Los dos mayores contemporáneos del Elvis fueron Little Richard y Buddy Holly, ambos estaban en los extremos urbanos, allá donde nació el desconcierto del mundo.
El hermoso Rey de Memphis reclamó el punto medio entre esas dos fronteras de sus rivales: la inmoralidad (estratégica) de Richard Wayne Penniman (el original freak negro) que reventaba todas las costuras del Infierno dejando escapar su música, una nueva forma de compartir secretos subterráneos cantados a voces durante dos siglos de inconformistas raciales y sexuales; y el tímido (y alabado) Charles Hardin Holley, arquetipo del “White Nerd”, tropezando con sus propias palabras y música, como una forma de empujarlas al más allá.
Little Richard representó lo que sucede con los deseos indescriptibles de la noche, después de haber sido sacados del ensueño y del légamo, muy al fondo de la tierra, donde la sociedad los enterró.
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Por otra parte, el canto de Buddy Holly encarnaba el deseo a flor de piel de lo que no se podía o debía hacer: tendencias que parecían indescriptibles, porque nunca se habían articulado antes. Elvis resultó más sabio que Holly y más inocente que Little Richard pero todos ellos tenían el mismo mandato fundamental: convertir sentimientos temerosos en diversión.
OBITUARIO
Little Richard, el ‘Rey y Reina‘ del Rock and Roll, murió a los 87 años el 9 de mayo en Tullahoma, Tennessee. Richard Penniman fue un ente incontenible desde el principio de su vida en Macon, Georgia; un niño precoz y raro, cuya inclinación por vestirse “divinamente” asustó a su padre, pero la prematura interpretación del piano, lo salvó de una marginación total y familiar –o de un destino peor–.
Inspirado por un Dios que baila música gospel y un Demonio encantado por el Jump blues, desarrolló un estilo vocal que era, sobre todo, muy, pero muy escandaloso. Cuando una banda que viajaba por el Sur lo acopió como cantante, su padre finalmente le concedió la aprobación del peinado pompadour (ahora hipster) de Richard, simplemente porque así se veían los artistas.
Su vida temprana como cantante incluyó giras con obscenas Drag-queens, espectáculos de juglares marginales y chicas que, como lo dijo a su biógrafo Charles White a principios de la década de 1980: “rolaban literalmente sus vientres a las pelvis del mundo”, eran esas pequeñas nietas de Egipto llevando su exoticismo a la era nuclear.
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Como era de esperar –dada la compañía de la que estaba rodeado– Richard probó suerte y arrojó un montón de dados sobre tableros de Rhythm and Blues que resultaron relativamente exitosos para sellos como ‘Peacock’ y ‘RCA-Victor’.
Pero en el otoño de 1955, apenas era una sensación del sur profundo; cuando entró en los famosos estudios ‘J&M’ de Cosimo Matassa en Nueva Orleans, con el productor Bumps Blackwell, nada estaba funcionando. Richard se sentía tenso. “No conseguimos encontrar tu espacio musical exacto”, le dijeron.
Sólo cuando él y los músicos del estudio se tomaron un descanso en el ahora histórico ‘Dew Drop Inn’ y Richard, decidió presumir tocando un número muy sucio, que hizo que las Drag–bars enloquecieran; entonces Blackwell escuchó la locura que el cantante podía entregar en el escenario (y no en el estudio).
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Pero las canciones eran obscenas, sobre todo “Good booty” y más aún, lo que la gente hizo con ella… Blackwell alistó a una joven compositora ambiciosa (Dorothy LaBostrie), para pulir algunas de las letras, que fueran lo suficientemente escabrosas como para que Little Richard pudiera saturarlos con el caos libidinal, sin romper las reglas de ningún censor cultural de la época.
Lo que Little Richard hizo en canciones como por ejemplo “Tutti Frutti”, fue eliminar los dobles sentidos y hacer las cosas mucho más directas
(“I got a girl named Sue
/ She knows just what to do
/ I got a girl named Sue
/ She knows just what to do
/ She rocks to the east
/ She rocks to the west
/ But she’s the girl that I love best”).
La mayoría de las canciones de “R&B Gays” apuntaban hacia el sexo, aunque a veces, con uno de esos dedos de espuma gigantes que se usan en las elecciones. Las vocalizaciones de Little Richard promulgaron la emoción sexual de un mismo género.
Arrojó notas como si fueran hormonas furiosas, gruñendo como un bluesman en una nota roja, gritando como una reina del evangelio en un coro, clamando palabras sin sentido, pero que de alguna manera significaban todo y a la vez nada, entrando en un trance verdaderamente desarticulado.
El historiador W. T. Lhamon etiquetó el don particular de Richard como una promiscuidad: “La capacidad de juntar mundos sin problemas, en orgías de blancos y negros, heterosexuales y gays al ritmo de gospel, blues y pop”.
Si los grupos Doo-wop despejaron el ambiente para este tipo de coqueteo antes del compromiso sexual, y Elvis hizo lo suyo con su cadera (de una manera muy personal), Richard se apoderó de todo al momento en que su falo tomó el control de la música y lo acopló directamente a las fauces de sus fans, en una corrida dieléctrica que no ha terminado aún.
La vida de Little Richard en 10 canciones
Al día de hoy, me dedico a echar un vistazo a la vida del pionero del Rock and Roll, Little Richard, a través de diez de las canciones más determinantes en su carrera. Si no eres fanático de este eslabón que termina de ceñir al rock, esta es tu oportunidad para sumergirte y entender las notas clave de todo lo eléctrico que escuchas ahora.
- “Tutti Frutti” (1955)
- “Long Tall Sally” (The Thing)” (1956)
- “Get Rich Quick” (1952)
- “Slippin’ and Slidin’” (“Peepin’ and Hidin’”) (1956)
- “The Girl Can’t Help It” (1956)
- “Lucille” (1957)
- “Keep A Knockin’” (1957)
- “Every Time I Feel The Spirit” (1960)
- “I Don’t Know What You’ve Got” (1965)
- “Freedom Blues” (1970)
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Mixar López
Narrador, cronista y periodista musical. Es colaborador de varias revistas y periódicos de México, Estados Unidos y América Latina. Vive en Des Moines, Iowa. Su primer libro de crónicas, Prosopopeya: La voz del encierro, está próximo a ser publicado.