ISAO TOMITA: EL SAMURÁI ELÉCTRICO Y LOS HIJOS DEL MOOG
MÚSICA

ISAO TOMITA: EL SAMURÁI ELÉCTRICO Y LOS HIJOS DEL MOOG

El músico japonés Isao Tomita murió el 5 de mayo, a los 84 años, por un fallo cardíaco en el hospital Hiroo de Tokio. Personaje esencial en el desarrollo de la música electrónica, Tomita fue un pionero en el uso del sintetizador Moog, la experimentación sonora y la ambientación musical.

Para ser sincero, no imaginé que la noticia de su muerte fuera a sacudirme la memoria. Mucho más que con Prince, lo cual es decir mucho porque viví en Los Ángeles durante 1984, a los 14 años, cuando lanzó Purple Rain en la mejor época de MTV. La lluvia de recuerdos es que Tomita era uno de los músicos electrónicos favoritos de mi padre. Y mi padre murió en 2015. Entonces todo se conectó en mi cabeza.

Isao Tomita

Entre muchas otras cosas, como la lectura, el deporte y el amor a la naturaleza, mi padre nos inculcó el hábito de escuchar la música. Siempre sonaba, a toda hora, la clásica, el jazz y la electrónica. No era rockero, sólo se entusiasmaba con algunas ondas de Pink Floyd, The Who y ELO por obvias razones. Y en ese track, durante los setenta y los ochenta, vivió un enamoramiento profundo con la música electrónica. Siempre fue un apasionado de la tecnología y se clavó con los músicos de esa época, digamos que con los hijos del sintetizador: Tomita, Wendy Carlos, Jean-Michel Jarre y Vangelis.

Irónicamente, su entrada a la música electrónica estuvo ligada al rock. Un día, al regresar de un viaje de trabajo, trajo un disco llamado Switched on Rock de Electric Samurai. Esta bonita costumbre también me la heredó, la de traer discos cuando sales de viaje. Eran canciones clásicas del rock, recuerdo a Elvis, los Beatles, Simon & Garfunkel, versiones instrumentales interpretadas con sintetizador Moog, el complejo instrumento musical que inventó el ingeniero electrónico Robert Moog en 1964.

Este instrumento marcó un antes y un después en la música electrónica, la que se remonta a 1920, cuando Léon Theremin dio el primer concierto con el Etherphone o Thereminvox, y a las composiciones experimentales de su amigo Edgar Varèse, comúnmente llamado “El Padre de la Música Electrónica”.

Este Switched on Rock era la continuación del grabado por Kenny Ascher, Alan Foust y Norman Dolph en 1968. En seguida, mi padre trajo a la casa otro disco raro, Switched-On Bach, covers del más grande genio musical interpretados por la músico transgénero Walter/Wendy Carlos, quien colaboró con Robert Moog en el desarrollo del sintetizador.

La portada era un Bach con casco de astronauta flotando en el espacio y conectado a su teclado. Después supimos que Electric Samurai no era otro que Isao Tomita, cuando se ganó cuatro Grammys por Snowflakes Are Dancing de 1974, una reinterpretación de Tone Paintings de Claude Debussy.

A partir de éste, el explorador musical se dedicó a reinterpretar obras clásicas. Así llegaron a la casa Pictures at an Exhibition, de Modest Mussorgsky; Firebird, de Ígor Stravinsky, y The Planets, de Gustav Holst.

Esa triada de vinilos es la que siento que en algún punto me cambió la vida sin que me diera cuenta. En especial Cuadros en una Exhibición y el trip estelar de Los Planetas, una verdadera odisea espacial. Mi padre los escuchaba con verdadera devoción, mientras leía o trabajaba en la sala.

Y cuando eso sucedía, la casa despegaba como en El Mago de Oz y volaba; viajábamos en esta música. Uno de niño vive en un viaje que se desvanece en la adolescencia, pero luego de crecer escuchando a Cri Cri y a El Duende Bubulín, Tomita nos transportaba lejos, muy, muy lejos.

Era un máster de la música espacial. Y yo me dejaba llevar sin estar consciente sobre la manera en que esos viajes musicales me iban a influir al pasar el tiempo, cuando Tomita me condujo a las obras y autores originales.

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Son varias las aportaciones de Tomita a la música y su discografía es vasta. Creció entre China y Japón, estudió arte, música, composición y orquestación, antes de iniciar una carrera como compositor para cine y televisión a finales de los cincuenta. Después de escuchar a Wendy Carlos en 1968, se hizo del sintetizador Moog III y con esa máquina empezó a explorar el espacio sonoro.

Consiguió reinterpretar en su teclado, nota por nota de cada instrumento, las orquestaciones completas. Y empezó a crear nuevos sonidos, ambientaciones y efectos. Experimentó con el sistema cuadrafónico y con el envolvente, lo que decantó en su técnica polifónica para grabar en el estudio y en el desarrollo de su Cloud of Sound (semejante al Muro de Sonido de Phil Spector, pero en electrónico), un sistema de audio para envolver en una atmósfera a los asistentes a los conciertos.

Tomita siempre estuvo en el núcleo de la música electrónica. No fue moda en los noventa ni en los dosmiles con la proliferación de ritmos electrónicos, para bailar o simplemente para estar, que sacudían raves a diestra y siniestra.

Pero estuvo navegando en el universo del sonido montado en su máquina musical en los albores de los setenta, lo cual lo convierte en un referente esencial. Su obra alcanza la cincuentena de discos y CD´s, entre álbumes de estudio, discos en vivo, recopilaciones y música para cine y televisión, películas, series y programas. Entre sus últimos proyectos realizó la música para ambientar el AquaSphere en el Disney Sea Park de Tokio.

Todo esto se me vino de golpe a la mente cuando terminaba de leer la nota sobre su fallecimiento. Mi infancia, mi padre y la conexión musical que siempre tuvimos. La música era un cable que nos unía. Me gusta pensar que la música de aquí se puede escuchar en el más allá. Donde sea que se encuentren, mi padre y Tomita, seguramente están vibrando en el mismo rave :x

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Rogelio Garza

Escritor, publicista y ciclista. Durante más de 10 años escribió la columna Zig-zag en revista La Mosca. En 2008 editó y publicó Las Bicicletas y sus Dueños y en 2014 apareció Zig-Zag, Lecturas para Fumar, una compilación de sus mejores debrayes en la revista del insecto y otros medios.