El misticismo de México ha atraído a viajeros de todo el mundo en busca de experiencias que trascienden lo convencional. En los últimos años, un fenómeno en particular ha captado la atención global: el turismo psicodélico en México. Esta práctica, que se desmarca del consumo recreativo, se presenta como una búsqueda de sanación, espiritualidad y conexión con la naturaleza, a través del uso de plantas sagradas que han sido parte de rituales ancestrales por milenios. Este tipo de turismo ofrece una ventana a conocimientos profundos, pero también esconde una compleja red de riesgos legales y éticos.
Este movimiento se concentra en regiones que son el hogar de estas plantas sagradas. Oaxaca, particularmente en Huautla de Jiménez, es un epicentro para quienes buscan experimentar los hongos de psilocibina, siguiendo la tradición de la legendaria curandera María Sabina. Paralelamente, en el desierto sagrado de Wirikuta, en San Luis Potosí, el uso ritual del peyote atrae a visitantes interesados en la cosmovisión del pueblo wixárika. Adicionalmente, el auge del turismo psicodélico en México ha expandido la presencia de ceremonias de ayahuasca, una bebida de origen amazónico, en lugares como Tepoztlán o la Península de Yucatán, mostrando la diversidad de la oferta.
Sin embargo, el verdadero valor del turismo psicodélico en México no radica en el consumo de una sustancia, sino en el contexto cultural y espiritual que la rodea. Para las comunidades indígenas, estas plantas no son drogas, sino herramientas sagradas para la curación y la conexión con lo divino. El acceso a estos conocimientos está tradicionalmente mediado por chamanes o guías espirituales que han dedicado su vida a entender sus propiedades y usos ceremoniales. El desafío actual es que la creciente demanda turística ha dado lugar a la mercantilización de estos rituales, despojándolos de su significado profundo.
Las plantas sagradas y sus usos terapéuticos

Este auge también ha puesto de manifiesto la complicada situación legal. Si bien la Constitución Mexicana reconoce y protege las prácticas de los pueblos originarios, permitiendo el uso ritual de plantas como el peyote y la psilocibina, la ley federal prohíbe explícitamente la posesión y consumo de estas sustancias para el resto de la población. Esto crea una zona gris en la que el turismo psicodélico en México opera: lo que es legal y sagrado para una comunidad indígena puede ser un delito para un turista extranjero. Es una dicotomía que pone en riesgo tanto a los visitantes como a los propios guardianes de estas tradiciones.
Más allá del riesgo legal, existen serios peligros para quienes se aventuran en el turismo psicodélico en México sin la debida precaución. La falta de regulación ha permitido el surgimiento de seudochamanes o falsos guías que no tienen el conocimiento ni la experiencia para manejar ceremonias tan delicadas, lo que puede resultar en experiencias traumáticas para los participantes o incluso en serios riesgos para la salud física y mental. El respeto a la cultura, la elección de guías genuinos y el conocimiento de la procedencia de las plantas son elementos vitales para cualquier persona que considere esta experiencia.
El turismo psicodélico en México es un fenómeno que entrelaza la búsqueda espiritual con la delicada preservación de culturas ancestrales. Representa una oportunidad para la sanación y el autoconocimiento, pero exige un compromiso ético y un profundo respeto. Para los viajeros, acercarse a estas prácticas con humildad y conciencia, reconociendo que están en un territorio sagrado, es el único camino para garantizar que el legado de estas plantas no se pierda en el afán de un mercado en crecimiento.
Stephanye Reyes
Periodista (Carlos Septién García). Exploradora de la cultura alternativa y la disidencia. Lee mi columna para un análisis de derechos humanos e impacto social en la urbe. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig: @bruja_amapola





