Por Daniel Herrera / @puratolvanera
En uno de sus ya tantos geniales discursos, que llamamos stand ups, Louis C.K. se burla de los imbéciles que le toman foto a todo con su celular y hacen comentarios en cualquiera de esas plataformas que conocemos como redes sociales sobre lo “maravilloso” o “asombroso” que es algo común y sin importancia. “No pensamos acerca de cómo hablamos”, dice el comediante. Algo así me sucede con la palabra “épico”. Más allá de ser utilizado para definir la poesía heroica, épico se ha convertido en el término favorito para elevar hasta lo extraordinario cualquier tuit intrascendente que puede lanzar el manager de algún famoso pasajero. Todo es épico, dicen los millennials, hasta los memes y fallar vergonzosamente.
Poco a poco, esa palabra ha perdido fuerza y valor; se ha convertido en una serie de letras que ya no sirven como sinónimo de lo asombroso, de lo magnífico.
Entonces llegó Kamasi Washington con su primer disco solista, que en realidad son tres. The Epic es un acontecimiento asombroso. No se equivocó en el nombre. Desde los noventas el jazz no sufría una revolución como ésta. Y no me refiero sólo al éxito que US3 experimentó en MTV, sino a lo que significó para la música la explosión llamada acid jazz. Desde entonces esta música daba grandes discos pero no mostraba ninguna dirección exacta.
Kamasi es un saxofonista de Los Ángeles hijo de músicos y maestros, que desde pequeño tocó múltiples instrumentos: piano, batería y clarinete. A los 13 años su padre dejó a la mano su saxofón soprano después de un ensayo y el adolescente, con curiosidad, lo tomó y comenzó a tocarlo. Lo primero que expulsó por el instrumento fue “Sleeping Dancer Sleep On” de Wayne Shorter, una pieza no tan complicada de interpretar. Esta historia, que parece inverosímil, es contada por el mismo Kamasi. Y más allá de eso, lo que sí se puede confirmar es que su sonido e improvisación son complejos y originales, con fuerte influencia de Coltrane, Coleman y Ayler; su habilidad para componer también es rica e imaginativa; y, algo más: posee un amor propio del tamaño de su cuerpo.
Unos cuantos años después, todavía instalado en la adolescencia, Kamasi se convirtió en el líder de un grupo formado por sus amigos de la academia de música de la Hamilton High School, reconocida escuela de formación musical; estos músicos lo han acompañado desde entonces. El nombre de ese primer grupo fue The Young Jazz Giants. Estaba conformado por músicos jóvenes irreverentes y soberbios que deseaban demostrar que había sonidos innovadores cuando se dejaba atrás “My Favorite Things” y “Take Five”. Y lo hicieron con una herramienta y una mente sin prejuicios; la herramienta fue el Internet.
The Young Jazz Giants se convirtió en una plataforma virtual para empujar la música que iban creando. Y la mente, abierta, los llevó a tocar no sólo para los grandes músicos de jazz como: McCoy Tyner, Freddie Hubbard, Kenny Burrell, George Duke, Wayne Shorter, Herbie Hancock, Horace Tapscott, George Duke y Gerald Wilson, sino también para raperos y cantantes de R&B como Lauryn Hill, Jeffrey Osborne, Mos Def, Nas, Snoop Dogg, Chaka Khan, Flying Lotus y, especialmente, Kamasi tocó en el disco del rapero Kendrick Lamar: To Pimp a Butterfly.
Estas experiencias le permitieron al saxofonista medir el pulso musical contemporáneo y entregar un debut que revisa la última tradición jazzística. La que va de John Coltrane, Miles Davis, Donald Byrd, Pharoah Sanders y Albert Ayler, pasa por el free jazz, juguetea con el jazz progresivo orquestal y coral, se nutre del afro, el latin jazz y el soul, y se acomoda en el hip hop con tranquilidad. Y aun así, en este disco nadie hace un rap, muy apenas un spoken word. The Epic va más allá; Kamasi ha tomado la tradición para sacarla a patadas del lamentable estado en que se encontraba.
Lo hizo acompañado de músicos que conoce desde la adolescencia, incluso antes. Son considerados parte de los mejores intérpretes jóvenes en activo. El grupo incluye a Thundercat en el bajo eléctrico y al contrabajista Miles Mosley; así es, Kamasi necesita que toquen al mismo tiempo dos bajistas. Y además, utiliza a dos bateristas: el hermano de Thundercat, Ronald Bruner Jr. y Tony Austin. Lo anterior lo redondea con un tecladista, Brandon Coleman, y el pianista Cameron Graves, porque nunca son suficientes teclas. Otros músicos involucrados son el trombonista Ryan Porter, el trompetista Igmar Thomas y los cantantes Patrice Quinn y Dwight Trible. Con ese grupo ya es suficiente para hacer un disco complejo e innovador, pero además incluyó una orquesta de 32 integrantes y un coro de 20 personas. Así pudo construir una obra dividida en tres discos, con 17 piezas —13 compuestas por Kamasi— y 172 minutos, que fueron todos arreglados y producidos meticulosamente por el mismo saxofonista.
LA REVOLUCIÓN DE KAMASI EN CUATRO TRACKS
He invertido 12 horas de mi vida escuchando este disco. Planeo volverlo a escuchar otras 12 horas después de terminar esta reseña. No sé de qué otra manera explicar lo radicalmente asombroso que hizo Kamasi para todos nosotros con The Epic, pero intentaré lo siguiente: Kamasi está revolucionando el jazz y mis pruebas son cuatro tracks:
El primer disco abre con “Change of the Guard”. Una declaración de guerra. Una pieza modal en la que el coro y la orquesta ofrecen brillo al grupo completo. Con un solo de piano abrazado por las cuerdas, uno de trompeta menos acobijado pero de la misma calidad y, por último, un solo de sax tenor que recuerda sin duda a un Coltrane ligeramente más sobrio. Poco más de 12 minutos que viajan entre el paroxismo y la relajación.
La primera pieza del segundo disco es “Miss Understanding”. Un post-bop que abre con el coro dominando la composición, que desaparece cuando Kamasi toca la melodía para de inmediato sobresalir y desaparecer y sobresalir hasta el inicio de los rudos solos interpretados por el saxofonista, el trompetista Thomas y el contrabajista Miles Mosley. La pieza cierra como empezó, melodía, coro, melodía, coro. Como si las voces llegaran a invadir por un momento el disco y fueran expulsadas por el grupo de Kamasi una y otra vez, hasta que se funden en un final apoteósico.
“Re Run Home”, la primera pieza del tercer disco, es un funk con ligeros toques latinos. Aquí la orquesta y el coro no aparecen: Kamasi demuestra que lo suyo no es simple parafernalia. De nuevo, los solos sobresalen por la inventiva y el timbre que comienza a distinguirse con cierta facilidad, en especial el del saxofonista.
El último track es “The Message”. Por momentos recuerda a Weather Report, pero obtiene carácter por esfuerzo propio al introducir un ritmo latino al funk vanguardista. La pieza es alegre, los gigantes han vencido, saben que lograron una obra maestra que removerá la empolvada y apolillada alfombra roja donde se pavonea el jazz desde hace años.
The Epic no es jazz clásico ni posmoderno ni free. No parece emanar de la academia. Tampoco es simple fusión. Va más allá: estos brillantes y virtuosos músicos han tomado lo más importante de esta música, la convulsionaron y la han proyectado hacia el oyente sin snobismos ni pedanterías. Es accesible pero al mismo tiempo de alta calidad. El jazz nació con el público a pie, se desarrolló así aunque en ciertos momentos perdió la brújula. Y es necesario que de vez en cuando lleguen creadores para recordarnos que esta música, para innovar, debe romper con la tradición y al mismo tiempo acercarse a todos. No es exclusiva de los supuestos intelectuales mamones que paladean una copa de vino tinto mientras desprecian las expresiones libres de clichés complejos.