Cuando llaman los muertos – Alibel Lambert
CUENTOS

Cuando llaman los muertos – Alibel Lambert

“En las noches de tormenta, cuando el cielo brama y los rayos parecen partir el negro firmamento, desde lo profundo de la tierra lamentos de tristeza se levantan. Es entonces, que puedo oír en el helado soplo del viento pronunciar mi nombre…cuando llaman los muertos”

“Son las dos de la mañana. No puedo dormir. Se avecina una tormenta. Antes, en noches así, solía dejar la luz encendida. A veces, aún lo hago. Hoy por ejemplo. Pero al rato, la voz de mi abuela me ordena que la apague. Compartimos el mismo cuarto desde que la abuela se quedó sola, desde la trágica noche del accidente. Claramente puedo recordarlo todavía…

“Eran las 2 de la mañana, veníamos el abuelo y yo en el auto por la ruta. Me había ido a buscar a la fiesta de graduación de mi mejor amiga. De regreso, una violenta tormenta se había desencadenado. La intensa lluvia nos impedía ver el camino con claridad. De pronto, un fuerte crujido se escuchó en el viento y un inmenso árbol cayó sobre nosotros. Aún puedo oír los gritos del abuelo pidiendo ayuda. Entonces salí del auto y pude ver desde lejos las luces rojas y azules de las ambulancias.

Luego sólo una fuerte luz blanca y nada más…”

Angustiada por el recuerdo y ante la insistencia de la abuela, apago la luz. Entonces, el cuerpo de mi abuela tendido en su cama me semeja un cadáver tapado con la sábana, me doy vueltas para el otro lado; no quiero ver esa imagen. Al final, termino levantándome. Necesito un vaso de agua, tengo la garganta seca. Voy hacia la cocina, el ruido del viento no es tan fuerte en el corredor de las habitaciones. Entro en la cocina, el ventanal es grande y los relámpagos dibujan raras imágenes sobre la pared que me amedrentan.

De pronto, bajo el manto oscuro de la noche, los fantasmas de mis ocultos miedos comienzan a surgir desde las sombras, pues mis temores de niña permanecen intactos, burlándose del paso de los años. Mi mente acobardada despliega mil fantasmas en los oscuros rincones de la casa. Cada vez son más las imágenes fantasmagóricas que salen a mi encuentro. Una sombra cruza por delante del ventanal, a punto de gritar, me doy cuenta que tan solo es la rama del árbol del patio del vecino. Sin embargo, me estremezco de pies a cabeza, algo extraño pasa. Las ramas del viejo árbol se cruzan azotadas por el viento ante el cristal de la ventana. ¿Cómo es posible? Ayer no lo rozaban. El árbol lleva allí varios años y nunca antes sus ramas invadieron nuestro patio. ¿Qué es lo que está pasando? Comienzo a dudar si realmente estoy despierta ó esto no es más que una pesadilla.

Me sirvo el vaso de agua y lo bebo con la esperanza de recuperar la tranquilidad, y vuelvo a la cama. Subo la escalera, paso frente al cuarto de mis padres y sigo caminando por el corredor pegada a la pared de cristal. En ese instante, un fuerte relámpago ilumina las cúpulas del cementerio ubicado en la manzana de enfrente. El ruido del viento es cada vez más fuerte. Ahora, se unieron los truenos y relámpagos de la tormenta. Entro a mi cuarto a tientas, cierro los ojos para no ver aquella imagen en mi abuela otra vez. Quisiera dormir. Pero el silbido que produce el viento colándose sobre las figuras de chapa que adornan la cumbre del techo, no hace más que aumentar esta irremediable sensación de temor. De pronto, la ventana se abre completamente y una ráfaga helada invade la habitación, siento las quejas de mi abuela y me levanto a cerrarla, en aquel momento, a través del cristal puedo ver como vagan cien imágenes etéreas de un blanco transparente por encima de las negruzcas tumbas y por los corredores de las criptas invadiendo el cementerio. Mientras, como un eco mortecino de ultratumba, sus voces espectrales viajan en el viento llegando hasta mis oídos. Y al oírlas, mi corazón da un vuelco y siento como si dos inmensas manos me apretaran la garganta. A los tumbos llego hasta la cama de mi abuela para pedirle ayuda, no parece escucharme. Y es entonces que en medio de la noche siento pronunciar mi nombre, cuando llaman los muertos.

Desesperada y atónita enciendo la luz, sobre la mesa de noche un antiguo retrato de las dos y una vela, me deja algo perpleja. La abuela se ve muchos años más joven, me miro en el espejo y sin embargo yo sigo estando igual. Contemplo todo, mi cama esta tendida y no hay ropas mías tiradas por el cuarto, como suele haberlo habitualmente.

Una angustia implacable me asalta, a la vez que me envuelve una extraña sensación de déja vou que me atormenta. No logro comprender qué está pasando… Me acuesto nuevamente, aunque ya no creo que pueda dormir.

Comienza a amanecer cuando al bajar a la sala escucho voces, son mamá y la abuela. Interrumpo mis pasos, sus voces suaves, cargadas de tristeza me detienen…

-¿Ha venido otra vez mamá? ¿Era ella, verdad?
-Sí, ha vuelto anoche, y como siempre desde hace veinte años encendió la luz y movió el retrato.

Nuevas imágenes de aquel día, comienzan a surgir en mi memoria.

Necesito quitarme estas dudas que me asaltan. Corro al cementerio, la lluvia cae sin cesar, más no puedo sentirla sobre mí. No me detengo hasta llegar a la tumba del abuelo. La lluvia cae a cántaros ahora y no me deja ver con claridad. Logro quitar el agua acumulada con mis manos y cargada de estupor, descubro también mi nombre junto al del abuelo.

Desde entonces, en las noches cargadas de truenos y relámpagos, mis lamentos de tristeza se levantan.

Foto del avatar

Ruy Martínez

Músico de profesión; periodista de oficio. Reportero en Indie Rocks! y donde se me invite. Lector activo. Amante de el cigarro y la buena (y mala) cerveza.