El papel de musa en la historia del arte ha sido infravalorado en muchos momentos. Aunque genuinamente la obra plasme a una mujer, la parte a la que se la da importancia, es a quien la crea. Muchas mujeres que han posado para esculturas, pinturas o fotografías poco a poco han ido recuperando su nombre conforme avanza la historia y se les brinda visibilidad. Tal es el caso de Luz Jiménez.
Julia Jiménez González, conocida en el ambiente artístico mexicano como Luz Jiménez, es oriunda de la actual delegación Milpa Alta. Un 28 de enero de 1897 llegó al mundo en medio de un ambiente de carencia y precariedad. Quizá jamás imaginó que su vida dedicada al cultivo de frijol, maíz, calabaza y maguey se transformaría para dejar una huella majestuosa en la historia del arte en México.
Luz Jiménez de origen nahua, ingresó por unos años en la escuela Concepción Arenal. Sin embargo, la Revolución Mexicana interrumpió su carrera escolar, pero ella no dejó de lado el deseo de ser promotora de su lengua materna, el náhuatl. A través de sus años con vida, la gente la identificaba con distintos nombres como «Luciana», «Lucha» y «Juliana» hasta que se quedó con el nombre con el que pasó a la historia.
Las muralistas mexicanas que hicieron historia

En 1920, la vida de Luz Jiménez daría un giro completo al tener su primer contacto con pintores mexicanos. Fermín Revueltas, Fernando Leal y Ramón Alva fueron parte de sus acercamientos tras ganar el concurso “Doncella de la primavera”donde lograron convencerla de que modelara para ellos. Tiempo después, su profesionalismo nato, la llevó a la escuela al aire libre de Coyoacán donde conoció a José Clemente Orozco, Diego Rivera y al francés Jean Charlot.
Los murales como “La vendedora de flores”, “La mecanización del campo”, “La molendera” y “La maestra rural” de Diego Rivera, inmortalizaron a Luz Jiménez en los lienzos del artista. Participó también como modelo de la reconocida fotógrafa, Tina Modotti. Por otro lado, en los pinceles de Orozco, su imagen cobró vida en cuadros como «La Malinche«
La historia de Luz Jiménez con Rivera la llevó incluso a vivir en la casa-estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo. Además de establecer una relación de compadrazgo con Jean Charlot y su esposa Anita Brenner al hacerlos padrinos de su hija Concepción. Su figura, rostro y perfiles quedaron plasmadas en diversos murales y esculturas que representaban la identidad indígena de México, característica del muralismo.
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Pese a tener relaciones cercanas con los artistas y su papel fundamental en el arte del muralismo mexicano, Luz Jiménez nunca recibió el reconocimiento ni la remuneración justa por su trabajo. Por ello, su situación económica nunca mejoró de manera significativa. Además tuvo que soportar la crítica de su comunidad que nunca aprobó su labor como modelo, especialmente en las ocasiones en las que posó desnuda.
La imagen inconfundible de Luz Jiménez aparece en más de 50 murales, seis obras arquitectónicas y múltiples pinturas y esculturas. Una de las más emblemáticas es la “Fuente de los Cántaros” de José María Fernández Urbina, ubicada en el Parque México, y las esculturas del Monumento a Álvaro Obregón y del Monumento a la Revolución.
Cabe destacar que el legado de Luz Jiménez no sólo se reduce a su paso por el modelaje. Trabajó también como traductora y escritora con el firme propósito de preservar y enseñar su lengua madre. Colaboró con diversos lingüistas, antropólogos e historiadores lo que permitió que sus relatos y conocimientos se convirtieran en referencia para el estudio del náhuatl.
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Además de su contribución al arte, Luz Jiménez representó una figura esencial en la preservación de la cultura náhuatl. Sus conocimientos quedaron registrados en la Colección de Lenguas del Nuevo Mundo de la Universidad de Indiana y en publicaciones como la revista Estudios de Cultura Náhuatl, editada por la UNAM. Su función como traductora fue pieza clave para la documentación y la enseñanza de la lengua nahuátl.
Los días de Luz Jiménez de gloria como modelo de artistas, terminaron con una mujer, que nunca fue reconocida como merecía, vendiendo ropa en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Su muerte fue un hecho trágico ligado a su relación con los artistas; el 28 de enero de 1965, justo el día en que cumplía 68 años, murió atropellada por un automóvil cuando se dirigía a visitar a Anita Brenner. Sus restos fueron traslados al Panteón Civil de Iztapalapa.
Años después de su muerte, en 1994, se publicó su biografía en el libro “Between Worlds” dándole nombre al rostro que conformó grandes obras del muralismo mexicano. También en 2023, Google decidió dedicarle un doodle, a manera de homenaje y reconocimiento a una mujer única en el arte plástico y mural a nivel mundial.
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Stephanye Reyes
Periodista en deformación. Humana por imposición, bruja por elección. Ojos defectuosos pero talentosos. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig:bruja_amapola