El póker, ese juego de cartas que parece sencillo a primera vista, posee una rica historia que abarca miles de años y cientos de kilómetros alrededor del planeta.
Exploraremos cómo este juego de naipes ha transitado por diferentes épocas, yendo desde las eras ancestrales hasta las modernas salas de juego de poker online, y pasando por los salvajes salones del lejano Oeste de Estados Unidos y los exclusivos recintos de juego de principios del siglo XX.
Orígenes ancestrales en Asia y Europa
El precursor del póker moderno fue el As-Nas, un juego de Persia que data del siglo XVI o XVII. El As-Nas se jugaba con una baraja de 25 naipes repartidos en cinco palos, y poseía reglas muy parecidas al póker de 5 cartas moderno.
Una particularidad del As-Nas es que ya incluía un elemento indispensable en el póker actual: el farol. Esta es una táctica de apostar con convicción con cartas de poco valor para desorientar a los oponentes.
En el continente europeo, el juego español Primero, que gozó de amplia popularidad en el siglo XVI, fue uno de los ancestros del póker.
Primero se jugaba con tres cartas por participante y, una vez más, el farol era una táctica esencial para despistar a los rivales. Es de resaltar que Primero solía considerarse como un «juego de caballeros», lo cual insinúa una posible inclinación hacia los grupos sociales más altos, aunque no de manera exclusiva.
A partir del Primero español nacieron otras versiones en el viejo continente, siendo las más populares el Poque francés y el Pochen alemán.
Cómo el póker llegó a los rudos salones del lejano Oeste
El póker cruzó el Atlántico gracias a los colonos franceses. Ellos introdujeron su juego Poque en los asentamientos de Luisiana, siendo Nueva Orleans un centro económico y cultural importante.
La adquisición de este territorio por Estados Unidos en 1803 aceleró la asimilación cultural del juego. En la vibrante Nueva Orleans, los habitantes de habla inglesa pronto adaptaron el término Poque a póker.
Hacia 1834, las partidas ya se desarrollaban con cinco cartas por jugador y la baraja de 52 naipes que ya conocemos. No obstante, existen registros, como el del actor inglés Joe Cowell en 1829, que describen versiones anteriores con solo veinte cartas.
Desde este crisol cultural, el póker emprendió un viaje de expansión notable. Los barcos de vapor que surcaban el río Mississippi, cargados de mercancías y pasajeros, se convirtieron en vehículos de difusión del póker, lo que popularizó el juego entre tripulaciones y viajeros.
Con la fiebre del oro a mediados del siglo XIX, el póker continuó su avance hacia el Oeste, y así se arraigó profundamente en la cultura de la frontera.
Durante las décadas de 1870 y 1880, el póker se erigió como el entretenimiento predilecto en los salones del Lejano Oeste. Estos establecimientos, a menudo ruidosos, envueltos en humo y no exentos de riesgos, congregaban a vaqueros, mineros, forajidos y comerciantes.
En sus mesas, las apuestas podían variar desde cantidades modestas hasta la pérdida o ganancia de considerables fortunas en una sola sesión. El ambiente era frecuentemente tenso, pues las trampas eran una práctica común y las disputas por dinero podían escalar a la violencia.

La transformación del póker en un pasatiempo de los ricos
Con el cambio del siglo XIX al XX, el póker inició una metamorfosis. El juego dejó atrás su conexión única con los salones de frontera y los barcos de vapor para ingresar en los círculos más selectos de la sociedad.
Esta evolución no fue solo un cambio de lugar, sino una nueva valoración del juego. La élite, para justificar su interés en una actividad a veces mal vista, destacó las habilidades de estrategia y psicología por encima del azar.
Durante la opulenta Gilded Age en Estados Unidos, el póker se hizo un pasatiempo discreto pero valorado en costosos clubes privados.
En Nueva York, sitios como el Saratoga Club o el Bronze Door atraían a magnates. De forma similar, en Chicago, el exclusivo Chicago Club era punto de encuentro para millonarios. Incluso en California, el Draw Poker se consideró un «juego de caballeros» por la destreza que suponía.
La aceptación del póker también cruzó el océano cuando el general Robert C. Schenck, embajador estadounidense, lo introdujo en la alta sociedad inglesa sobre 1872, y hasta redactó un manual de reglas para la aristocracia.
El contraste era notable. Los salones eran abiertos y a menudo peligrosos, mientras los clubes privados ofrecían exclusividad y un ambiente donde el decoro era primordial. En estos entornos refinados, el póker adquirió un aire de sofisticación.
El «efecto Moneymaker» y la masificación del póker online
A principios de los 2000, el póker vivió un auge de popularidad conocido como el poker boom, donde la variante Texas Hold’em fue protagonista. El catalizador de este evento fue la victoria de Chris Moneymaker en el evento principal de las World Series of Poker (WSOP) de 2003.
Moneymaker era un contable aficionado y desconocido que se clasificó para este torneo de $10 000 USD de inscripción a través de un satélite online de solo $86 USD. Tras derrotar a cientos de profesionales, él se llevó un premio de $2,5 millones de dólares, lo que lo convirtió en una leyenda que inspiró a muchos.
Este fenómeno, llamado el «efecto Moneymaker», trascendió desde un simple aumento de aficionados y representó una democratización del juego. La idea de un hombre común que triunfaba en un campo de profesionales, gracias a la facilidad del póker online, tuvo un eco importante.
Millones de nuevos jugadores, motivados por la hazaña de Moneymaker, se sintieron atraídos por el juego, tanto en su versión en línea como en vivo. Esto llevó a que la participación en las WSOP aumentara desde 839 inscritos en 2003 a 8773 registros en 2006.
La confluencia de este evento con avances tecnológicos en las plataformas de juego y una mayor exposición en medios creó un ciclo positivo. Este ciclo transformó el póker en un entretenimiento de masas y un deporte espectador, como lo es hoy en día.
