Chloé Jafé: fotógrafa de las mujeres yakuza
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Chloé Jafé: fotógrafa de las mujeres yakuza

Chloé Jafé fotógrafa que capturó, como su proyecto más ambicioso, la esencia cultural plasmada en la piel de un movimiento delictivo. Su fotografía de la mafia japonesa, la yakuza, se centra en las mujeres.

Viajar a Japón representó de inicio una fuga y la búsqueda de lejanía de su natal Francia. Su primer estancia en el país asiático fue de un mes, tiempo suficiente para sentirse atraída por la cultura nipona. La segunda ocasión que estuvo ahí, consumió películas, series y cómics, que la dejaron fascinada. Cuando arribó por tercera ocasión ya se había dicho a sí misma, aún en París, que se quedaría.

Después de devorar las páginas de «Yakuza Moon», novela autobiográfica de Shoko Tendo, en la que relata difíciles vivencias como hija de un mafioso japonés, retornó a la nación que la acogería por siete años. Regresó como una extranjera más a un Japón que le erizó la piel. Durante su estadía logró adentrarse en las entrañas de un sector de la sociedad que le pareció sumamente atractivo: la Yakuza, o mafia japonesa. Así fue como se propuso realizar fotografía de la mafia.

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Chloé Jafé

Piel y representatividad femeninas inmersas en el crimen de Japón. La fotografía de la mafia Yakuza

La pronunciación en el idioma japonés de los números 8, 9 y 3, Ya-ku-sa, respectivamente, confiere de un nombre despectivo a los gánsteres de Japón. Yakuza es la jugada de cartas más desafortunada para un jugador. Los mafiosos se juegan la vida permanentemente, por lo que prefieren llamarse gokudo (el camino extremo). Su fama alcanzó la cumbre debido al desarrollo de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Actualmente queda algo menos del diez por ciento de los 200 mil miembros que llegaron a conformarla.

Gracias al análisis previo necesario para el trabajo fotográfico profesional, Chloé se percató de la nula mención de las mujeres dentro del mundo criminal japonés. La fotografía de la mafia se centraba en los hombres, sus armas y evidentemente, sus tatuajes, razón que la motivó a buscar mujeres y retratarlas.

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chloé jafé fotografa

La oportunidad y el miedo. La fotografía de la mafia

Dos años después de haber llegado a vivir a Tokyo, con un escaso dominio del idioma, consiguió trabajo como kyabajo (chica de cabaret). A pesar de haber conocido de cerca a mujeres con familiares o parejas en la Yakusa, su acercamiento devino de un afortunado encuentro con un oyabun (capo de la mafia nipona).

Cuerpos como lienzos exhibían orgullosos la tinta insertada de la forma tradicional, con palos de madera y agujas para hacer doloroso el proceso, sus dragones y serpientes en el festival Sanja Matsuri. En este evento público, evidentemente relacionado con el crimen organizado de Japón, tomó varias fotografías,  mismas que envió al jefe, a quien de paso se atrevió a invitar a cenar.
Presa del miedo, la cita fue planeada por ella, lo que rompió la tradición de la total libertad de elección masculina. Aparentemente salvaguardada por una estación de metro y una policiaca, nuevamente fue su atrevimiento, ahora escrito en papel, lo que le concedió el permiso, la cercanía, el libre acceso y la posibilidad tangible de interiorizarse para extraer en forma de imágenes la vida de la Yakuza.

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Con el firme propósito de materializar su ambicioso proyecto, Chloé soportó una larga espera. Posteriormente fue invitada a eventos privados, se ganó la confianza del jefe y de su esposa así como la invitación a pasar la fiesta de fin de año con ellos.

Conoció a más mujeres,  y a pesar de que esto le permitió retratarlas, no logró alejar de su mente el hecho que muchas de ellas accedieron a las sesiones porque se trataba de una amistad del oyabun.

Su trabajo titulado «Okinawa mon amour» evidencia lo tétrico de la marginalidad, precariedad y el permanente peligro que acompañan la vida mafiosa.

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Chloé

La cultura delictiva minuciosamente coloreada

En el trabajo fotográfico de Chloé sobresale la relevancia de los tatuajes para la Yakuza. Sus fotografías resaltan la textura, el fervor y la devoción hacia las tradiciones, hacia el oyabun, soportar el dolor y sobreponerse a todo. De ahí que se conserven como algo íntimo y místico solamente mostrado en público en festivales. 

La sociedad japonesa en general rechaza el uso de los tatuajes, totalmente relacionados con lo delictivo. De ahí que simbolicen lo emblemático del señalamiento coloreado de quien resiste no sólo el dolor físico, sino el que trae consigo la segregación social.

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Chloé

La entrega total de la vida misma.

Las mujeres literalmente entregan su vida a la Yakuza, de ahí el nombre de la primera parte de la trilogía del formidable trabajo de Chloé Jafé,  «Te doy mi vida». Y es que aun con el enamoramiento, el miedo y la devoción transitan en la piel matizada de una vida sin retorno. Salirse de la mafia es igual de complicado y laborioso que borrar los tatuajes.

Para las mujeres resulta mucho más difícil, como siempre y en todos los aspectos, reconstruir sus vidas una vez fuera de la Yakuza. En palabras de Chloé,  ellas nunca pueden salir del inframundo.

Para ella, una mujer francesa y fotógrafa, la realidad resulta otra. Su perspectiva y propuesta visual le valieron el respeto, confianza y apoyo de la criminalidad japonesa. Regresó a Francia a fines de 2019, cambiada por el honor brindado a su persona, mismo que siente por el oyabun y su familia. Chloé no es más una extranjera en tierras niponas. Tiene una familia, una que pertenece a la Yakuza.

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Foto del avatar

Stephanye Reyes

Periodista en deformación. Humana por imposición, bruja por elección. Ojos defectuosos pero talentosos. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig:bruja_amapola