Naiomi Glasses, patinadora diné de la nación navajo, encontró por casualidad una ladera de arena roja para poner en práctica sus habilidades; mismas que publicaría en su ahora viral cuenta de TikTok. «Vivo en medio de la nada y cuando encontré esa primera arenisca, estaba buscando ovejas. Mi abuela tiene ovejas y a veces se pierden, y pensé que parecía apta para patinar». Con el skatepark más cercano a horas de distancia, Naiomi recurrió a convertir el paisaje desértico en su propio bowl.
Con la patineta bajo el brazo y animada por su hermano, se deslizó sobre la piedra arenisca de color tierra con delicadeza. «Mi hermano es como mi animador particular», bromea.
La Nación Navajo es una reserva india de Estados Unidos que cubre 71 000 km², ocupa partes del noreste de Arizona, el sureste de Utah y el noroeste de Nuevo México. Es el área territorial más grande que está en manos de una tribu de nativos americanos, con una población de alrededor de 350, 000 habitantes en 2016. Desde 2019, su presidente es Jonathan Nez.
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Glasses se aficionó a la tabla a muy temprana edad, cuando a los 5 años vio patinar a un amigo de su hermano mayor y quedó hipnotizada. De espíritu aventurero y precoz, Naiomi practicaba sobre la patineta en la cocina bajo la supervisión de su madre.
«Cuando era más joven, me gustaba probar cosas nuevas. Probé la patineta y pensé: ‘esto es'»
Teen Vogue.
En su infancia, Glasses luchó contra el acoso escolar y el skateboard fue un refugio en el que pudo adquirir confianza.
«Cuando tenía 6 años, me acosaban mucho. Tengo una hendidura bilateral en el paladar y en el labio, así que los niños me acosaban y yo me deprimía mucho. Cuando patinaba, era mi único momento de descompresión como niña».
A pesar de ser a menudo la única chica, se encaprichó con la patineta en su adolescencia, y pasaba las tardes en los skateparks cercanos. «Quería patinar cada segundo de mi vida. Así que siempre que podía patinar, lo hacía. Definitivamente me ayudó a desarrollar una relación con mi entorno».
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Ahora, a los 24 años, Glasses patina con largas y vibrantes faldas y con el traje tradicional diné, una elección que ha tomado a medida que ha ido adquiriendo seguridad en su feminidad.
«Cuando era más joven, sentía que tenía que vestirme como un niño pequeño para patinar. A medida que me hago mayor, pienso: «Patinaré con falda».
A pesar de su obsesión de toda la vida por la patineta, Glasses señala que hay muchos obstáculos para acceder al deporte en las reservas nativas. Muchas de estas zonas carecen de la infraestructura necesaria para practicar el skateboarding y no tienen tiendas especializadas.
«Hay que viajar 2 ó 3 horas fuera de la reserva hasta una ciudad fronteriza para coger una patineta allí. Es todo un viaje para ser un skater en la reserva».
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Ahora, Naiomi trabaja conjuntamente con la ONG Wonders Around the World para construir un skatepark en Two Grey Hills Tribe, una comunidad dentro de la Nación Navajo. Aunque ella no pertenece a esa tribu en particular, subraya la importancia de hacer accesible el skate a las zonas indígenas.
«La reserva navajo tiene el tamaño de Virginia Occidental y sólo conozco cinco skateparks aquí. Los skateparks pueden ayudar mucho a los niños a crecer. Hay niños que veo en el skatepark que se transforman en personas completamente diferentes cuando están en su elemento. Creo que la alegría del skate debería llegar a más niños de aquí».
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Wonders Around the World es una organización que se dedica a llevar skateparks a zonas rurales de todo el mundo donde el deporte está poco representado. Proyectos anteriores han incluido la instalación de skateparks en lugares como Irak, Siria, México y ahora: Two Grey Hills. Cuando esté terminado, el sitio será la primera instalación deportiva recreativa al aire libre de la comunidad.
Con este nuevo proyecto, Glasses espera que el patinaje pueda ser una forma de autocuidado y autoexpresión para las generaciones más jóvenes, como lo ha sido para ella a lo largo de su vida.
«Cuando patino, consigo respirar, relajarme y recargarme. Sé que es una actividad física, pero me libera mucho. Es el único momento en el que consigo bloquear lo que está pasando y soy sólo yo y mi patineta».
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