LA MALDICIÓN DE LONO O HAWÁI NO ES COMO LO PINTAN
En La Maldición de Lono (Sexto Piso, 2016) se entrecruzan todas las pasiones y pasones de Hunter S. Thompson: el deporte, el periodismo, la literatura, las sustancias, la velocidad, las armas, los explosivos y la vocación por llevar a las personas y las cosas al límite. Agitar todo eso en Hawái y verterlo en un libro Gonzo resulta un coctel incendiario.
La relación de Thompson con los deportes fue vital desde la cuna hasta la tumba, el cañón que disparó sus cenizas desde lo alto de una montaña. Y así empezó La Maldición de Lono, como una asignación deportiva: cubrir el Maratón de Honolulú para la revista Runner. El sueño de cualquier periodista, un mes en Hawái todo pagado y un “excelente sueldo”.
ESCRIBIR ES UN DEPORTE EXTREMO
El deporte no tiene bronca con los periodistas, muchos de ellos fueron deportistas profesionales. En cambio, entre la mayoría de los escritores se da como tema para escribir un cuento, un ensayo o una novela, en especial sobre el futbol y el box, los campeones de la literatura. Pero parece que la práctica deportiva es pecado entre los hombres del teclado y la pantalla. Cualquier actividad que implique hacer ejercicio es evitada por cuestiones literarias. Lo machín es lo contrario. Sin embargo, ahí están Hemingway, Tim Krabbé y hasta Henry Rollins para demostrarnos lo contrario.
En ese equipo está Thompson, fundador del Club de Atletismo Hawks y jugador de beisbol en su adolescencia. Fue en el ejército cuando empezó a escribir y a editar periodismo deportivo en el semanario militar The Command Courier y en el diario local The Playground News de Florida.
De hecho, el nacimiento oficial del Gonzo (supongo que se fue gestando con los años, no fue espontáneo) es un artículo deportivo de Thompson sobre las carreras de caballos, “El Derby de Kentucky es decadente y depravado”, para la revista Scanlan´s Monthly. Cuenta la leyenda que el periodista y editor Bill Cardoso le escribió para decirle que eso era puro periodismo Gonzo, “el último que sobrevive en la borrachera”. A Thompson le gustó la definición, la adoptó como su marca y luego inventó el logotipo de la daga con el puño de doble pulgar y un peyote en el centro.
El único deporte que practicó desde los sesenta, cuando trabajaba en su libro sobre los Hells Angels, fue el motociclismo de ruta, el cross y el de locura. Y sobre todo fue un fanático del futbol americano, mantuvo una columna semanal para el sitio de ESPN desde 2000 hasta su muerte. Su suicidio (en febrero de 2005) se debió, además del aburrimiento y las enfermedades, a que la temporada de la NFL había terminado.
La Maldición de Lono se originó en este periodismo Gonzo deportivo. Por supuesto, los detalles y el behind the scenes deja a los maratonistas como una bola de zombis pudientes que se autoflagelan al amanecer hasta el vómito y el desmayo por nada. Entonces recordé otro libro sobre el Maratón, De qué hablo cuando hablo de correr (2017), de Haruki Murakami.
La antítesis de Thompson, cubriendo para una revista la ruta y la carrera del Maratón en Grecia. La experiencia convirtió al eterno suspirante del Nobel en maratonista, cuya prosa puede resultar tan soporífera y lineal como eso, 42 kilómetros a trote en una carrera de resistencia.
Pero la experiencia de Thompson lo dejó en Kona, durante ocho meses, con diez kilos de hierba en un cuarto de hotel, debrayando en un barco pesquero al punto de autoproclamarse la tercera encarnación del dios Lono, la principal deidad en Hawái. Vivirlo y escribirlo era su deporte favorito.
“EN EL PERIODISMO NO HAY DINERO, PERO HAY ACCIÓN”
Como periodista y escritor, Thompson siempre fue la ruptura. Lo consideraron heredero de los beats sin serlo y sin pretenderlo. Así que se desmarcó. También lo consideraron uno de los protagonistas del Nuevo Periodismo, el rompimiento junto a Capote, Wolfe y Mailer. Pero también se distanció, porque fue protagonista de su propio género periodístico, del rompimiento con el rompimiento.
Además, La Maldición de Lono es un profundo viaje por Hawái y su historia. Thompson sigue de cerca los pasos de Mark Twain en sus Cartas desde Hawai, y del explorador Richard Hough en su diario El último viaje del capitán James Cook.
A este personaje se le consideró la segunda encarnación del dios Lono cuando se vio obligado a detenerse en la isla para reparar sus barcos. En medio de una saga de aventuras, los capítulos y fragmentos de Hough sobre el trágico paso del Capitán Cook por Hawái corren paralelos a los de Thompson y sus locuras.
Se avienta un clavado en la cultura popular y la religión de Honolulú, Hilo y Lahaina, así como en los bajos fondos del tráfico de substancias, el negocio de la pesca y el obscuro mundo inmobiliario (como lo hizo en The Rum Diary en Puerto Rico).
Hacia los capítulos finales, Hunter termina proclamándose a sí mismo la tercera encarnación de Lono, enfebrecido por la sangre de un pez espada de 150 kilos que mató a garrotazos con una maza ancestral, lo cual le causó el rotundo rechazo de los isleños. Esos ocho meses que pasó en el supuesto paraíso terminan siendo un texto vital, en el que todo y todos gravitan a su alrededor, entre la literatura y el periodismo, con una gran lección: nada ni nadie es lo que parece o Hawái no es como lo pintan.
LA MALDICIÓN DE GONZO
A Hunter S. Thompson le ha sucedido lo mismo que a los beats, la leyenda se come su escritura. Es más famoso por lo que hizo que por lo que escribió. Pero su invención ha hecho escuela. Hoy existe una oleada de periodistas y escritores que se nombran encarnaciones del dios Gonzo, tal y como Thompson se nombraba Lono.
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Rogelio Garza
Escritor, publicista y ciclista. Durante más de 10 años escribió la columna Zig-zag en revista La Mosca. En 2008 editó y publicó Las Bicicletas y sus Dueños y en 2014 apareció Zig-Zag, Lecturas para Fumar, una compilación de sus mejores debrayes en la revista del insecto y otros medios.