La intimidad solía comenzar con caricias casuales y contacto visual. Hoy en día, cada vez más, comienza con un mensaje de «¡Hola!» en Internet. Vivimos en una época en la que un simple deslizamiento del dedo puede cambiar tu destino. La tecnología nos brinda la oportunidad de estar cerca unos de otros, aunque nos separen miles de kilómetros. Pero, ¿todo es tan idílico como parece? ¿Qué ocurre realmente con nuestros sentimientos cuando hay una pantalla de smartphone o de ordenador portátil entre nosotros? Averigüémoslo juntos.
La evolución del apego: cómo están cambiando los mecanismos de cercanía en el mundo digital
Acercarse el uno al otro es un proceso complejo y, a menudo, largo. En la vida real, todo comienza a través de los canales sensoriales básicos. Es decir, la vista, el olfato y el tacto. Cuando nos comunicamos con alguien que nos gusta, nuestro cerebro funciona como un radar viviente. Escanea cómo nos trata la otra persona, analizando sus expresiones faciales, gestos y timbre de voz. En ese momento, se activan los neurotransmisores en el cuerpo:
- oxitocina, responsable del apego;
- dopamina, asociada a los sentimientos de recompensa y placer;
- serotonina, reguladora del estado de ánimo.
Cuando nos comunicamos con alguien por Internet, nuestro cerebro sigue buscando «señales de cercanía». Y las encuentra en los mensajes de texto, los emojis y los mensajes de voz. Incluso enviar mensajes de texto puede provocar una descarga de dopamina, especialmente mientras esperamos una respuesta. Al fin y al cabo, nuestro cerebro lo percibe como una apuesta: «¿Responderá él o ella?».
Pero debemos comprender que la intimidad en línea suele ser el resultado de algoritmos. Por ejemplo, las aplicaciones de citas nos ofrecen candidatos ideales basándose en lo que queremos conseguir. Los algoritmos estudian cuidadosamente nuestro comportamiento, «observan» en qué perfiles nos detenemos y cuáles pasamos por alto inmediatamente. Y, como resultado, nos proporcionan una selección de candidatos que se ajustan a nuestras preferencias. Y, muy a menudo, entre las parejas potenciales se encuentran personas a las que no prestaríamos atención en la vida real.
Hipervínculo y sus efectos secundarios
¿Qué podría ser mejor que estar en contacto constante con los demás? Gracias a Internet, podemos escribir un mensaje a nuestros seres queridos en cualquier momento, enviarles un mensaje de voz, una foto o un video. Pero, por paradójico que parezca, la hiperconectividad aumenta la ansiedad.
Cuando estás siempre «conectado», se espera una respuesta instantánea. Y si una persona no nos responde de inmediato, empezamos a pensar que no le interesamos. ¿Ha leído el mensaje, pero no ha respondido? Significa que está enfadado con nosotros.
Por lo tanto, la hiperconectividad a menudo priva a las relaciones de espacio. Nos acostumbramos al hecho de que siempre debemos estar «en contacto». Y las comprobaciones constantes de nuestro estado en línea y nuestra ubicación desencadenan mecanismos de ansiedad y celos. Los psicólogos llaman a este fenómeno «intimidad digital asfixiante». Queremos estar en contacto con nuestra pareja todo el tiempo, y cuando no están en línea, aunque sea por poco tiempo, el cerebro reacciona ante esto como una posible amenaza. Y este es un nuevo formato de dependencia emocional, del que ya sufren muchas personas hoy en día.
Los chats con cam y el efecto «espejo»: ¿aumentan la empatía?
Los chats con cam devuelven a nuestras vidas un componente importante de la interacción de alta calidad entre nosotros: las señales no verbales. La mirada, el timbre de voz, las expresiones faciales… Todo esto vuelve a ser perceptible, aunque sea a través de una pantalla. Al comunicarnos en webcam chats, podemos vernos y oírnos casi como en la vida real. Y esto tiene un efecto positivo en la calidad de la comunicación.
Además, en los chats cam online aparece el llamado «efecto espejo». Los psicólogos entienden este término como la copia inconsciente por parte de una persona de los gestos, la entonación y las expresiones faciales de su interlocutor. Durante la comunicación por video, este efecto se ve reforzado por el hecho de que no solo vemos a la otra persona, sino también nuestra propia cara en la pantalla. Empezamos a controlar nuestras expresiones faciales, movimientos y entonación. E incluso empezamos a imitarnos a nosotros mismos, es decir, a la imagen ideal que hemos creado en nuestra cabeza.
El efecto «espejo» también se manifiesta en el hecho de que podemos vernos a nosotros mismos en los demás. Supongamos que te irrita la persona con la que estás hablando porque te interrumpe constantemente. Quizás tú mismo haces lo mismo a menudo, pero no te das cuenta. Y así, el cerebro reacciona inconscientemente a aquellas cualidades que no aceptamos en nosotros mismos.
Además, el efecto «espejo» también tiene que ver con la resonancia emocional. Los camchats aleatorios nos ayudan a ver instantáneamente el estado de ánimo de la persona con la que chateamos y a «cargarnos» de él. Una sonrisa provocará una sonrisa, una expresión de ceño fruncido, tensión interna. Las emociones, incluso a nivel subconsciente, pueden acercarnos o, por el contrario, crear distancia.
De la pantalla a la realidad: la disonancia cognitiva de una primera cita
Cuando nos comunicamos por Internet durante mucho tiempo, parece que no solo hay «química» entre nosotros, sino también una cercanía real. Pero cuando nos vemos en persona, esta sensación puede desaparecer de repente. ¿Por qué ocurre esto? De hecho, hay varias razones.
En primer lugar, cuando nos comunicamos por Internet, solo obtenemos parte de la información sobre una persona. Nuestro cerebro «completa» todo lo demás basándose en el estilo de los mensajes de texto, la voz y las fotos. Y en nuestra cabeza aparece una imagen idealizada. Cuanto más tiempo nos comunicamos solo por Internet, más «fantasea» nuestro cerebro. Y luego conocemos a la persona real, y las expectativas no se corresponden con la realidad. Al fin y al cabo, la persona ya no es tal y como la imaginábamos.
Y puede que ni siquiera sea una cuestión de apariencia, sino del ritmo de la comunicación. Al fin y al cabo, cuando enviamos un mensaje de texto, tenemos tiempo para pensar antes de responder, editar lo que hemos escrito e incluso pedir consejos al chat GPT. En la vida real, todo es diferente. No a todo el mundo le resulta fácil pasar inmediatamente a la comunicación en la vida real y abrirse. Incluso la ansiedad puede jugar una mala pasada y arruinar la primera impresión. Por lo tanto, cuando vayas a una cita, no olvides que allí te espera una persona real, con sus propios miedos y preocupaciones.
¿Es posible establecer conexiones sostenibles en la era digital?
Probablemente hayas oído decir que Internet y la tecnología en general, nos impiden estar realmente cerca unos de otros. Pero, en realidad, el progreso simplemente ha transformado el proceso de acercamiento. Por ejemplo, los chats de cámara nos ayudan a establecer contacto con una persona más rápidamente. Al fin y al cabo, cuando vemos a la persona con la que chateamos frente a frente, aunque sea a través de una pantalla, nos resulta más fácil comprender si somos compatibles y si hay «química» entre nosotros.
Además, estas plataformas te permiten no perder el tiempo en comunicaciones inútiles. Por ejemplo, en el chat con cam CooMeet, el sistema conecta a los usuarios solo con personas del sexo opuesto. Y gracias a la verificación obligatoria, puedes estar seguro de que al otro lado de la pantalla hay una persona real, no un perfil falso ni un bot.
Pero hay que entender que la comunicación online es solo el principio, no un sustituto completo de la comunicación. Para construir relaciones sólidas, los mensajes de texto y la comunicación por video no son suficientes. Se necesitan emociones reales, experiencias compartidas, no solo conversaciones superficiales, sino también conversaciones sobre temas complejos. Y esto solo es posible en la vida real.
Por lo tanto, es muy posible construir relaciones felices en la era digital. Lo principal es recordar que la comunicación online es solo el primer paso hacia algo más grande.
Daniel González
Columnista de apuestas deportivas y gaming en Yaconic. Comunicólogo (Universidad de Navarra, España). Con la visión de un especialista en iGaming y creador de contenido para plataformas de casinos online. Mi columna va más allá de la pasión por el deporte: analizo estrategias, cuotas y mercados, ofreciendo al lector un análisis riguroso y datos clave para tomar decisiones informadas en el mundo de las apuestas.





