En la historia del mundo han existido diversas ocasiones en que la literatura ha sido censurada o prohibida, si bien se piensa que dicha práctica ya no es aplicable a la actualidad, sin embargo, es más común de lo que se cree. Por ello es que en Malmö, Suecia, se creó la primera biblioteca de libros prohibidos y censurados del mundo, la cual lleva por nombre Dawit Isaak.
Esta iniciativa surgió porque Isaak es una importante figura en cuanto se refiere a la libertad de expresión, ya que este periodista sueco-eritreo fue encarcelado en el 2001 por publicar una serie de críticas al régimen de Eritrea mediante una carta publicada en el medio Setit, lo que terminó en la prohibición de la prensa independiente en dicho país africano.
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De acuerdo a la página web de la biblioteca, se puede encontrar, leer y tomar prestados libros prohibidos, libros que han sido quemados o censurados, todos escritos por personas que han sido silenciadas, amenazadas, encarceladas o forzadas al exilio por sus palabras. El recinto está abierto al público y se encuentra en el Archivo General de la ciudad de Malmö y el objetivo principal es ofrecer una oportunidad al público e investigadores a encontrar literatura profesional con temas como la libertad de expresión, la censura, libertad artística, democracia y demás.
“Para nosotros, es importante que Malmö sea una ciudad donde la libertad de expresión y la expresión artística puedan tener lugar. Una sociedad democrática funciona mejor si podemos acceder a la mayor diversidad posible de ideas y perspectivas diferentes”.
La biblioteca Dawit Isaak tiene en sus estanterías obras antiguas y contemporáneas, cada ejemplar contiene información sobre el porqué, dónde y cuándo se censuró la obra escrita. Al momento, alberga 1600 libros, pero se busca que todo tipo de autores prohibidos o censurados en algún lugar del mundo puedan tener su escrito ahí. Incluso piden al público que si tienen información sobre algún libro o autor, envíe un correo con tales referencias.
Dawit Isaak, junto a otros periodistas, continúa encarcelado y las autoridades de Eritrea le niegan el derecho a ser juzgado en un tribunal, de hecho, el paradero del reportero es desconocido. Sin embargo, en la biblioteca que lleva su nombre, se ha colocado una silla vacía, esperando a que un día pueda ser ocupada por él.