Disco Bar El Nueve: icono de la vida nocturna, artística y diversa
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Disco Bar El Nueve: icono de la vida nocturna, artística y diversa

En los años 80, la Zona Rosa de la Ciudad de México era el epicentro de un terremoto cultural. Mientras la capital se movía entre la tradición y la modernidad, un pequeño bar en la calle de Amberes se erigía como el epicentro de la libertad y la experimentación. Su nombre era Disco Bar El Nueve, un espacio que no solo fue un bar, sino el santuario de la contracultura y un faro para la comunidad gay y la escena artística de la época. No era solo un lugar para beber, era una declaración de intenciones.

La historia de Disco Bar El Nueve comienza con un empresario de visión poco convencional: Henri Donnedieu de Vabres. En 1978, Donnedieu, junto a otros socios, abrió un bar llamado la Clocanda, ubicado en la calle de Amberes. Aunque el lugar era popular, Donnedieu buscaba algo más que un simple bar. Quería crear un espacio que reflejara un nuevo tipo de cliente: la intelectualidad, la comunidad artística y, de manera crucial, la incipiente comunidad gay que comenzaba a buscar espacios de expresión.

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Disco Bar El Nueve

Fue en 1980 que el lugar se transformó en Disco Bar El Nueve. Se decidió que el bar no tendría la clásica fachada de un «bar gay» para evitar redadas y para atraer a un público más amplio. Su decoración, minimalista y vanguardista para la época, se basó en el imaginario del Studio 54 de Nueva York, pero con una esencia propia de la Ciudad de México. El Nueve se convirtió así en un punto de encuentro donde se podían cruzar personajes de la élite cultural y política con jóvenes que abrazaban el new wave y el punk, un cóctel explosivo que definiría su legado.

Disco Bar El Nueve era un sótano sin pretensiones, con una atmósfera densa de humo de cigarro, música new wave, y un espíritu de camaradería que solo se encuentra en los verdaderos refugios. La pista de baile era un lienzo donde se mezclaban pintores, escritores y jóvenes de la vida nocturna. Se podía ver a intelectuales como Carlos Monsiváis o escritores como Luis Zapata compartiendo una cerveza mientras en el fondo sonaba David Bowie o Depeche Mode. El Nueve fue, sin duda, el crisol donde se forjó gran parte de la identidad gay visible en la capital, lejos de la clandestinidad y con un orgullo incipiente. No era solo un bar, era un refugio donde la autenticidad era la única moneda de cambio.

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El legado de Disco Bar El Nueve: más allá de la fiesta

Contrario a la creencia popular de que el terremoto de 1985 provocó su cierre definitivo, Disco Bar El Nueve fue clausurado el 6 de diciembre de 1989. La importancia de este bar no radicó en su permanencia física, sino en el legado cultural que dejó. Fue un catalizador para una generación que necesitaba un espacio para ser y crear. Su existencia demostró que la Ciudad de México era capaz de albergar una escena nocturna vibrante y diversa, que iba más allá de lo convencional.

Hoy, cuando se habla de la historia de la vida nocturna de la CDMX, es imposible no mencionar a Disco Bar El Nueve. Se ha convertido en un mito, un símbolo de la libertad y la audacia que caracterizó a una era. Su influencia se puede sentir en los nuevos bares de la Zona Rosa y en la forma en que la contracultura continúa encontrando espacios para manifestarse. Por un breve momento en 2018, Donnedieu de Vabres intentó reabrir un espacio inspirado en el original, El Nueve de Amberes, pero su espíritu original ya es parte de la historia. El Nueve no fue solo un bar; fue el punto de inflexión donde la fiesta se encontró con la historia, creando un eco que resuena hasta nuestros días.

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Stephanye Reyes

Periodista (Carlos Septién García). Exploradora de la cultura alternativa y la disidencia. Lee mi columna para un análisis de derechos humanos e impacto social en la urbe. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig: @bruja_amapola