5 ASESINOS SERIALES QUE CONMOCIONARON A MÉXICO
CULTURA OPINIÓN

5 ASESINOS SERIALES QUE CONMOCIONARON A MÉXICO

En los últimos años, el Fondo de Cultura Económica (FCE) ha publicado diversos tomos del ‘El Libro Rojo. Continuación’, una suerte de antología abreviada que echa mano de discursos historiográficos, literarios y periodísticos. Ofrece una línea en el tiempo de los crímenes ocurridos en México entre 1886 y 2008 y algunos de sus más grandes perpetradores: los asesinos seriales.

La idea de dicha antología parte del primer ‘Libro Rojo’ , escrito por Manuel Payno y Vicente Riva Palacio y publicado en 1870. Ambos autores se encargaron de relatar sucesos trágicos, injusticias y dramas ocurridos durante el periodo el periodo de conquista y colonia de la Nueva España.

En el prólogo de la última revisión del 2008, el escritor y dramaturgo Vicente Leñero apuntó:

«Parece descabellado proferirlo de sopetón, pero a través del recuento de crímenes y asesinatos —tanto de los ‘clásicos’ individuales como de los colectivos que nos sacuden por oleadas— es posible narrar una crónica del país. Escribirla como un libro de texto que nos enchina la piel mientras nos hace abrir los ojos a la funesta realidad».

LOS ASESINOS, DE ERNEST HEMINGWAY
asesinos seriales, las poquianchis, México

En este contexto, tanto los crímenes que conmocionan a la sociedad mexicana, como los asesinos que perpetran dichas atrocidades; han quedado bien documentados en la nota roja, género fundamental del periodismo contemporáneo.

En el porfiriato, los grabadores Manuel Alfonso Manilla y José Guadalupe Posada ilustraron decenas de volantes con noticias y corridos que hablaban sobre bandidos, crímenes y fusilados. En el siglo XX, narradores notables como Víctor Ronquillo y Rolo Díaz trabajaron durante años en la fuente policiaca. Asimismo, algunos de los grandes fotógrafos de México hicieron carrera en este gremio, entre ellos Adrián Devars y Enrique «El Niño» Metinides.

Nota roja, Enrique "El Niño" Metinides
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Ahora bien, Francisco Guerrero Pérez, «El Chalequero», es el primer asesino en serie del cual se tiene registro en México; sin embargo, Felipe Nerio Espinosa Chávez, oriundo del condado de río Arriba, Nuevo México (por ese entonces aún territorio nacional); fue en realidad el primer asesino serial mexicano. Motivado por el odio racial (luego de la colonización estadounidense de Nuevo México en 1822), se cree que mató a 32 personas.

5 ASESINOS SERIALES QUE CONMOCIONARON A MÉXICO

Francisco Guerrero Pérez, «El Chalequero»

Mató en la Ciudad de México alrededor de 20 prostitutas durante 1880 y 1888, y una última (una anciana no prostituta, aunque hay fuentes que dicen lo contrario) en 1908.​

Su periodo de actividad concordó con el de Jack el Destripador, por lo que algunos autores de la época lo llegaron a comparar con él. También fue nombrado por la prensa como el «Barbazul mexicano», el «Destripador», o el «Degollador del río Consulado».

Las crónicas de la época lo describen como un hombre que, a pesar de ser casi analfabeto, actuaba de manera muy educada con las mujeres para ganar su confianza. El mote de «El Chalequero» provino de su estilo de vestir, pues dicen que solía llevar pantalones entallados, fajas y un chaleco.

asesinos seriales, El chalequero

Gregorio, «Goyo Cárdenas»

También conocido como el estrangulador de Tacuba o simplemente «Goyo» Cárdenas, fue un homicida múltiple que se volvió toda una celebridad mediática, debido a su presunta rehabilitación social.

Producto de una encefalitis temprana y los daños neurológicos posteriores, Cárdenas mostró comportamientos atípicos desde la niñez, reflejados especialmente en su crueldad hacia los animales. Cometió sus asesinatos entre agosto y septiembre de 1942, considerándosele un asesino relámpago. Sus víctimas fueron una compañera de la carrera de ciencias químicas y tres prostitutas. 

Preso en Lecumberri, obtuvo su libertad en 1976 luego de un indulto concedido por Luis Echeverría, entonces presidente. Ese año, la Cámara de Diputados le rindió un homenaje por ser un ejemplo de readaptación social. Durante su estancia en prisión aprendió el Código Penal y se convirtió en abogado de otros internos. 

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Las Poquianchis

Las hermanas Delfina, María de Jesús, Luisa y Carmen de apellido González Valenzuela, conocidas como «Las Poquianchis», fueron un grupo criminal dedicado al tráfico de mujeres. Operaron principalmente en Jalisco y Guanajuato a mediados de los cuarenta.

Delfina desarrolló un método de secuestro que dejaba mayores ganancias: acudían a rancherías o pueblos cercanos, donde buscaban a las niñas más bonitas. No importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente las secuestraban.

O si estaban acompañadas de sus padres, generalmente campesinos, se les acercaban y les ofrecían darles trabajo a las hijas como sirvientas. Los padres accedían, “Las Poquianchis” se llevaban a las niñas, y de inmediato empezaba su tormento.

Dirigían una red de trata y se dedicaban a prostituir a mujeres esclavizadas. Asesinaron en su mayoría a prostitutas que ya no podían trabajar o que se rebelaban; solían ejecutarlas a golpes o matarlas de hambre. También asesinaron a neonatos y a clientes para robarles.

Su número confirmado de víctimas son 91, pero se cree pudieron matar a más de 150 personas. Son las asesinas seriales más prolíficas registradas en la historia de México.

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Juana Barraza Samperio, «La Mataviejitas» 

Conocida en el mundo de la lucha libre como «La dama del silencio», Juana Barraza Samperio, «La Mataviejitas», es una asesina de mujeres mayores cuya actividad se desarrolló en la Ciudad de México.

Habiendo sufrido de graves abusos por parte de su madre (permitió que la violaran a cambio de tres cervezas), proyectaba la imagen de ésta en sus víctimas. Entraba a la casa de ancianas que vivían solas haciéndose pasar por trabajadora social; las golpeaba, robaba y en la mayoría de los casos, estrangulaba.

El primer asesinato atribuido a la Mataviejitas fue cometido a fines de los 90, aun cuando la serie de asesinatos comenzó presuntamente el 17 de noviembre de 2003. Se estima que el número total de sus víctimas es de entre 42 y 48.  

Durante las investigaciones, conducidas por la entonces Procuraduría de Justicia, se puso singular atención en la extraña coincidencia de que por lo menos tres de las víctimas del asesino (se creía que era varón) poseían una copia de la pintura Niño en Chaleco Rojo, del artista francés Paul Cézanne.

Resultó cautivador que, de acuerdo con múltiples testigos, la «Mataviejitas» portaba por lo menos una prenda roja al momento de sus ataques.

El 31 de marzo del 2008, el juez 67 de lo penal, con sede en Santa Martha Acatitla, le dictó sentencia de 759 años por 16 homicidios y 12 robos.

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Los Monstruos de Ecatepec

Uno de los casos más recientes de asesinatos múltiples en México.

Los «Monstruos de Ecatepec» son Juan Carlos Hernández y Patricia Martínez. Un matrimonio michoacano asentado en CDMX que, a través de engaños, atraían a mujeres jóvenes a su domicilio en donde las amagaban, abusaban sexualmente, y después asesinaban degollándolas o estrangulándolas.

De acuerdo con declaraciones de Patricia Martínez habrían asesinado 10 mujeres a lo largo de 6 años. Juan Carlos aseguró que mataron a 20.

Patricia Martínez enganchaba a las víctimas —todas conocidas— con engaños, y las conducía a su casa en donde Juan Carlos las agredía. Patricia confesó que en varias ocasiones ayudó a someter a las víctimas y participó en los abusos sexuales contra ellas. El hombre las violaba, degollaba o estrangulaba, después descuartizaba los cuerpos, todo mientras la mujer se mantenía con sus hijos fuera de la casa o en una habitación adjunta.

Algunas partes de carne y grasa fueron cocinados y comidos por ambos, también les dieron pedazos de carne humana a sus perros. Algunos órganos fueron conservados en frascos con alcohol que Juan Carlos ofrendaba a la Santa Muerte. Solían conservar los restos en un congelador mientras tenían oportunidad de botarlos en lotes baldíos.

Se sabe que llegaron a comerciar con algunos de los huesos que vendieron a fetichistas y santeros. De acuerdo a Martínez, Juan Carlos también llegó a practicar necrofilia con al menos uno de los cuerpos.

Marisol Martínez