RALPH MIREBS Y EL FRACASO DEL SUEÑO ESPACIAL RUSO
FOTOGRAFÍA URBEX

RALPH MIREBS Y EL FRACASO DEL SUEÑO ESPACIAL RUSO

“El tiempo y la gente no perdonaron a estas naves espaciales, y su estado es lamentable. Los paneles termorresistentes se pelaron, el cristal de la cabina está roto y el fuselaje está cubierto con una gruesa capa de excrementos de pájaros”, escribe el fotógrafo Ralph Mirebs en su blog.

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La descripción es del cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, Rusia, sede el proyecto Burán, la gran iniciativa industrial soviética de la era espacial para la construcción de un transbordador espacial que fuera capaz de transportar objetos y cosmonautoras de la tierra al espacio. Un proyecto que inició su decadencia en 1989 con la URSS, tras años de Guerra Fría. A través de su lente, Ralph Mirebs  capturó el orgullo herido de Rusia en aquel hangar abandonado en las estepas de Kazajistán. Ahí, donde desde 1974 se diseñaron y construyeron las aeronaves que competirían con las de la NASA, de Estados Unidos, sólo queda polvo, oxido y abandono.

De los proyectos que se desarrollaron en el programa, el que alcanzó el espacio fue el OK-1K1, el Burán original, dio nombre al proyecto que 1988 realizó su prueba de vuelo no tripulado, con una duración de tres horas y 36 minutos.

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El OK-1K2, también conocido como “Little Bird”, fue el segundo transbordador del programa Burán. La nave estaba lista para volar; pero la desintegración de la Unión Soviética se atravesó en el camino y el Little Bird fue abandonado a su suerte.

En 1993, cuando el programa fue soslayado por el gobierno ruso, por “falta de liquidez”, había cinco modelos de transbordador en diversas etapas de construcción. El Burán original y el Little Bird se mantuvieron juntos hasta que una tormenta destruyó la primera nave. El Little Bird y una de las otras naves fueron trasladadas al hangar donde fueron olvidadas y reclamadas  por la naturaleza.

Ralph Mirebs fotografió el empolvado sueño ruso de conquistar el espacio: transbordadores enmugrecidos, con los vidrios rotos y los equipos arrancados y robados. Estas naves, a las que el paso del tiempo no ha dado tregua, son el testimonio del fracaso de la llamada “Carrera espacial”.

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