La figura de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña (1901-1979) ha pasado a la historia como la inspiración detrás de la temperamental y hermosa «Rosa» de El Principito. Sin embargo, detrás del mito romántico se esconde una biografía mucho más cruda y compleja.
Nacida en 1901 en Armenia, El Salvador, Consuelo Suncín fue una artista precoz, hija de un acomodado terrateniente militar. Consuelo no esperó a su matrimonio con Antoine para definirse. Fue escritora, poetisa, pintora, y escultora, y se desenvolvió con soltura en los círculos intelectuales de América y Europa.
La escritora y artista salvadoreña, Consuelo Suncín no solo fue la esposa del famoso aviador y autor, Antoine de Saint-Exupéry, sino también una mujer que sufrió una relación tormentosa, marcada por la inestabilidad emocional, las infidelidades constantes del escritor y, según sus propias memorias, el maltrato psicológico y la manipulación.
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A la manera de una heroína picaresca, Consuelo Suncín construía historias sobre sí misma, utilizando la fantasía para conseguir aceptación social. Se casó por primera vez a los 19 años con el mexicano Ricardo Cárdenas, de quien se divorció en 1925, aunque prefería presentarse como viuda de un capitán del ejército mexicano muerto en la Revolución.
Tras estudiar periodismo, Consuelo Suncín se mudó a París con el intelectual mexicano José Vasconcelos. Ahí conoció y se casó con Enrique Gómez Carrillo, escritor y cónsul general de Argentina en París. Pese a que él era 30 años mayor que ella, Carrillo le brindó estabilidad y la introdujo en la intelectualidad europea (siendo amiga del Nobel Maeterlinck y Rubén Darío). Este matrimonio, que Consuelo describiría como el amor de su vida, duró solo once meses, dejándola rica, libre y con una casa en Niza.
Cuando Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña conoció a Antoine en Buenos Aires en 1930, era una artista prestigiosa, famosa y acaudalada, a la que el poeta Gabriele D’Annunzio había apodado «El Volcancito» por su temperamento.
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Los inicios de Consuelo
Viuda tres veces, artista, escritora y centro de tertulias. Su matrimonio con Antoine en 1931 marcó el inicio de una de las relaciones más caóticas y apasionadas del siglo XX.
Antoine era tan volátil como sus vuelos: famoso por sus accidentes aéreos, su inestabilidad financiera y su incapacidad para ser fiel. Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, por su parte, era una personalidad magnética, creativa y dramática. Esta combinación explosiva de temperamentos alimentó su amor, pero también cimentó una relación de dependencia emocional mutua, llena de separaciones y reconciliaciones dramáticas.
El retrato de Antoine de Saint-Exupéry como un héroe y un idealista literario se resquebraja al leer las memorias de su esposa. En su libro póstumo, Mémoires de la rose (Memorias de la Rosa), Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña detalla la profunda infelicidad y el maltrato psicológico que sufrió. Ella describe a Antoine como un hombre incapaz de ofrecer seguridad, que la sometía a constantes humillaciones públicas por sus innumerables aventuras con otras mujeres.
La biógrafa de Consuelo, Paul Webster, confirmó que el matrimonio era una «tortura mutua» donde Antoine, pese a su pasión, era emocionalmente abusivo. El sufrimiento de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña era tan intenso que en un momento de desesperación, tras una enésima infidelidad, intentó suicidarse.
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Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña en El Principito
A pesar del sufrimiento, su turbulenta relación fue la fuerza creativa detrás de la obra más universal de Antoine. Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña se inmortalizó como el personaje de La Rosa, una flor bellísima, única, orgullosa, temperamental y exigente, a la que el Principito dedica todo su cuidado y que, a pesar de sus defectos, él ama por encima de todas las demás.
El escritor la llamó «mi volcán», en referencia a su origen centroamericano y a su carácter explosivo. El famoso volcán del asteroide B-612, que el Principito limpia a diario, es una metáfora directa de Consuelo, la mujer volcánica y compleja que Antoine amaba, pero a la que nunca pudo brindarle paz.
Tras la misteriosa desaparición de Antoine en 1944, el papel de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña fue silenciado por los biógrafos y la familia del escritor, quienes intentaron proyectar la imagen de un héroe inmaculado. No fue hasta la publicación de sus memorias en el año 2000 que su versión de los hechos, su dolor y su resiliencia salieron a la luz.
La historia de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña es un poderoso recordatorio de la brecha entre el mito literario y la realidad personal. La Rosa, aunque hermosa, fue cultivada con mucho dolor. Si quieres leer gratis Mémoires de la rose (Memorias de la Rosa), puedes dar clic aquí.
Stephanye Reyes
Periodista (Carlos Septién García). Exploradora de la cultura alternativa y la disidencia. Lee mi columna para un análisis de derechos humanos e impacto social en la urbe. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig: @bruja_amapola
