Cuento mis monedas. Termino la semana con 20 pesos fragmentados en puro cambio: cincuenta centavos que encontré en el piso, otros pesos que metí con descuido en algún compartimiento de mi mochila, y una bonita moneda de cinco. Mi economía es un reflejo de mi decadente intento por ser adulto. Y al contrario de las ilustraciones de Maya Pletscher, yo ni siquiera tengo una alcancía.
Maya tiene ojos azules, es amante del gouache (témpera) y vive en Londres. Como freelance, le importa más convertirse en la ilustradora que quiere ser, que tener un trabajo de tiempo completo y un salario suficiente para comprar la casa de sus sueños.

Maya Pletscher nació un 26 de julio y estudió ilustración en The Middlesex University. Se inspira en la cultura popular, los viajes que ha hecho, la comida, su día a día. Le gusta escuchar Grimes cuando dibuja, y su show televisivo favorito es el reality de la BBC: The Great British Sewing Bee.
Sus personajes pensaban que a los veintes comerían sano y harían détox de los que recomiendan en los blogs. En cambio, terminaron comiendo pizza con el edredón de sus camas como mantel.
Además de ilustrar aspectos de la vida millennial y ser frecuente consumidora de té, Maya ama diseñar patterns inspirados en la naturaleza: en un fondo liso repite la misma imagen de una fruta, planta, flor o animal.

También dibuja versiones propias de Audrey Hepburn o Kate Winslet, personajes de las series Breaking Bad, Arrested Development y Parks and Recreation, que termina publicando y vendiendo en su perfil de Etsy.
Tiene una obsesión: le encanta convertir en dibujos a personas que salen a la calle vestidas igual. Todo comenzó un día en Hampstead Heath, uno de los parques más viejos de Londres. Una pareja vestida completamente de mezclilla apareció entre los senderos del páramo inglés. Tenía que dibujarlos por su rareza. A ellos les siguieron más personajes; es un proyecto sin fin. Mientras la gente comparta outfits Maya los seguirá ilustrando.
Retrata sus platos de comida en Instagram como paraísos, porque a los veintes, una buena cena merece un monumento; comparte escenas de películas de los noventa porque a los veintes se vive entre nostalgias de pubertad e infancia; sube fotos de países que ha visitado porque a los veintes los viajes se vuelven insignias coleccionables.

Cuando Maya tenía doce, imaginó que crecer sería fácil. Sería un adulto con un departamento para ella sola, tendría un trabajo bien pagado, una vida social a la Sex & The City y una dieta ultra saludable.
Pero a sus 23 comparte departamento y come hamburguesas con papas. Sus prioridades ya no son las mismas, ni tampoco su forma de ver la vida. Ahora sólo busca ser una ilustradora bajo los cánones de su propia definición de éxito.
A mis 12 años imaginé que a los veintes recorrería las calles de la ciudad en una Vespa, viviría en un departamento de grandes ventanas, trabajaría en una galería de arte, sería una vegetariana trotamundos y haría fiestas como las del El Gran Gatsby. Hoy esos veintes no han llegado y mis prioridades ya son otras.

Al igual que Maya vivo con roomies. Anhelo las terrazas ajenas, el supermercado es una tortura para mi cartera y cuando salgo a algún bar termino comiendo pasta y atún el resto de la semana. Sí, como Pletscher escribe en las descripciones de sus ilustraciones: #Life.
Cuando encontré su serie ilustrada “My 20s”, las imágenes tocaron profundidades de mi ser. Cruzando el océano, en otro continente, hay alguien igual que yo: contando monedas, comiendo mal, viendo Netflix, comparando expectativas con realidades.
Pienso en Maya sintiendo la asfixia del “Esto no era lo que imaginé pero igual sigo viviendo”. Y luego en el momento en que convierte todas esas decadentes expectativas no logradas en una serie de personajes a trazos finos con expresiones contrastantes: felicidad y conformismo en colores pastel. Toda una generación sumergida en un eterno dolce far niente retratada con pintura al temple.

Conversar con ella me llevó a una conclusión: no me arrepiento de cómo he vivido y vivo mis veintes. El tipo de expectativas que no he logrado son meras superficialidades: problemas de primer mundo.
Maya sabe que no hay fórmula universal de los veintes. Algunos consiguen buenos trabajos, otros se casan o son unos forevers que viven de fiesta en fiesta.
Mientras cuento mis monedas, pensar en sus ilustraciones me da consuelo. Al igual que ella, sé que si realmente sintiera una desesperación por cambiar mi vida lo haría. Y que no importa qué tipo de veintes tengas, alguna vez fuiste o serás personaje de Maya Pletscher: no hay escapatoria.
Por María Fernanda Muñoz / @Maria_Efemere

Por María Fernanda Muñoz / @Maria_Efemere
