Platiqué con Joselo Rangel, guitarrista de Café Tacvba, acerca de su primer compilado de cuentos, One hit wonder (Almadía, 2015), en el que sin querer revela demasiado acerca de su personalidad.
Lo primero que hago cuando lo tengo enfrente es reclamarle.
—No tienes derecho a ponerle One hit wonder a tu libro. Tú menos que nadie.
El guitarrista de Café Tacvba, la banda que ha escrito tantos hits como para dar esos memorables conciertos de tres horas o ganado suficientes Grammy para que comiencen a estorbarles en su casa, me devuelve una sonrisa condescendiente.
—Por eso le puse así. Es el nombre de uno de los cuentos, pero había quien me reclamó que le eligiera un nombre en inglés. “Pero si tú defiendes el español y dices que las bandas deben cantar en ese idioma”. ¿Pero yo cuándo he dicho eso? Lo que sostengo es que si tú quieres conectar mejor con tu público, le cantes en su misma lengua. Me gusta que pase con el título, que como tú, me digas que no debería utilizarlo…
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—En «Rockstar», tu personaje tiene el descaro de decir: “Desde unos minutos antes ya lo había decidido, tenía que convertirme en un rockstar a como diera lugar”. Supongo que es sencillo teclear esa frase cuando eres Joselo Rangel.
—Escribí esas palabras sin saber lo que estaba haciendo. Cuando empecé a escribir me di cuenta que lo mejor es no pensar. Sólo escribir. Leí un ensayo de Ray Bradbury en el que lo aconsejaba.
Luego un amigo me mandó un documental en el que salía su estudio y ahí estaba otra vez la frase: “Don’t think”. Cuando escribí el cuento no me di cuenta del poder de la oración, pero cuando volví a verla durante la corrección pensé, está buena, así tiene que cerrar el cuento.
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—Después de leer tu nuevo libro, me da la sensación que a diferencia de las canciones de tu grupo, que últimamente se pusieron muy serias, en lo que escribes te das más oportunidad de divertirte. Te pitorreas incluso de figuras que para otros músicos son sagradas, como John Lennon o Paul McCartney, en “Escuela del rock”.
—En realidad lo que me interesaba era jugar con la idea que podemos hacernos de cómo son los rockstars. En la vida real no sé cómo es Ozzy, ni conozco a Paul McCartney. Pero me gusta cómo el universo se puede llevar a la dinámica de un salón de clases. Y ese alumno nuevo que aparece, somos todos.
Cuando era muy joven también sentía que la mía era mejor banda del mundo e iba a destrozar a todos. Soy socio de una escuela de música en Guadalajara y me fascina ir a visitar a los alumnos porque siempre me tratan fatal.
A veces me presento, les digo que si quieren preguntarme con gusto estoy a sus órdenes y en una ocasión una chava de plano me dijo, “¿y tú quién eres?”. Son chavos a los que no les importa lo que yo haya hecho, porque están convencidos que ellos serán mejores. Qué bueno que piensen eso. ¡De eso se trata el rock!
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—Quizá en el libro estés siendo más revelador de lo que hayas sido en un ninguna entrevista. Y vaya que has concedido muchas.
—No sé. No soy muy consciente de lo que digo en las entrevistas. Respondo y sigo con mi vida. Pero me gusta que me entrevisten, es como ir a terapia. Luego me leo ya publicado y me sorprendo. Me ayuda a conocerme mejor.
—¿Conociste a Sasha Grey, la ex súper estrella porno, en la Feria del libro de Guadalajara, y te colaste a su habitación de hotel, como escribiste en “Enorme”?
—¡No! ¡Pero hubiera estado increíble.
—Ya decía yo, porque una constante en tus cuentos es esa incapacidad de tus protagonistas para acercarse a las mujeres que desean.
—Sí. Me estoy mostrando más en estos cuentos que en las canciones. Es extrañísimo y no sé si me gusta que suceda, pero ya qué. En mi historia personal, me he encontrado con las ganas de acercarme a una mujer y por distintas razones, no pasa. A veces porque no encuentro el momento o la forma. En realidad soy muy tímido. Tal vez en los cuentos estoy resolviendo lo que no resuelvo en la realidad.
—¿A cuántas bandas conoces que les pasara lo que a del cuento “La banda está lista”?
—Por lo menos a cinco. Grupos que ensayan, siguen ensayando, se cambian el nombre, hacen más canciones, dejan las anteriores, se compran el vestuario y se la pasan mejorando lo que quizá es imposible mejorar, pero nunca salen a tocar. Cualquier banda puede ser esa banda. Incluso yo mismo. No con Café Tacvba, porque esa banda ahí está, pero a cualquiera le puede pasar que quiere mostrar algo al mundo y no se atreve.
EL ALCOHOL ESTÁ POR AHÍ
Y se lo tengo que preguntar, pienso cuando las manecillas del reloj me recuerdan que como a esa banda de la que se refiere, el tiempo está por terminarse.
—En el documental Seguir Siendo hablaste abiertamente de tus problemas con él alcohol. Tanto el rock como la literatura son terrenos fértiles para recaer en las copas, ¿escribir este libro fue colocarte en un sitio de peligro?
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—No he escrito aún un cuento acerca de las borracheras impresionantes que me puse; pero al final el alcohol está en todas partes, no solamente en el rock. He conocido abogados, doctores y chefs muy hardcore. Parece que los seres humanos tenemos muchas ganas de evadirnos con sustancias. Yo, por fortuna, ya encontré otras formas menos dañinas de alivianarme.
Por Arturo J. Flores / @ArturoElEditor

Editor Yaconic
Revista de arte y cultura