de Ensayo sobre Linchamiento convocado por la CNDH, en 2002; el Virtuality literario Caza de Letras de la UNAM, en 2007 y el Premio estatal de Periodismo de la Fundación Rubén Pabello Acosta, en 2009.
A Fernanda le importan más las historias, los personajes y no tan solo las palabras; su interés radica en el periodismo narrativo y las novelas basadas en pasiones humanas, la fuente que dio pie a Temporada de Huracanes (Random House, 2017), su nueva novela que surgió a partir de la lectura de una nota de asesinato pasional en Veracruz.
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Temporada de Huracanes es una novela cruda y desgarradora en la que el lector quedará envuelto, atrapado por las palabras y la atmósfera de terrible, aunque gozosa, fatalidad; o como escribiría Martín Solares, un viaje nocturno a las profundidades del alma humana con el estilo más radical de su generación.
Fernanda Melchor escribe novelas como enérgicas llaves de yudo, busca que generen, como ella dice, la fuerza centrífuga de un huracán en que el lector quede atrapado. Que no se pueda soltar.
¿Qué recuerdos te llegan de Veracruz? La playa, el mar, el carnaval, tus primeras lecturas.
Hace cinco años que no vivo en Veracruz y lo que más extraño es el mar, su olor y su presencia constante. La frescura del aire. Esto va a sonar un poco raro pero también extraño mucho el calor, sobre todo el que hace por las noches, el sentimiento de invulnerabilidad y de completa libertad que produce. El frío cala y te obliga a encerrarte, pero con el calor sucede lo contrario. Extraño andar descalza y dormir desnuda sin enfermarme.
¿Cómo es ganar tan joven premios arraigados de crónica, cuento y ensayo?
Fue muy raro. Por un lado fue chido, porque tenía 19 años la primera vez que gané un premio nacional y eso me dio confianza y ánimos para seguir escribiendo, para pensar que tal vez esto sí era lo mío. Por otro lado, el éxito temprano siempre es peligroso: te vuelve narcisista y huevón.
El fracaso es lo único que puede sacarte de tu zona de confort, y afortunadamente también me ha tocado mi buena dosis de frustraciones y rechazos editoriales.
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¿Qué representa para ti Guillermo Fadanelli y la contracultura en México?
La primera vez que leí un libro de Fadanelli (creo que fue La otra cara de Rock Hudson [1997], que me robé de un Sanborn’s, seguramente porque había leído algún cuento de él en la revista Generación, la cuál solía robarme también en la única librería que había en Veracruz a mediados de los noventa) me quedé apabullada: era un texto que hablaba de lo que a mí me interesaba, que en ese entonces era la marginalidad que como adolescente experimentaba, y lo hacía con un lenguaje que me llegaba a la médula: preciso, cortante y emotivo.
Solo había sentido eso con otro escritor mexicano anteriormente: con el inmenso Rulfo, a quien comencé a leer de puberta porque formaba parte de la biblioteca familiar y no había otra cosa.
Yo había pensado que seguramente se trataría de un escritor aburrido que hablaba de cosas solemnes que me parecerían lejanas, y tómala: desde la primera página de Macario me hizo pensar: este señor está hablando de cosas muy cabronas que de alguna manera me tocan personalmente, y lo hace de tal forma que siento que me lo está contando solo a mí.
También he tenido esa sensación con José Agustín, especialmente con Se está haciendo tarde (final en laguna) (1973).
¿Aún se puede conseguir Mi Veracruz, novela infantil que publicaste en 2008?
¡Nah!, ni siquiera yo tengo copias. Era un librito que contaba de forma novelada la historia de Veracruz, y que se regalaba en las escuelas primarias. Creo que ni siquiera se molestaron en sacarle ISBN.
¿Qué te llevó a Puebla?
A principios del 2011 renuncié a mi trabajo como coordinadora de comunicación social de la Universidad Veracruzana; tenía como proyecto dedicarme de tiempo completo a escribir mi primera novela, Falsa liebre, que logré terminar antes de que se acabaran mis ahorros.
Para entonces ya había armado también mi libro de crónicas, Aquí no es Miami, y quería publicarlo, pero las cosas estaban muy calientes en Veracruz, y pensé que lo mejor era marcharme, coger otros aires, tal vez estudiar una maestría.
Entré a Estética y Arte de la BUAP al año siguiente, donde me dediqué a investigar la obra del fotógrafo de nota roja Enrique Metinides, y a los pocos meses conocí a Eric, mi novio, y pues decidí quedarme a vivir aquí con él.
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¿Qué opinión te merece Enrique Metinides?
Enrique Metinides es EL fotógrafo de nota roja mexicano, un auténtico genio del fotoperiodismo, capaz de capturar eventos reales en imágenes bellas y perturbadoras y narrar con ellas historias cargadas de dramatismo.
La gente suele desdeñar la nota roja por considerarla un producto cultural dirigido a un público depravado y poco sofisticado, pero Enrique Metinides fue capaz de hacer de esta práctica fotográfica un arte verdaderamente mexicano, un síntoma de nuestra cultura.
“¡Paren prensas, el Güero Téllez trae la nota!”, se decía cuando en la madrugada el periodista Eduardo Téllez llegaba al periódico con una exclusiva del momento. ¿Es este personaje el último reportero genuino de policía?
Fíjate que no he ahondado lo suficiente en la figura del legendario Güero Téllez como para asegurarlo. Lo poco que conozco de él lo he escuchado de viejos periodistas de nota roja y en documentales sobre el tema, como el fabuloso Onces (2002), de Alejandro Gerber Bicecci.
Se ha dicho que en Falsa Liebre te interesó más crear personajes que no solo dependieran del contexto, sino que tuvieran vida partir de una atmósfera. ¿Está el personaje al servicio de la atmósfera narrativa, o todo lo contrario?
Qué pregunta tan difícil… Tendríamos qué definir primero qué entendemos por atmósfera. Yo creo que la atmósfera —la “sensación” imaginaria que el lector cree respirar en una novela— es más bien un producto secundario, algo que el propio lector va “escribiendo” mientras lee las palabras que el escritor ha colocado en la página según cierta estrategia… Más que ser enunciado, es algo que se va construyendo…
Ahora, bien, si por atmósfera te refieres al escenario en donde tienen lugar las acciones de la novela, yo diría que más que depender de los personajes, este escenario tendría que actuar como si fuera él mismo un personaje que interactúa con los otros y sus conflictos.
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Fogwill decía que, más que la historia, le importaban las palabras. A ti, entiendo, parece interesarte el argumento. Platícame de ello.
Para mí lo más importante en una novela es, primero, los personajes y sus conflictos, y en ese sentido mi postura ante este género es la misma que la de Kundera: la novela es una exploración de lo que es, o puede ser, o ha sido, la existencia humana en esta trampa que es el mundo, y para mostrar esto necesitas personajes que funcionen como egos experimentales.
Y lo segundo más importante son las palabras: el ritmo, la respiración, la atmósfera que pueden llegar a producir. El personaje es el motor de la novela y el lenguaje la carrocería. El argumento es simplemente el movimiento “natural” que hace un motor bien calibrado bajo el cofre.
¿Cuál es tu personaje femenino favorito de Stephen King?
Definitivamente Charlie, la niña que puede prender fuego con los ojos, en Firestarter (1980).
Quizá Aquí no es Miami servirá como referencia cuando se analicen, en retrospectiva, los problemas del México de principios de siglo. ¿Cuándo regresarás a la crónica?
Ya estoy trabajando en algo, aunque todavía no sé si llegaré a publicarlo. La onda con el periodismo narrativo es que requiere una gran inversión de tiempo y de trabajo, igual que la ficción, y a veces prefiero escribir ficción. O, bueno, ya ni sé.
Hay algo increíblemente placentero en sumergirte en la realidad cruda de un suceso y encontrar una suerte de lógica capaz de convertir el caos en narrativa. No sé cómo explicarlo. Yo me imagino, porque soy una ñoña de lo peor, que es lo mismo que sienten los detectives cuando las pistas de una investigación se combinan en su mente para darle sentido a un crimen.
¡Ah!, y también en algún momento llegará una nueva edición, aumentada, de Aquí no es Miami. Sé que llevo años anunciándolo pero es verdad, solo que desconozco la fecha de lanzamiento.
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Háblame de Temporada de Huracanes.
Pues es mi reciente novela, que llegará a finales de abril a las librerías. A mí me gusta decir que es una exploración de la sinrazón que hay detrás de un crimen pasional. Una exploración a través de la ficción.
Hace varios años seguí un suceso policíaco que tuvo lugar en Veracruz y que me llamó mucho la atención: en una ranchería de la zona cañera, un grupo de personas halló el cadáver putrefacto de la que era la curandera del pueblo, asesinada a manos de su examante, quien estaba convencido de que la víctima le estaba haciendo brujería para que volviera.
Sé que las prácticas de hechicería y este tipo de creencias son muy comunes en todo México, pero había algo en esta historia que me generaba mucha curiosidad: ¿realmente así habría ocurrido? ¿No era aquello una exageración por parte del reportero? ¿Un chisme contado por los policías? ¿Una excusa que el asesino había dado para encubrir el motivo verdadero? ¿Cuál era la verdad de aquel crimen?
En un principio pensé en escribir una “novela de realidad” como A sangre fría (1965), pero lo deseché enseguida, en parte porque ir a reportear un feminicidio a las zonas rurales de Veracruz es realmente una actividad de alto riesgo, especialmente si no cuentas con el apoyo de algún medio o institución.
Como es mi caso; pero por otro lado también sentía que lo que quería explorar de esta historia no me lo iba a poder contar nadie, ningún informante, en ninguna entrevista, ni lo iba a leer en ningún expediente del MP, porque es posible que ni siquiera el propio victimario quiera o pueda reconocer la verdad detrás de sus actos violentos.
Recurrí a la ficción: convertí a las personas de aquella nota en personajes, les inventé un pasado y les presté algunas de las emociones más intensas que he llegado a sentir en mi vida, las emociones que a mí en lo personal me conectan con actos desesperados: el amor, el deseo, la ternura, la rabia ciega, la envidia, la humillación, el miedo.
Todo esto en una narrativa muy oral que yo quería que fuera como una llave de yudo: un texto que pudiera generar una fuerza centrífuga tal, como un huracán, que el lector se viera atrapado en él, del que no se pudiera soltar.
A ver si lo logré. Ya los lectores me dirán si lo conseguí o no.

Mixar López
Narrador, cronista y periodista musical. Es colaborador de varias revistas y periódicos de México, Estados Unidos y América Latina. Vive en Des Moines, Iowa. Su primer libro de crónicas, Prosopopeya: La voz del encierro, está próximo a ser publicado.