5 CUENTOS CORTOS NAVIDEÑOS PARA COMPARTIR EN FAMILIA
CULTURA LITERATURA

5 CUENTOS CORTOS NAVIDEÑOS PARA COMPARTIR EN FAMILIA

Te presentamos algunos cuentos cortos navideños que nos enseñan distintas maneras de vivir estas fechas

Existen cuentos de Navidad tradicionales que no pueden faltar en estos conteos, algunos de ellos resaltan nos recuerdan el espíritu de optimismo y amabilidad que ronda a esta celebraciones.

Algunos de nosotros crecimos escuchando o leyendo historias navideñas que nos eran cercanas, sin embargo, también es interesante conocer otros contextos para acercarnos a la manera de celebrar estas fechas en otros países. 

Te presentamos 5 cuentos cortos tradicionales y no tanto para disfrutar en familia. 

LA NIÑA DE LOS FÓSFOROS- HANS CHRISTIAN ANDERSEN

Era la última noche del año y mientras todas las familias se preparaban para sentarse a la mesa rodeados de ricos manjares, en la calle estaba descalza ella: la joven vendedora de cerillas. La pobre llevaba el día entero en la calle, sus huesecitos estaban ateridos de frío por culpa de la nieve y lo peor de todo es que no había conseguido ni una sola moneda.

– ¡Cerillas, cerillas! ¿No quiere una cajita de cerillas señora?

Pero la mayoría pasaban por su lado sin tan siquiera mirarla.
Cansada, se sentó en un rincón de la calle para guarecerse del frío. Tenía las manos enrojecidas y casi no podía ni moverlas. Entonces recordó que tenía el delantal lleno de cerillas y pensó que tal vez podía encender una para tratar de calentarse. La encendió con cuidado y observó la preciosa llama que surgió delante de sus ojos. De repente apareció en el salón de una casa en el que había una gran estufa que desprendía mucho calor ¡que bien se estaba allí! pero la cerilla se apagó rápido y la estufa desapareció con ella.
– Probaré con otra, pensó la niña.

En esta ocasión vio delante de ella una gran mesa repleta de comida y recordó los días que llevaba sin probar bocado. Alargó la mano hasta la mesa para tratar de llevarse algo a la boca y…. ¡zas! Se apagó la cerilla. Eran tan bonitas las cosas que veía cada vez que encendía una, que no se lo pensó dos veces y encendió una tercera cerilla.

– ¡Oooohhh!, exclamó la niña con la boca abierta. Que árbol de Navidad tan grande, y cuantas luces… ¡es precioso! Se acercó a una de ellas para verla bien y de golpe desapareció todo.

Rápidamente buscó una nueva cerilla y volvió a encenderla. En esa ocasión apareció ante ella la persona a la que más había querido en el mundo: era su abuela.

– ¡Abuelita! ¡Qué ganas tenía de verte! ¿Qué haces aquí? No te vayas por favor, déjame que me vaya contigo. Te echo de menos… y consciente de que la cerilla que tenía en su pequeña mano estaba a punto de apagarse, la pequeña siguió encendiendo cerillas hasta que agotó todas las que le quedaban, instante en el cual la abuela cogió dulcemente a la niña de la mano y ambas desaparecieron felices. La pequeña dejó de sentir frío y hambre y empezó a sentir una enorme felicidad dentro de sí.

A la mañana siguiente alguien pasó junto al mismo sitio en que la pequeña se había sentado y la encontró allí, rodeada de cerillas apagadas, inmóvil, helada por culpa del frío pero con una sonrisa inmensa en su cara.

– ¡Pobrecita!, exclamó al verla

Pero lo que no sabía nadie es que la pequeña se marchó feliz, de la mano de su abuelita, hacia un lugar mejor.

CUENTO DE NAVIDAD- CHARLES DICKENS

Ebenezer Scrooge era un empresario y su único socio, Marley, había muerto. Scrooge era una persona mayor y sin amigos. Él vivía en su mundo, nada le agradaba y menos la Navidad, decía que eran paparruchas. Tenía una rutina donde hacía lo mismo todos los días: caminar por el mismo lugar sin que nadie se parara a saludarlo.

Era víspera de Navidad, todo el mundo estaba ocupado comprando regalos y preparando la cena navideña. Scrooge estaba en su despacho como siempre con la puerta abierta viendo a su escribiente, que pasaba unas cartas en limpio, y de repente llegó su sobrino deseándole felices navidades, pero este no lo recibió de una buena manera sino al contrario, su sobrino le invitó a pasar la noche de Navidad con ellos, pero él lo despreció diciendo que eso eran paparruchas.

Su escribiente llamado Bob Cratchit seguía trabajando hasta tarde aunque era noche de Navidad, Scrooge le dijo un día después de Navidad tendría que llegar mas temprano de lo acostumbrado para reponer el día festivo.

Scrooge vivía en un edificio frío y lúgubre como él. Cuando ya restaba en su cuarto algo muy raro pasó: un fantasma se le apareció, no había duda de quien era ese espectro, no lo podía confundir, era su socio Jacobo Marley le dijo que estaba ahí para hacerlo recapacitar de cómo vivía porque ahora él tenía que sufrir por la vida que había tenido anteriormente. Le dijo que en las siguientes noches vendría 3 espíritus a visitarlo.

En la primera noche, el primer espíritu llegó, era el espíritu de las navidades pasadas, éste lo llevo al lugar donde él había crecido y le enseñó varios lugares y navidades pasadas, cuando él trabajaba en un una tienda de aprendiz; otra ocasión donde estaba en un cuarto muy sólo y triste y también le hace recordar a su hermana, a quien quería mucho.

A la segunda noche el esperaba al segundo espíritu. Hubo una luz muy grande que provenía del otro cuarto, Scrooge entro en él, las paredes eran verdes y había miles de platillos de comida y un gigante con una antorcha resplandeciente, era el espíritu de las navidades presentes.

Ambos se transportaron al centro del pueblo donde se veía mucho movimiento: los locales abiertos y gente comprando cosas para la cena de Navidad. Después lo llevo a casa de Bob Cratchit y vio a su familia y lo felices que eran a pesar de que eran pobres y que su hijo, el pequeño Tim estaba enfermo. Finalmente lo lleva a la casa de su sobrino Fred donde vio como gozaban y disfrutaban todos de la noche de Navidad comiendo riendo y jugando. Después de esto regresó a su cuarto.

A la noche siguiente, esperaba al último espíritu, pero este era oscuro y nunca le llegó a ver la cara. Era el espíritu de las navidades futuras, quien le mostró en la calles que la gente hablaba que alguien se había muerto. Después lo llevó a un lugar donde estaban unas personas vendiendo las posesiones del señor que había muerto, y también le enseñó la casa de su empleado Bob donde pudo ver que su hijo menor había muerto y que todos estaban muy tristes.

Por último, lo llevó a ver cadáver de este hombre que estaba en su cama tapado con una sabana, y al final, le descubrió quien era el señor que había muerto… Era él mismo, Ebenezer Scrooge.

Cuando el despertó se dio cuenta que todo había sido un sueño y que ese día era día de Navidad, se despertó con mucha alegría, le dijo a un muchacho que vio en la calle que fuera y comprara el pavo mas grande y que lo mandara a la casa de Bob Cratchit.

Salió con sus mejores galas muy feliz porque podía cambiar y se dirigió a casa de su sobrino, al llegar lo saludó y le dijo que había ido a comer y estuvo con ellos pasándosela muy bien. Al día siguiente en la mañana le dio a su trabajador un aumento y desde entonces fue un buen hombre a quien todos querían. 

BABUSHKA- LEYENDA RUSA

Babushka tenía la casa más limpia, pulcra y mejor conservada de todo el pueblo. Su jardín era hermosísimo; la cocina, algo nunca visto. Desde que salía el sol hasta que se ocultaba en el poniente, Babushka no hacía más que limpiar, sacar brillo y ordenar.

Tal es la razón de que no viera una luminosa estrella que fulgió en la noche. Ni vio las temblorosas luces que avanzaban hacia el pueblo. Ni percibió el sonido de las zampoñas, tambores y campanas, que cada vez era más fuerte. Tampoco oyó las voces y murmullos de sus vecinos. Pero cuando llamaron a su puerta, eso no pudo dejar de oírlo. ‘

-¿Quién es?-, preguntó, entreabriendo el portal. Vio la enjuta cara de un pastor, con la nariz roja de frío y copos de nieve en la boina.

-Por favor, ¿podemos calentarnos un poco en tu fuego,-, pidió el pastor.

Babushka pensó en el brillo de sus suelos y en la tranquilidad rota, pero los dejó entrar. A los pastores se les saltaban los ojos al contemplar aquel pan casero y aquellos dulces, mermeladas y conservas de Babushka. Y ella, que tenía un corazón de oro, los agasajó con todos aquellos bienes.

-¿Dónde vais?-, preguntó mientras servía a unos y otros.

-Seguimos una estrella. Nos lleva hacia un rey que acaba de nacer, el rey más grande de cuantos han nacido, el rey de cielo y tierra-, respondió un pastor.

-¿Por qué no vienes con nosotros?-, dijo otro. «También tú le puedes llevar un regalo.»

-No estoy segura de que me reciba bien-, dijo Babushka… -Y en cuanto al regalo… -, hizo una pausa. Sus ojos se pusieron tristes.

-Tengo un cajón lleno de juguetes-, dijo con pena. «Mi niño, mi pequeño rey, se me murió cuando aún era muy pequeño.-

-Entonces, ¿te vienes con nosotros?-, insistieron los pastores.

-Mañana, mañana-, respondió Babushka con cierta desazón, -mañana-.

Los pastores salieron, y Babushka se puso a ordenar y limpiar. A la noche siguiente llegaron más pastores. -¿Estás preparada, Babushka?-

-Mañana… voy mañana-, respondió Babushka. -Los alcanzo mañana. Tengo que limpiar, buscar un regalo, prepararme… –

Sacaba brillo, quitaba el polvo, sacudía cojines y alfombras. Y así pasó otra noche.

Finalmente, se decidió: revolvió entre los juguetes de su niño. Pero, !Señor, cuánto polvo! Ciertamente no eran los que se merecía un niño rey de cielo y tierra; pero empezó a limpiarlos. Trabajó mucho. Uno a uno los juguetes fueron cobrando color y brillo. Al cabo de otro día, partió. Iba deprisa. Preguntaba a la gente si había visto a los pastores. -Sí, sí, los hemos visto; iban hacia allá-, le respondían.

Pasaron los días. Babushka no se paraba nunca, ni de día ni de noche. Por fin, llegó a Belén. Preguntó por el rey niño. Sólo el dueño de una posada supo darle razón. -Si quieres ver dónde estaba el niño, busca un establo en lo alto de la colina. Aquí no teníamos sitio para él. Mi posada estaba llena-, le dijo.

Babushka corrió por el sendero arriba. Cuando llegó a la cima, vio que en el establo no había nadie.

¿Crees que se desanimó? ¡Ni pensarlo! Se dice que Babushka sigue buscando al Niño Jesús, porque el tiempo no significa nada para quien busca la verdad. Año tras año va de casa en casa preguntando: -¿Está aquí? ¿Está aquí el Niño Jesús?-.

Particularmente en Navidad, cuando ve a un niño durmiendo y oye hablar de sus buenas acciones, toma un regalo de su cesto y se lo deja. !Nunca se sabe!

EL NIÑO DESCALZO- CUENTO TRADICIONAL FRANCÉS

Pierre era un niño que había perdido a sus padres y vivía con su tía, una mujer muy egoísta y avariciosa. Ella nunca le demostraba cariño. Ni siquiera le felicitaba por cumpleaños.

El pequeño, sin embargo, tenía un corazón bondadoso. Su tía era tan avara, que desde hacía tiempo no le compraba zapatos. Pierre se tallaba él mismo unos zuecos con un poco de madera. 

El 24 de diciembre, Pierre estaba muy nervioso, ya que sabía que esa noche vendría Papá Noel. Esta deseando llegar a casa para dejar sus zuecos junto a la ventana. Sin embargo, al salir de la Misa del Gallo, Pierre vio a un niño muy pobre que tiritaba de frío en un rincón de la acera. No tenía zapatos y vestía de blanco. A Pierre le dio tanta pena, que se quitó uno de sus zuecos y se lo ofreció al niño. 

Al regresar a casa, la tía de Pierre se enfureció al verle. 

– ¡Ya has perdido uno de tus zuecos!- le gritó al niño- Ahora querrás tallar otro con uno de mis troncos para la chimenea. ¡Me lo tendrás que pagar! Por malo, esta noche en lugar de Papá Noel, vendrá el tío Latiguillo y te traerá carbón. 

Pierre se fue muy triste a su cama. Pero antes dejó el zueco que le quedaba junto a la chimenea. 

Al día siguiente, Pierre se llevó una gran sorpresa. Se levantó muy temprano, porque apenas podía dormir, y junto a la chimenea descubrió todos los regalos que deseaba recibir: abrigos, ropa nueva, zapatos, cuadernos para el colegio y algún juguete.

Pierre fue corriendo a la ventana y al mirar al cielo, descubrió el trineo de Papá Noel que se alejaba. A su lado, viajaba un niño vestido de blanco. El niño al que le regaló su zueco. ¡Era el niño Jesús!

EL FUEGO DEL PETIRROJO- CUENTO IRLANDÉS

Jesús acababa de nacer, y era de noche. Hacía frío, mucho frío. Y como el pesebre no tenía puerta, de vez en cuando entraban unas ráfagas de viento heladas que enfriaban al pequeño que dormía en su cuna. 

La Virgen María estaba a su lado. San José había salido en busca de algo de comida. Al lado de María y del pequeño, había una pequeña hoguera, pero apenas quedaba lumbre y estaba a punto de apagarse.Entonces le pidió al buey que le ayudara a avivar las llamas, pero el animal estaba tan dormido, que no se enteró. 

Le pidió a la mula que le ayudara, pero estaba tan cansada, que apenas le quedaba fuerzas para hacerlo.

Entonces le pidió al gallo que le ayudara. Pero el gallo, como cantaba con todas sus fuerzas, no oyó nada. 

La Virgen, muy triste, temió por su pequeño. Pero entonces, oyó el trino de un pájaro. El sonido venía de un pequeño nido que había en una esquina del pesebre. Del nido salió un pequeño pajarito y voló hasta donde estaba el fuego. Comenzó a aletear con tanta fuerza, que el fuego empezó a avivarse. Pero no era suficiente, así que el pajarito voló hasta su nido y empezó a llevarse las ramitas hasta el fuego. Desmanteló todo el nido para poder avivar más la pequeña hoguera. Las llamas eran ahora tan fuertes, que el pajarito se quemó el pecho. Pero a pesar del dolor, continuó aleteando para que el niño Jesús pudiera dormir calentito. 

Al ver que el pajarito se había quemado el pecho y desmantelado su nido, la Virgen María lo bendijo y le dio un nuevo nombre: Petirrojo, que significa ‘pecho rojo’. 

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Magui González Trejo