MARK LANEGAN: CANCIONES PARA GÁRGOLAS LIBERADAS
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MARK LANEGAN: CANCIONES PARA GÁRGOLAS LIBERADAS

Honey, just gets me stoned when I’m living. «Beehive».

Supuestamente, las gárgolas se encuentran en lo más alto de las catedrales e iglesias góticas para evitar que el mal ingrese en dichos lugares de Dios. ¿Serán almas en pena purgando una condena parecida al limbo?

¿Cuánta energía tendrán contenida durante cientos de años de trabajo forzado? Las encontramos aparentando serenidad eterna y fingiendo que solo sirven para desviar el agua que traen consigo las lluvias, cuando en verdad su misión es más elevada.

Su presencia alimenta a una mitología fascinante; no en vano el arte tiene una carga de artificio. Se trata de figuras simbólicas que nos encantaría ver liberadas y recorriendo los cielos de las añejas ciudades europeas.

Aunque ahora un músico tan tremendo como Mark Lanegan propone expandir las geografías por donde habrán de moverse (incluso hasta la soleada California); ha concebido un nuevo bestiario que contiene canciones tan indomables y sobrecogedoras como las que representan a su estirpe.

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Mark Lanegan

Se trata de un tipo de largo recorrido y lleno de mañas; no en vano desde los años ochenta se hallaba al frente de Screaming Trees y desde ahí esparcía su grave vozarrón a través de una música fieramente guitarrera, de bases rítmicas rugosas y resonantes, al servicio de canciones alejadas del status quo y rebosantes de un halo siniestro.

El de Washington ha sido todo un referente —además de gran amigo y colega— para Greg Dulli, otro hombre recio y al  frente de The Afghan Whigs. Juntos armaron The Twilight Singers para enfatizar todo lo que tenían y tienen en común (Dulli cuenta que ahí aprendió a cantar de verdad).

En lo suyo hay reverencia hacia Motörhead y Black Sabbath a un mismo grado que por Neil Young y Johnny Cash. Es por ello que se mueve más allá de los márgenes establecidos y los convencionalismos.

Lanegan ha pasado tanto por Mad season —hoy absolutamente de culto— como por colaborar en Queens of the Stone Age —tan aclamados en el presente y en completa alza—. Pero Mark es un hueso duro de roer; prefiere trabajar en proyectos tan peculiares como el que montó con Isobel Campbell, ex Belle and Sebastian.

screaming trees
Screaming Trees.

Lleva a cuestas más de tres décadas de actividad y una discografía en solitario que alcanza ya la decena, precisamente con Gargoyle (2017). Una obra robusta que nos hace mirar ya muy a la distancia el momento en que debutó como solista en The Winding Sheet (1990).

Para aquella obra invitó, nada menos, que a Kurt Cobain y Chris Novoselic; mientras que de tiempo completo Jack Endino en el bajo y Mike Johnson en la guitarra, antes de formar parte de Dinosaur Jr.

Durante todo el estallido del grunge, Screaming trees ya estaba ahí pero no alcanzó la masividad. Lanegan era considerado un compositor tremendo y un músico contundente que también amaba el blues.

Como un gesto fraterno, Nirvana registró en su célebre Unplugged el tema “Where did you sleep last night”, una versión del viejo bluesman Leadbelly, que venía en el primer disco en solitario de su amigo y provocando que el gran público volteara a mirarlo.

El nativo de Ellensburg, Washington, parece un personaje sacado de Sin City. Vestido casi siempre de negro presume de una personalidad magnética y oscura. Es como un sepulturero convertido en cantante de rock.

A pocos como él le acomoda y le ajusta el epíteto de artista de culto —lo que le aporta libertad total de movimientos—.

Pero hay que apuntar que el punto de inflexión en su carrera se dio al trabajar con los ingleses Ian Glover y Rich Machin, que tienen un proyecto muy peculiar de electrónica que se nutre de rock, góspel, blues y country.

Ellos se hacen llamar Soulsavers y en colaboración editaron It’s Not How Far You Fall, It’s the Way You Land (2007) y Broken (2009). Para Lanegan se abrió un universo entero a través de las cajas de ritmos, sintetizadores, secuencias y todo tipo de programaciones.

En la actualidad, ha utilizado este tipo de recursos para arropar sus propias composiciones sin que por ello se aleje de su parte guitarrera.

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Digamos que a partir de Blues Funeral del 2012 los discos a su nombre reflejan ese brusco viraje que representa también grandes hallazgos sonoros; que ahora se muestran en plenitud desde “Death’s head tattoo” —el poderoso tema que abre Gargoyle—.

Mark no se anda por las ramas; se exhibe como un portentoso cantante que tira por delante las entrañas y aprovecha ese halo de malditud que tan bien le sienta.

Para cerrar el círculo en este disco no faltan las colaboraciones de Josh Homme (QOTSA) y Greg Dulli —que refuerzan la atención mediática—; mientras que por su parte impulsa al londinense Duke Garwood —compositor y guitarrista que le merece toda su admiración—.

Mark ha calculado todo minuciosamente; sabe que tiene seguidores a los que les gustan los temas de “rompe y rasga” y para ellos registró “Drunk to Destruction” y “Goodbye to Beauty”.

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Lanegan ha acertado en hacer un homenaje a Leonard Cohen al comienzo de “Nocturne” y también cuando sube la velocidad e intensidad, como en “Beehive” (que recuerda un poco a los mejores momentos de The Cult y la maraña eléctrica de The Velvet Underground). Editó una colección de 10 canciones que siguen dando lustre a su ralea y agrandando su leyenda.

En Gargoyle puede evocar a The Sisters of Mercy, fungir de crooner fugitivo y presumir de prosapia rockera en total plenitud. Se trata de un artista que sabe inyectar la dosis correcta de misterio y fantasía a su música.

Ha liberado a esos seres de piedra para que esparzan un nuevo mensaje allá por donde sus alas los lleven. Es momento de fundar una nueva mitología y él lo sabe. Mark Lanegan no acepta medianías; es un cabrón consumado.


Por Juan Carlos Hidalgo / @eternautafugado


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