KAFKA: LA SEXUALIDAD OPONIÉNDOSE AL AMOR
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KAFKA: LA SEXUALIDAD OPONIÉNDOSE AL AMOR

«Kafka desvela los aspectos existenciales de la sexualidad»

Kafka desvela los aspectos existenciales de la sexualidad, Milan Kundera, es un articulo publicado por el blog de literatura Calle del Orco. El cuál muestra los aspectos » existenciales de la sexualidad: la sexualidad oponiéndose al amor; la extrañeza del otro como condición, como exigencia de la sexualidad; la ambigüedad de la sexualidad».

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Joyce y Kafka , fueron los personajes literarios que intentaron abordar la sexualidad de manera más abierta y casi inconsciente dentro de sus textos. Lo cuál resulta contradictorio, pues en lo personal Kafka, siempre fue una personal perdida e inestable en el ámbito amoroso, de hecho se sentenció a si mismo diciendo «Mi barca es muy frágil».

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El escritor era muy fiel al mundo de la prostitución, el cuál descubrió en su juventud.

«Ayer, de pura soledad, me llevé a una prostituta a un hotel. Era demasiado vieja para seguir siendo melancólica. Y solo le apenaba que los hombres no fueran tan cariñosos con las prostitutas como lo son con sus amantes. Y no la consolé porque ella tampoco me consoló» Escribió a su amigo Max Brod

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Algunos especialistas, señalan que «Kafka encuentra en la figura de la prostituta la espontaneidad que busca en su literatura».Durante toda su vida, el escritor se encargo de visitar los prostíbulos de manera frecuente. El libro Kafka y las muchachas, escrito por Daniel Desmarquest, señala «La única apta para él es la mujer sucia, mayor, completamente desconocida, con muslos ajados».

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«Se abrazaron y el pequeño cuerpo ardía en las manos de K. Rodaron sumidos en una inconsciencia de la que K intentó en vano liberarse; unos metros más allá chocaron con la puerta de Klamm provocando un ruido sordo. Allí yacieron sobre un charco de cerveza y rodeados de otra basura de la que el suelo estaba cubierto. Transcurrieron horas, horas de un aliento común, de latidos comunes, horas en las que K tuvo la sensación de perderse o de que estaba tan lejos en alguna tierra extraña como ningún otro hombre antes que él, una tierra en la que el aire no tenía nada del aire natal, en la que uno podía asfixiarse de nostalgia y ante cuyas disparatadas tentaciones no se podía hacer otra cosa que continuar, seguir perdiéndose. Y para él, al menos en un principio, no supuso ningún susto, sino un consolador amanecer, cuando alguien llamó a Frieda desde la habitación de Klamm con una voz profunda, entre indiferente y autoritaria». El Castillo (1926):

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Lilián Villanueva