André Breton: cinco poemas para recordar a este gran autor
POESIA

André Breton: cinco poemas para recordar a este gran autor

Hablar de poesía surrealista es hablar de André Breton. Se le considera uno de los padres de esta corriente literaria, además como uno de sus máximos exponentes.

La poesía de André Breton postulaba la existencia de una realidad superior a la que sería posible acceder poniendo en contacto dos mundos, la vigilia y el sueño, que tradicionalmente se habían mantenido separados.

André Breton reivindicaba la liberación del mundo del subconsciente y con ello una nueva forma de pensar que terminara con la dictadura exclusiva de la lógica y la moral.

En fin, te dejamos aquí unos poemas cortos de André Breton para que le entres a este gran autor de poesía surrealista.

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La muerte rosa

Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro

De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos

Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás

La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia

Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros

Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres

Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida

Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud

A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad

Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante

Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos

Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra

Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo

No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena

Todo el paraíso no está perdido

Los gallos de roca pasan dentro del cristal
Defienden el rocío a golpes de cresta
Entonces la divisa encantadora del relámpago
Desciende sobre la bandera de las ruinas

La arena no es más que un reloj fosforescente
Que da la medianoche
Por los brazos de una mujer olvidada
Sin refugio girando por el campo
Erguida en las aproximaciones y en los retrocesos celestes

Es aquí
Las sienes azules y duras de la
quinta se bañan en la noche
que calca mis imágenes
Cabelleras cabelleras

El mal adquiere fuerzas muy cerca
Solamente se valdrá de nosotros

Conoce a los máximos representantes del surrealismo literario

No ha lugar

En el fondo de la sombrilla veo a las maravillosas prostitutas
Con su vestido un poco ajado junto al farol color de los bosques
Se pasean con un gran pedazo de papel mural

Como no se puede contemplar sin que se oprima el corazón
los viejos pisos de una casa en demolición
O una concha de mármol blanco desprendida de una chimenea
O una red de esas cadenas que detrás de ellas se enredan

El gran instinto de la combustión se apodera de las calles
donde ellas permanecen
Como flores asadas
Los ojos levantando a lo lejos un viento de piedra en los espejos

Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento desaplicado
La frescura del arroyo en el que sus botines mojan la sombra de su pico

La realidad de esos puñados de heno cortado en donde desaparecen
Veo sus senos que ponen una punta de sol en la noche profunda
Donde el tiempo de inclinarse y erguirse es la única medida
exacta de la vida

Veo sus senos que son estrellas sobre olas
Sus senos en los que llora para siempre la invisible leche azul

Hotel de las centellas

La mariposa filosófica
Se posa en la estrella rosa
Y forma así una ventana del infierno

El hombre enmascarado está siempre de pie ante la mujer desnuda
Cuyos cabellos resbalan lo mismo que de mañana la luz de un farol
que han olvidado apagar

Los sabios muebles preparan la pieza que hace juegos de manos
Con sus rosetones
Sus rayos de sol circulares
Sus moliendas de vidrio

En cuyo interior azulea un cielo con precisión
En memoria del pecho inimitable
Ahora la nube de un jardín pasa por encima de la cabeza del hombre
que acaba de sentarse

Parte por la mitad a la mujer de busto mágico y ojos de Parma
Es la hora en que el oso boreal con gesto de gran inteligencia
Se estira y da cuenta de un día
Al otro lado la lluvia se encabrita sobre los bulevares de una gran ciudad

La lluvia entre la niebla con regueros de sol sobre las flores rojas
La lluvia y el diávolo de los viejos tiempos
Las piernas bajo la nube frutal rodean el invernadero

Sólo se percibe el pulso de una mano muy blanca representado
por dos minúsculas alas
El balancín de la ausencia oscila entre las cuatro paredes
Hendiendo las cabezas

De donde se escapan bandadas de reyes que en seguida se hacen la guerra
Hasta que el eclipse oriental
Turquesa en el fondo de las tazas

Descubre el lecho equilateral de sábanas color de esas flores llamadas
bola de nieve
Los veladores deliciosos las cortinas rasgadas
Al alcance de un librito con estas palabras estampadas

No hay mañana
Cuyo autor lleva un nombre extraño
En la oscura señalización terrestre

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Amor apergaminado

Cuando las ventanas, lo mismo que la mirada del chacal y el deseo, taladran la aurora, unas cabrias de seda me levantan sobre las pasarelas del suburbio.

Llamo entonces a una muchacha que sueña en la casita dorada; se une a mí sobre el montón de musgo negro y me ofrece sus labios, que son piedras al fondo de un río presuroso.

Velados presentimientos descienden los escalones de los edificios. Lo mejor es huir de los grandes cilindros cuando los cazadores cojean en las tierras destempladas. Si se toma un baño en el muaré de las calles, la infancia regresa a la patria, galga gris.

El hombre busca su presa por los aires y los frutos se secan entre las rejas de papel rosa, a la sombra de los nombres desmesurados por el olvido. Las alegrías y las penas se esparcen por la ciudad.

El oro y el eucalipto, de igual aroma, atacan los sueños. Entre los frenos y los edelweis sombríos reposan formas subterráneas semejantes a corchos de perfumistas.

¿Qué opinan de la poesía de André Breton?


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Ruy Martínez

Músico de profesión; periodista de oficio. Reportero en Indie Rocks! y donde se me invite. Lector activo. Amante de el cigarro y la buena (y mala) cerveza.