IGGY POP, MI DEIDAD TÓXICA DEL ROCK
MÚSICA RESEÑAS

IGGY POP, MI DEIDAD TÓXICA DEL ROCK

Cada quien sus rituales. El miércoles 1º de marzo fui testigo de un sincretismo religioso en el Foro Sol: metaleros de cepa con sus crucecitas de ceniza en la frente. El rock es una religión tan diversa que nos abre sus brazos a todos y en el mismo universo convivimos unos y otros. Dadas las circunstancias, en mi ritual tóxico Iggy Pop fue el padre, el hijo y el espíritu santo.

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Encontraría a Carlos Velázquez a la salida del metro Ciudad Deportiva. Él llevaría los boletos y yo las substancias. Pero su vuelo de Torreón se retrasó más de una hora y no llegaría ni en Concorde. Tuve que salir disparado por los boletos a la Feria del Libro de Minería, luego volar al Foro y vender el boleto de Carlos porque él tenía que pagarlo. Evitaré la pesadilla de la movilidad y la historia de terror con los matones de la reventa. El boleto me lo compró Iván, un metalero de Puerto Vallarta con el que entré al concierto. Íbamos solos, y como las piedras rodando se encuentran, nos hicimos amigos del rol. Entramos como dos perros sin manada con los aullidos del cantante de Cerberus que terminaba su acto.

iggy pop en mexico
Fotos: Chino Lemus / Ocesa

Empezó a circular la espuma de cerveza tibia más cara del mundo, pero preferí una botellita de agua. Cada quien elige sus venenos. Intoxicarte con la substancia de tu preferencia es un derecho. Por eso llevaba medio Shiva para Carlos y un metagallo de hydro con hash y el polvo de dos honguitos. Lo que llamo una ensalada de locos. Guardé el aceite y me dispuse a prender el gallo cubano cuando apareciera el chamán que nos ayudaría en el trance hacia el rock puro y duro.

Se esperaban las canciones del reciente disco, el tremendo Post Pop Depression (2016), en un show de cuarenta minutos. Pero no. En vez de eso, el renacentista cantó por más de una hora las canciones clásicas con y sin los Stooges.

De pronto se escuchó, cual gruñido eléctrico, “I Wanna Be Your Dog” en la guitarra. Cuando Iggy salió corriendo y empezó a cantar, Iván y yo prendimos el agente inductor. Estar sobrio en un concierto de Iggy es una contradicción. Él es una deidad pagana, sus recitales son festividades dionisíacas. Sin embargo, en la zona donde nos encontrábamos —General B—, cundía el desconocimiento sobre Iggy entre los chavitos ansiosos por ver al grupo que cerraría el concierto. Tampoco deberían ni tendrían que saberlo, no es una obligación. Los que desconocen su historia, su música y su influencia, se lo pierden.

Iggy Pop en Mexico
Fotos: Chino Lemus / Ocesa

Entonces empezaron a tocar la primera canción de metal unplugged, “Gimme Danger” —como la biografía que hizo Joe Ambrosse, como el documental que hizo Jim Jarmusch—, peligrosa pieza contenida en Raw Power (1973), el disco más profético de la sagrada trilogía con The Stooges (1969) y Fun House (1970). Una luz muy intensa me cegó. Pogueando y cantando desperté a la conciencia alterada de que estaba frente a uno de mis últimos ídolos. La máquina humana de rock. Y la vida me concedía la oportunidad de verlo y escucharlo en vivo una vez más.

En 2007, La Iguana bailó sobre los nopales del Estadio Azteca con los auténticos Stooges, los temibles hermanos Ron y Scott Asheton, que en paz descansan. Pero en aquella ocasión no tocaron nada de Raw Power por el contrato del guitarrista James Williamson, quien desplazó a Ron Asheton al bajo. Ahora sí lo tocaron. No una, sino dos de ese discazo mezclado por David Bowie, el anuncio del fin del mundo al que asistimos, “Search & Destroy”.

Iggy Pop en Mexico
Fotos: Chino Lemus / Ocesa

En adelante siguió una lluvia de canciones brillantes que fueron producidas, coescritas e interpretadas por Bowie en los setenta. La crema y neta del Camaleón y la Iguana. Asimilaba la canción del niño olvidado por el mundo y su amenaza tecnológica, cuando tocaron “The Passenger”, mi canción favorita para flotar en la noche. La guitarra mágica, de cuyas notas vive tranquilamente el guitarrista Ricky Gardiner, sonaba a reggae cósmico.

Me alejé, de hecho me desconecté del mundo, ya no había nadie a mi alrededor, estaba sumergido en alguna esfera de la conciencia. Y una canción llevó a la otra, se siguieron con “Lust for life”. Por eso volvimos a encender el gallo de los dioses y terminamos con él entre “Sweet Sixteen” y “Skull Ring”. En un instante me di cuenta de que era el único saltando y cantando, los chavos me habían hecho un corro para sacudir la polilla, condescendientes me miraban como al viejito del Youtube que avienta los bastones y se pone a bailar rock and roll con Bill Haley.

Iggy Pop en Mexico
Fotos: Chino Lemus / Ocesa

Pero Iván tuvo que sentarse. Luego se puso de pie y lo vi caminar un poco desorientado hacia la carpa que estaba en medio del Foro, donde controlan el sonido y la iluminación. Ahí se recargó un momento en una reja y se quedó sentado. Entonces sonó, honesta y cruel, “I´m sick of you”. Iggy Pop se aventó el clavado desde el escenario, un invento suyo para romper la barrera entre el artista y el público. Después regresaron a Lust for Life (1977) con “Some Weird Sin”, y se regresaron más lejos, a Fun House con “Down on the Street” y “Loose”.

En esos instantes parecía recobrar el brillo del dios del rock que surfeaba sobre la audiencia, del artista que cambió la música de su tiempo, del jefe de jefes punk, incluso el de Peter Pan que Tony Visconti le ofreció para un musical en Broadway. Iggy es el rock en persona, su flaqueza, su torso flácido, su cojera y las arrugas en el rostro, son la radiografía del estado actual del rock. Hay relevos confiables como el grupo que lo respalda, pero ningún artista, rockero, pintor y escritor de su estatura a la vista. Es una especie de reptil humano en extinción.

Por alguna extraña razón tocaron “Repo Man”, el tema de la película de Alex Cox —quien también hizo Sid & Nancy (1986), en la que aparece fugazmente Iggy—. El cierre tuvo una primera parte, el retorno a la semilla del mal The Stooges con “No Fun”. Y para terminar se reventaron una del disco Blah Blah Blah (1986), el cover que le hacen a “Real Wild Child” de Johnny O`Keefe & The Dee Jays. La Iguana y las Reinas de la Edad de Piedra se despidieron y desaparecieron llevándose la magia nocturna. Encendieron las luces y el lugar estaba repleto de metaleros. El trance se había terminado.

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Fotos: Chino Lemus / Ocesa

Fui por otra botellita de agua y la bebí lentamente. 250 ml. por 30 pesotes es un robo embotellado. Ya no supe qué sucedió con Iván, quizá estaba listo para rockear de verdad. La gente de las gradas organizó la ola. Pero en un sector se rehusaban a olear. Entonces los oleros organizaron el «¡Eeeh puuutooo!». Tal y como anoté, el rock es una religión tan diversa que cabemos los metaleros, los guadalupanos, los futboleros, las tías gordas con su sopita Maruchan y hasta individuos como yo. Un día me salí de los Strokes después de que tocaron los Dandy Warhols porque no tenía ninguna conexión con su música ni sentía la curiosidad de escucharlos. Algo semejante me sucedió en esta ocasión.

La afición reaccionó de manera contundente en la primera canción, mirando el concierto a través de sus teléfonos celulares. Una pantallota y un sonidote, pero yo no tenía idea de lo que tocaban. Empecé a caminar en retirada y miraba a los que llegaban corriendo. Por eso decía que cada quien sus rituales. Cuando iba por la pista y atravesaba las puertas de la percepción, los policías y la gente de Ocesa me veían extraño y me orientaban señalando que la entrada era para el otro lado. Pero yo les decía que ya me iba. ¿Cómo que ya te vas? Es que solo vine a ver al viejito. Y se reían. Yo también. Porque fue uno de los mejores conciertos de mi vida. Y me fui tranquilamente, cantando y larareando “The Passenger” :x

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Rogelio Garza

Escritor, publicista y ciclista. Durante más de 10 años escribió la columna Zig-zag en revista La Mosca. En 2008 editó y publicó Las Bicicletas y sus Dueños y en 2014 apareció Zig-Zag, Lecturas para Fumar, una compilación de sus mejores debrayes en la revista del insecto y otros medios.