La fotografía y los riesgos mortales de ejercerla en el siglo XIX
FOTOGRAFÍA

La fotografía y los riesgos mortales de ejercerla en el siglo XIX

En el siglo XIX la fotografía era considerada un arte peligrosamente mortal; la muerte de jóvenes fotógrafos era el pan de cada día. Los cuerpos terminaban invadidos de químicos, mismos que permitían que la exposición fuera nítida y se fijara a la placa.

Las sustancias se sedimentaban en sus órganos y pulmones. El envenenamiento se producía paulatinamente, y en algunos casos de forma súbita. La exposición del fotógrafo al cianuro de potasio y al mercurio, para revelar así lo capturado por la lente, provocaba dolorosas muertes.

La desdicha no era cuestión de los últimos momentos de aliento, sino de una vida igualmente dolorosa. El anonimato y la falta de reconocimiento de la labor y el esfuerzo que conllevaba hacer fotografía, eran situaciones perjudiciales para el espíritu. La exposición a lo tóxico de hacer de lo negativo algo positivo.

Lo peor de todo esto es que los artistas de la pintura con luz morían sumidos en la miseria, ya que desde sus inicios, la fotografía no sólo fue menospreciada, sino mal pagada. Los fallecimientos eran tan comunes que no había una semana en que la prensa no avisara de alguno. Junto con el anuncio de cada nuevo deceso, se publicaba una lista de los componentes químicos más dañinos para el organismo.

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la fotografía

La fotografía era en el siglo XIX un camino seguro a la muerte. Para limpiarse las manos de los residuos de los haluros de plata, los fotógrafos lavaban sus manos con cianuro de plata. Las propiedades fotoquímicas que formaban las imágenes en una una base de acetato transparente de celulosa o de poliéster provocaban heridas en sus cuerpos. Los cristales suspendidos en la emulsión experimentaban cambios en su estructura química. Pero no solo los cristales eran afectados, sino también los fotógrafos.

Lo perdurable era tanto la imagen como el daño provocado. Se sabía de lo perjudicial para la salud del uso de los componentes de material fotográfico. A pesar de ello se creía que eran muertes accidentales. Fue Bill Jay, fotógrafo británico, escritor y defensor de la fotografía, así como primer editor de la destacada revista «Creative Camera»; quien reparó en los casos como el de W. Dickson: fotógrafo y director cinematográfico, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado con una botella de cianuro de plata a un costado.

La escena parecía ser un caso, entre tantos otros, de un suicidio por una vida considerada como vacía.

La fotografía ofrecía entonces la posibilidad de ser un pintor, uno cuyo artefacto de maestría congelaba el momento. Pero no llenaba ni los bolsillos ni el afecto del fotógrafo. En definitiva la fotografía fue, es y será siempre un arte mortífera. Quizá de ahí que atreverse a hacerla requiera de un disparo.

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Stephanye Reyes

Periodista en deformación. Humana por imposición, bruja por elección. Ojos defectuosos pero talentosos. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig:bruja_amapola