La Morelos: Un Paseo por el Corazón de la Ciudad
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La Morelos: Un Paseo por el Corazón de la Ciudad

Deben de ser las doce, es domingo, el sol del medio día le quema el rostro, impávido, sale disparado de los andenes del metro Morelos. Cruza a toda velocidad el eje, gira a la izquierda sobre Herreros, en medio de la fayuca y el olor a tripa quemada.

“Desde que tú me engañaste, tengo el corazón de acero, y de mis labios no sale, decirte ya que te quiero”.

Es La Sonora Santanera, y la voz de Sonia López, fatigada, resuena en la vieja bocina que cuelga de un puesto de lámina. Lleva tatuado en el antebrazo una Santa Muerte, verdosa, que a ratos se pierde entre el cobre de su piel, como anunciando el paso del tiempo, aunque seguro no tiene más de veinte. Avanza rápido, sobre la acera, bajo de ella.

Entre puestos de verdura, carros desvalijados y los altares que adornan cada esquina. San Judas Tadeo, San Charbel, la Virgen de Fátima, San Martín de Porres, la Virgen del Carmen, San Martín Caballero, San Pascual Bailón, Nuestra Señora de Lourdes, San Antonio de Padua. Deidades femeninas y masculinas, todas ellas al servicio de los residentes, guarecidas entre cúpulas callejeras de mármol y vidrio. 

Cinco cuadras adelante, entre Mineros y Herreros, lo esperan un par de amigos más, piadosos de la misma divinidad. Se prenden un gallo, se prenden dos, a sabiendas de que la flaca no los desamparará. Unos pasos más, y ya están en Alfarería. “Niña blanca, niña bonita, ya estamos aquí”, y de un momento a otro, el verde -cobre de su piel se me pierde en el corazón de la Morelos para siempre.

La trilogía de la crueldad que incluye «Perfume de Violetas»

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Marisol Martínez