MYRIAM YUKIE GAONA, MEJOR CONOCIDA COMO “LA MATABELLAS”
COLUMNAS DALIAS NEGRAS

MYRIAM YUKIE GAONA, MEJOR CONOCIDA COMO “LA MATABELLAS”

NI LAS MATÉ, NI ESTABAN BELLAS

De la columna Dalias Negras

Por Bibiana Camacho

Cada cultura ha tenido su concepto de belleza. Las perforaciones, agrandamiento de labios y orejas, tatuajes, maquillaje, empequeñecimiento de pies y de cintura, sólo por mencionar algunas modificaciones, han sido parte de los rituales estéticos del ser humano.

Con el siglo XX llegaron las cirugías plásticas y el descubrimiento de algunas sustancias aparentemente inofensivas para rellenar nalgas, labios y senos; se disparó la modificación del cuerpo con una homogeneidad espeluznante. Actualmente, hombres y mujeres de la farándula, los más visibles, entre una horda que busca a toda costa estándares de belleza impuestos por una industria galopante y despiadada, tienen semejanzas perturbadoras; terminan teniendo la misma nariz respingada, el mismo tamaño de nalgas y senos, y los mismos pómulos alzados.

Por eso no es de extrañar que personas sin una preparación formal se involucren en un negocio tan lucrativo como la modificación del cuerpo.

la matabellas
Ilustración: Karina Vargas / @lula_walk

LA MATABELLAS

Myriam Yukie Gaona salió de prisión el 24 de noviembre del 2014, luego de doce años y cuatro meses de reclusión en el complejo carcelario de Puente Grande, en Jalisco. ¿Su delito? Lesiones y usurpación de funciones. Se había hecho pasar como cirujana y nunca en su vida había pisado una facultad de medicina.

De su pasado turbio e incierto sólo se sabe que trabajó como bailarina de table dance con el pseudónimo de Patsy Morelli. Una carrera que tuvo un abrupto final a inicios de los noventa, cuando Gaona y su novio, un traficante de drogas, fueron rociados con gasolina y les prendieron fuego en circunstancias nunca aclaradas. El novio murió y Gaona sufrió graves quemaduras en la parte superior de su cuerpo. Entonces desapareció de Guadalajara. Varios años después regresó transformada, presumiendo un nuevo cuerpo, mostrando calificaciones médicas y usando una jerga médica medianamente convincente.

La “Matabellas”, mote que la prensa le adjudicó de inmediato, ingresó a la cárcel el 24 de julio de 2002, luego de que varias personas la denunciaron por padecer serios efectos secundarios. Había recibido inyecciones y pastillas de Gaona.

Sus cartas credenciales eran un título universitario apócrifo de la Universidad Autónoma de Sinaloa y cuatro diplomas de diferentes instituciones especializadas en procedimientos estéticos. Con estos documentos, que se subastan en internet por una cantidad que va de los 50 a los 100 dólares, Gaona prometía “bajar de peso y medidas, desvanecimiento de arrugas, aumento de senos, glúteos, piernas y demás puntos deseables”. Todo por una módica cantidad de dinero y con resultados inmediatos. Los suyos eran tratamientos seguros y sin efectos colaterales.

Aparentemente, los excelentes resultados iniciales fueron la carta de presentación y la mejor publicidad para la “doctora Myriam”, como la llamaban sus pacientes. Madres e hijas, amigas y colegas que no tenían suficiente dinero para hacerse un procedimiento con un cirujano plástico, abarrotaron la clínica de Gaona. Mujeres de clase media alta y amas de casa pobres hacían fila alrededor de las manzanas donde se encontraban los tres centros “médicos” de la “doctora” en los que se atendía a 300 mujeres cada día, aproximadamente. La inyección costaba 50 pesos a las clientas de escasos recursos y hasta mil 500 pesos a quienes tenían más dinero.

Actualmente, el precio de una cirugía estética realizada con un especialista oscila entre 15 mil y 40 mil pesos, dependiendo de la zona y la dificultad. La falsa doctora cobraba 90 pesos por inyección para los senos, cuando una cirugía para aumentarlos cuesta hasta 60 mil pesos.

Gaona tuvo tanto éxito que expandió sus actividades. Inició en la zona metropolitana de Guadalajara, pero también tuvo presencia como “doctora” en los municipios de Tequila, Mascota, Talpa, Ahualulco, Etzatlán, Ameca, Atenguillo y San Martín Hidalgo, donde organizaba reuniones tipo Tupperware en las que ofrecía paquetes irresistibles de inyecciones y procedimientos médicos dudosos.

Se calcula que aplicó agresivos tratamientos que pudieron dejar secuelas graves a un grupo de entre mil 500 y dos mil 700 personas, incluyendo mujeres que habrían viajado desde Estados Unidos atraídas por las módicas cuotas, para tener el prototipo de belleza imperante en medios. Gaona alardeaba que sus carnosos labios y su figura escultural era el resultado de sus propios tratamientos; otra mentira para encandilar a sus “pacientes”.

PIEL MUERTA, ENNEGRECIDA

Semanas y meses después de recibir las inyecciones algunos clientes se quejaron por la aparición de pequeños bultos debajo de las áreas tratadas. La doctora les recetaba alguna crema y les aseguraba que era parte del proceso de aceptación del producto aplicado. Con estas acciones y una buena labor de convencimiento, las clientas se retiraban nuevamente satisfechas, sólo para descubrir a los pocos días que el problema se agravaba; crecían moretones y aparecían más bultos. En poco tiempo, hombres y mujeres con reacciones secundarias severas se sumaban a las filas para pedir una explicación; al verse rebasada por las quejas, Gaona desaparecía y cambiaba de consultorio sin avisar.

Los ocasionales episodios de fiebre e inflamación que experimentaban los pacientes dieron indicios alarmantes de que algo muy malo estaba ocurriendo. Algunos reportaron dolores crónicos, así como bultos extraños que cambiaban de lugar, crecían y se ennegrecían en días soleados; otros descubrieron que sus senos y pezones se endurecieron como rocas o se hundieron de modos incomprensibles, mientras algunos más vieron con horror cómo su piel moría y se tornaba negra.

Gaona logró escabullirse durante unos meses, hasta que a finales de 1998 fue denunciada por primera vez. La afectada relató que la supuesta cirujana le ofreció un tratamiento de aumento de senos, y hasta le prometió un descuento como consideración porque su madre ya era su clienta. La paciente aceptó e incluso llevó a su marido para que se sometiera a un tratamiento para adelgazar. Meses después la denunciante empezó a sufrir fuertes dolores en los senos y se le enrojecieron. En cada uno de ellos la falsa doctora le había inyectado 10 mililitros de supuesto colágeno. Como Gaona estaba de vacaciones, la afectada acudió al IMSS, donde le practicaron estudios y le dijeron que tenía una sustancia industrial en el cuerpo. El 31 de marzo de 1999 acudió a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) en Guadalajara y puso su denuncia, pero no hubo resultados. Varios meses después, especialistas en cirugía plástica tuvieron que amputarle ambos senos para salvarle la vida.

A partir de esa fecha las denuncias se acumularon. Llegaron a ser más de 141, aunque sólo 33 tendrían elementos suficientes para proceder judicialmente. El 12 de abril del 2002 la procuraduría solicitó la orden de aprehensión en contra de Gaona.

En aquella ocasión “La Matabellas” fue liberada bajo fianza; sin embargo, dejó de ir a firmar al juzgado en dos ocasiones y no se presentó a una diligencia, por lo que la PGJE solicitó su arraigo. El 24 de julio del 2002, las autoridades la detuvieron por los delitos contra la salud en su modalidad de prescripción de medicamentos sin autorización. Fue consignada ante un juez.

LA PROMESA DE LAS BARBIE’S

Las historias de las afectadas son muy similares, pero no dejan de ser escalofriantes.

Verónica González, una maestra de escuela, relata que deseaba reducirse los senos y se sintió feliz cuando una cirujana plástica con excelentes recomendaciones le dijo que, en vez de someterse a una costosa intervención quirúrgica, podía obtener el mismo resultado con unas cuantas inyecciones. Casi un año y medio después la maestra de 32 años perdió su empleo y probablemente tendrá que pasar el resto de su vida caminando con ayuda de un andador. Los médicos le extirparon los senos y varios músculos de las piernas como consecuencia de la silicona industrial que le fue inyectada. Ahora vive con el riesgo constante de una trombosis. González se deprimió tanto que compró un paquete de servicios funerarios y escribió su testamento. “Ella no sólo mutiló mi cuerpo, sino también mi alma”, dijo sobre Gaona. Después de comprar veneno para ratas con el fin de suicidarse encerrada en su apartamento, González vio en la televisión un reportaje sobre “La Matabellas” y decidió contraatacar. Encabezó durante meses una asociación de presuntas víctimas de la acusada.

Miriam, una mujer de 48 años, escogió el paquete completo. Le inyectaron los pechos y glúteos; además recibió otra inyección que supuestamente suprimía el apetito; en poco tiempo la mujer parecía de 60 años en un estado cadavérico, con el riesgo de perder ambas piernas (ya sin pechos.)

María Concepción López fue a la clínica para aumentar su busto bajo la presión de un marido violento. El tratamiento no sólo la lastimó sino que no logró aumentar el tamaño de sus senos. Lo achacó a la presión emocional de una extirpación del útero a la que tuvo que someterse, luego de haber contraído una enfermedad de transmisión sexual por su infiel marido. Ella lo dejó, pero enojada y necesitada de un cambio, regresó con Gaona, pensando que esa vez sí iba a funcionar lo del crecimiento de senos. Meses después empezó a sentir glóbulos duros dentro. Una mamografía mostró que sus senos estaban llenos de nódulos de varios tamaños. No hubo otra opción: se tuvo que someter a una mastectomía.

Y aunque los doctores afirmaban que el riesgo de muerte era real, un cargo de homicidio requiere que la defunción ocurra dentro de los 60 días del tratamiento. Para suerte de Gaona ninguno de los afectados falleció durante este tiempo. Sin embargo, los pacientes afirman que Silvia Blanco murió a raíz de esos “tratamientos”. La autopsia estableció que falleció de falla generalizada de los órganos, lo cual pudo ser el resultado de las intervenciones en su cuerpo. Para ese momento la mujer de 53 años estaba muy obesa, y su hija, otra paciente de Gaona, afirmó que su madre tragaba 12 pastillas al día e inyecciones semanales que efectivamente la bajaron de peso; pero semanas después aumentó 90 kilos de manera intempestiva y se volvió emocionalmente inestable antes de morir.

El testimonio de las víctimas coincide: vergüenza, ruina financiera, rechazo de parejas. Gonzales afirmó: “te sientes muerta por dentro, toda la felicidad desaparece de tu vida, los proyectos se vienen abajo, tu vida sexual se evapora”. Ella perdió su trabajo, su relación e incluso, durante un tiempo, su deseo de vivir: “Esa mujer no sólo mutiló nuestros cuerpos, también nuestra moral, nuestra salud mental y nuestras relaciones sociales, con la falsa promesa de convertirnos en Barbie’s”.

A pesar de todo hubo algunas pacientes que todavía creyeron en Gaona. Lupita Sandoval, de 36 años afirmó: “Me hizo cosas maravillosas y la adoro”. Se trata de una abogada que visitó durante varios meses a Gaona y que, para su fortuna, no ha sufrido efectos adversos, hasta ahora. “La necesito afuera, o al menos necesito que me recomiende a alguien que pueda hacer lo mismo que ella me hacía”. “La gente te trata diferente cuando te ves bien”, dijo. “Claro, te dicen que te aceptes como eres, pero el mundo exterior no lo hace”.

SUSTANCIAS PARA EMBELLECER

Gracias a las biopsias practicadas en las afectadas se descubrió que el supuesto colágeno inyectado a las mujeres era silicona industrial que se usa para sellar ventanas, puertas y limpiar carros. También se encontró aceite de bebé, aceite vegetal e incluso aceite de carro. Las píldoras dietéticas contenían efedrina, un estimulante potencialmente adictivo que puede causar ansiedad, palpitaciones y cambios de humor.

Nadie conoce el compuesto de los “cítricos quema grasa” que esta mujer inyectó a sus pacientes. Gaona tiene labios gruesos, un trasero voluptuoso, unos senos prominentes y cintura de avispa, que tuvieron que ser el resultado del trabajo de alguien más.

GAONA ES INOCENTE

Gaona siempre se negó a hablar con la prensa y su abogado insistió en que su cliente sólo administró remedios de hierbas y que jamás inyectó a nadie. Dijo que la acusaron por hechos realizados por otros supuestos médicos que huyeron del país y que la mayoría de las quejas se deben a celos y a una preocupación exagerada por la celulitis, que nadie puede controlar. Además, afirmó que “Es injusto llamarla Matabellas. Ella no ha matado a nadie y ninguna de estas mujeres era bella”.

Gaona tuvo la conciencia tan tranquila durante estos años, que se convirtió en toda una celebridad en Puente Grande, donde ayudó a organizar festivales artísticos y concursos de belleza. Desde 2014, cuando salió de la cárcel, no hay noticias de ella.

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