bool(true) bool(false) Cuentos cortos de terror y suspenso para una tarde lluviosa
Cuentos cortos de terror y suspenso para una tarde lluviosa
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Cuentos cortos de terror y suspenso para una tarde lluviosa

A continuación te compartimos una sección de cuentos cortos de terror y suspenso, los temas son variados y van desde el terror hasta la ciencia ficción.

Son perfectos para que te relajes una tarde tomando un café o incluso para compartirlo con tus amigos o familiares en interesantes reuniones.

Se tratan de narraciones breves, creadas por uno o varios autores. Algunos pueden estar basados ya sea en hechos reales como ficticios, y el argumento en el que se estructuran es relativamente sencillo.

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Cómo hacer una nube

Juan era ateo. Estaba esculcando un baúl viejo en el mercadito dominical de su barrio. Siempre gustó de los recuerdos, de las fotografías viejas y de los juguetes antiguos. Le recordaban, según él, lo efímero de nuestra existencia.

Juan encontró un papel en buen estado, pero notoriamente viejo. Su título: “Cómo hacer una nube”. Le pareció extraño. Era una hoja de instrucciones y más o menos decía lo siguiente.

Hacer una nube es sencillo. El primer paso es esperar a que haya un día soleado y claro. A las doce del mediodía pararse en un prado despejado, voltear hacia el cielo y alzar los brazos a 75 grados. Señalar con el dedo índice de la mano izquierda por más o menos cinco minutos (dependerá de las capacidades individuales) con la mayor concentración y condensación posible. Una vez que se empiece a formar la nube, hacer una línea recta de no más de 25 metros y esponjar al gusto.

Le pareció gracioso y un poco ridículo, cómo hacer una nube, se dijo así mismo mientras reía. Aún así, decidió comprar el ” instructivo”, pues pensó que era un buen elemento kitch para su colección. Le costó quince pesos.

Días después recordó el papel y pensó que sería divertido intentarlo. Lo buscó y lo releyó. Esta vez encontró algo que no recordaba haber visto: Acotación: Recuerda que no estás jugando a ser Dios. Te volverás Dios.

¿Cómo no había visto eso antes? Le pareció un poco muy intenso para ser un juego infantil. Se rió más. Pensó que era una tontería intentar hacerlo y pretendió seguir con su día a día pero, sorprendentemente para él, no pudo. Te volverás Dios se quedó grabado en su cabeza. Te volverás Dios le causó mucha curiosidad.

Al despertarse el día siguiente, vio que era un día soleado y claro. El reloj marcaba las diez de la mañana, el tiempo necesario para que se trasladara al prado despejado más cercano. Así lo hizo. Volteó hacia el cielo y alzó los brazos a más o menos 75 grados. Señaló con su dedo índice de la mano izquierda con la mayor concentración y condensación posible. Pasaron tres minutos y nada ocurría. Se sintió ligeramente estúpido por intentar hacer una nube.

A los cuatro minutos y cincuenta y cuatro segundos, una pequeña nube se empezó a formar. Juan quedó pasmado. Hizo una línea recta de dieciocho metros y empezó a esponjar la nube. Le quedó fea. Es mi primera nube, pensó. Hizo una y dos más, hasta tal vez tres más. Cada nube nueva era mejor que la anterior. La última, más o menos la séptima, le quedó perfecta: pachoncita, blanca y grande. No estaba jugando a ser Dios, era Dios.

Sus nubes volaron alejándose de él. Sintió un vacío enorme al verlas irse. Juan empezó a desvanecerse y dejó de existir.

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Historia de Zimi el Asesino

Una niña llamada Zimi vivió en los Estados Unidos en nueva Jersey, Zimi tiene 25 años, fue genial en la Universidad. Zimi era una chica poco sociable, humilde, tranquila y casi impasible. No había emoción en su rostro, era difícil sorprenderla y asustarla. La niña no era como todo desde su nacimiento, no tenía novio y novias, le encantaba caminar por la naturaleza y, a veces, por la noche, miraba con curiosidad por las ventanas de otras casas.

La niña fue bien educada y femenina, eso es bueno. La mayoría de las veces, le encantaba usar su vestido negro favorito de longitud media, su vestido estaba cubierto con una chaqueta corta azul y Zimi tenía zapatos de tacón en sus pies.Zimi juntó su largo cabello marrón claro en dos coletas con mechones azul verdosos, era su look favorito y le encantó. La niña vivía temporalmente con sus padres y amaba mucho a una hermana menor llamada Claire, Claire a menudo pasaba tiempo con su hermana mayor. Zimi no podía vivir sin una hermana, a menudo comenzaba a sentirse triste y, a veces, estaba abrumada por malos pensamientos.

La vida de Zimi se volvió loca cuando Claire conoció a un chico pelirrojo llamado Ian y le advirtió a Zimi y sus padres que iba a salir con él. Zimi, como siempre sin Claire, tenía malos pensamientos, la hermana menor no estaba en casa todo el día y estaba ayudando a sus padres. Tarde en la noche, Claire no regresó a casa y no respondió a las llamadas, su padre estaba muy preocupado, al igual que su madre y su hermana.

Comenzó a buscarla y la encontró mutilada en la calle, luego la llevó al hospital y la niña se dio cuenta de que estaba sola otra vez, solo esperaba que su hermana estuviera bien. Al día siguiente, se informó que Claire había muerto, Zimi estaba triste, pero no se podía ver en su cara, Zimi estaba nerviosa, tenía mucha picazón en la piel nerviosa. La niña no podía hacer nada, solo podía hojear el álbum familiar y deambular por la casa. Por la tarde, la niña de la escuela técnica regresó a casa, su madre no estaba en casa y su padre estaba sentado en la cocina y bebiendo vodka.

La infeliz Zimi no se sorprendió, su padre nunca bebía, la niña tenía miedo de preguntar por su madre, Zimi se encerró en silencio en su habitación. Zimi encontró el teléfono de su difunta hermana en la cama, resulta que la hermana no levantó el teléfono cuando caminaba con Jan. La niña tomó el teléfono de su hermana, que nunca se despierta, y encontró el número del niño, después de lo cual rastreó su dirección en Internet con este número.

La chica sabía que el chico tenía la culpa de la muerte de Claire, actuó horriblemente. [U] ¿La chica está loca o no? Por la noche en el baño, la niña quería cortarse la boca con un cuchillo para que pareciera una sonrisa. La niña no sabía por qué quería hacerlo. Todo el cuerpo estaba cubierto de rasguños, todo afectó la psique. Las lágrimas corrían por las mejillas de Zimi, no podía romperse la boca, la niña logró romperse solo el lado izquierdo de la boca. La niña puso el cuchillo en su bolsillo y se lavó la cara con jugo de pepino, el rostro de Zimi se puso pálido.

La nueva Zimi se miró en el espejo con interés y se encontró con su nuevo yo con ira. La niña tomó una botella de ácido y fue a visitar a su enemigo, lo destruirá, Yang se lo merecía. La niña anhelaba vengar a Claire cambiando su apariencia para mostrar que ahora la niña no es la misma que era en el pasado. Los padres de Jan no estaban en casa, fueron a celebrar el cumpleaños del vecino. Jan se alegró de estar finalmente sola en la casa, pero fue en vano. La niña no pensó si Yang estaba sola o no, llegó a su destino golpeando la ventana. El tipo miró por la ventana y se horrorizó. La niña miró a Jan y se dio cuenta de que era él porque vio su foto en el teléfono de Claire.

La niña rompió la ventana, los fragmentos de vidrio golpearon al niño en la cara, se agarró la cara con dolor y cayó de rodillas, subió a la habitación y atacó a Jan, golpeándolo con un cuchillo en cualquier parte, el niño lloraba y no podía defenderse, la niña sujetó a la víctima sin atreverse a soltarlo, golpeó a Jan y lo golpeó hasta que se calmó.

El asesino roció al niño con ácido y le sacó los ojos, después de lo cual escribió en su frente con sangre: «Entonces deberías haber estado en la escuela». Habiéndose calmado, la niña salió por la ventana a la calle y se dirigió hacia el edificio abandonado, no se atrevía a ir a casa, ya no necesitaba la casa y los familiares. ¿Sabías que una chica ordinaria mata a una persona por su hermana? Cambiará por completo para no ser ella misma, porque no quiere ser una maníaca, se convirtió en una de todos modos.

El verano del cohete

Un minuto antes era invierno en Ohio; las puertas y las ventanas estaban cerradas, la escarcha empañaba los vidrios, el hielo adornaba los bordes de los techos, los niños esquiaban en las laderas; las mujeres, envueltas en abrigos de piel, caminaban torpemente por las calles heladas como grandes osos negros. Y de pronto, una larga ola de calor atravesó el pueblo; una marea de aire tórrido, como si alguien hubiera abierto de par en par la puerta de un horno. El calor latió entre las casas, los arbustos, los niños. El hielo se desprendió de los techos, se quebró, y empezó a fundirse. Las puertas se abrieron; las ventanas se levantaron; los niños se quitaron las ropas de lana; las mujeres se despojaron de sus disfraces de osos; la nieve se derritió, descubriendo los viejos y verdes prados del último verano. El verano del cohete.

Las palabras corrieron de boca en boca por las casas abiertas y ventiladas. El verano del cohete. El caluroso aire desértico alteró los dibujos de la escarcha en los vidrios, borrando la obra de arte. Esquíes y trineos fueron de pronto inútiles. La nieve, que venía de los cielos helados, llegaba al suelo como una lluvia cálida. El verano del cohete. La gente se asomaba a los porches húmedos y observaba el cielo, cada vez más rojo. El cohete, instalado en su plataforma, lanzaba rosadas nubes de fuego y calor, de pie en la fría mañana de invierno, engendraba el estío con el aliento de sus poderosos escapes. El cohete creaba el buen tiempo, y durante unos instantes fue verano en la tierra.

Mi otro yo

Era una mañana normal, yo estaba en mi cama pero sabía que algo no iba bien. Ella estaba allí. No sé quién era, pero se parecía a mí. No sólo se parecía a mí, sino que hablaba como yo.

Le pregunté su nombre, aunque ya sabía la respuesta, y dijo el mío. Se estaba preparando para ir a la escuela con mis cosas, y le pregunté que qué hacía. Me contestó que mí tiempo se había acabado, que era hora de que me retirase y ella tomara mi lugar.

Dijo que si no me portaba bien mi padre me llevaría al taller, no sabía que era el taller pero no me quedaría para averiguarlo.

Salí corriendo de la habitación y bajé las escaleras corriendo. Mi padre me llamó, pero tenía voz de enfadado, así que seguí corriendo saliendo por la puerta trasera y adentrándome en el bosque.

No sé cuánto tiempo estuve corriendo, pero no paré hasta que sentí que la zona en la que me encontraba no era conocida. Me senté debajo de un árbol a pensar en lo ocurrido. No entendía nada, quién era la otra chica, por qué se parecía a mí y por qué iba a ocupar mi lugar.

Oí unos pasos cerca de mí y me volví, y allí estaba mi padre con su mueca y cara de enfado. Dijo que sabía dónde encontrarme ¿cómo lo sabía? Yo nunca había estado aquí. Algo hizo que se me nublara la vista y perdí el conocimiento.

Me desperté en mi cama, era por la mañana de nuevo, todo había sido un mal sueño. Llamé a mi madre para contarle mi pesadilla y que ella me calmara, siempre lo hacía. Cuando se lo conté, con voz dulce me dijo que no pasaba nada, pero que mejor me portase bien o mi padre me volvería a llevar al taller.

El virus

Hace tiempo que la tierra ya no es el paraíso terrenal que fue en su tiempo. La sobreexplotación de los recursos ha llevado la vida humana a una situación límite.

La contaminación de las aguas, por parte de las industrias de todo el mundo han hecho que enfermemos. La población se ha visto diezmada, pero lo políticos siguen manteniendo que todo sigue bien.

La gente se amontona en las calles pidiendo alimento y agua, pero nadie consigue nada para llevarse a la boca. El primer mundo ha pasado a convertirse en una cloaca, así que no quiero imaginarme esos países que dejamos a la mano de Dios mientras explotábamos sus recursos.

Hace un tiempo que los hospitales deberían estar llenos pero, sin embargo, los médicos parecen calmados y tranquilos. Hay algo que aquí no marcha bien, algo está pasando.

Pasan los días y empiezan a suceder cosas extrañas, ya no se oye a gente pidiendo en las calles, hay tranquilidad, incluso silencio. Hacía años que eso no sucedía.

Decido coger mi mascarilla radioactiva y pasear por lo que queda de bosque. Es raro, juraría que el bosque estaba más cerca, sólo veo montones de tierra a mí alrededor. Cuando me asomo a uno de ellos veo un cadáver, pero el cadáver es verde, y tiene los ojos inyectados de sangre.

Intento irme de allí lo más rápido posible, oigo unas voces detrás de mí, me giro y tienen una pistola. Intento levantar las manos para mostrar que no voy armado. Mis manos ya no son mis manos, ahora son verdes, son del mismo color que el cadáver. Uno de los uniformados se acerca a mí, ya es demasiado tarde – me dice – Adiós.       

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Martin y el extraterrestre

Cierta noche, Martin observó desde su ventana, una estela de luz que caía desde el cielo, la velocidad de la luz aumentaba cada vez más y más por lo que Martin sentía miedo y al mismo tiempo curiosidad. La luz aterrizó en un terreno abandonado a pocos metros de su casa, así es que se armó de valor y fue a investigar el origen de aquella luz tan grande y luminosa.

Encontró un gran cráter en el lugar del choque y justamente en el centro había algo en forma de disco, que sin duda era un platillo volador o una nave extraterrestre. La puerta de ésta comenzó a abrirse y el chico no tuvo tiempo ni de correr, cuando de ella salió una criatura de lo más extraña. Era de un color jade oscuro con orejas enormes que llegaban hasta el piso, medía aproximadamente 60 centímetros y tenía la piel arrugada. Martin se las arregló para reprimir un grito cuando la criatura comenzó a hablar.

– Hola, me llamo Stalisky, soy de un planeta muy lejano, mi nave se estropeo, por lo que no pude completar mi viaje a Venus y caí en este planeta.

– Yo soy Martin – dijo el chico estrechándole la mano – ¿cómo es que sabes hablar nuestro idioma?

– Nuestra raza ha aprendido las culturas e idiomas de los 25 planetas habitables que hemos encontrado por el espacio. Te agradecería mucho que me ayudaras a reparar mi nave, ya que nuestra tecnología para corregir errores no funciona en el planeta tierra.

Martin aceptó encantado, por varias semanas fue hasta el lugar en donde estaba la nave a ayudar en la reparación. Él y Stalisky se convirtieron en muy buenos amigos, y compartieron conocimientos mutuamente. Martin aprendió que no se debe juzgar a nadie ni nada por su apariencia ni por su raza, sino que debemos ayudar a todos en lo que podamos.

Cuando llegó la hora de partir, se despidieron con un abrazo y unas bellas palabras, Martin no pudo evitar que las lágrimas corrieran por su rostro al mismo tiempo que la nave de Staisky tomaba altura y se alejaba cada vez más de la tierra.

La mariposa blanca

«Había una vez en Japón un anciano cuyo nombre era el de Takahama, y que vivía desde su juventud en una pequeña casa que él mismo había construido junto a un cementerio, en lo alto de una colina. Era un hombre amado y respetado por su amabilidad y generosidad, pero los lugareños a menudo se preguntaban porqué vivía en soledad al lado del cementerio y por qué nunca se había casado.

Un día el anciano enfermó de gravedad, estando cercana ya su muerte, y su cuñada y su sobrino fueron a cuidarle en sus últimos momentos y le aseguraron que estarían junto a él todo lo que necesitara. Especialmente su sobrino, quien no se separaba del anciano.

Un día, en que la ventana de la habitación estaba abierta, se coló una pequeña mariposa blanca en el interior. El joven intentó espantarla en varias ocasiones, pero la mariposa siempre volvía al interior, y finalmente, cansado, la dejó revolotear al lado del anciano.

Tras largo rato, la mariposa abandonó la habitación y el joven, curioso por su comportamiento y maravillado por su belleza, la siguió. El pequeño ser voló hasta el cementerio que existía al lado de la casa y se dirigió a una tumba, alrededor de la cual revolotearía hasta desaparecer. Aunque la tumba era muy antigua, estaba limpia y cuidada, rodeada de flores blancas frescas. Tras la desaparición de la mariposa, el joven sobrino volvió a la casa con su tío, para descubrir que este había muerto.

El joven corrió a contarle a su madre lo sucedido, incluyendo el extraño comportamiento de la mariposa, ante lo que la mujer sonrió y le contó al joven el motivo por el que el anciano Takahana había pasado su vida allí.

En su juventud, Takahana conoció y se enamoró de una joven llamada Akiko, con la cual iba a casarse. Sin embargo, pocos días antes del enlace la joven falleció. Ello sumió a Takahama en la tristeza, de la que conseguiría recuperarse. Pero sin embargo decidió que nunca se casaría, y fue entonces cuando construyó la casa al lado del cementerio con el fin de poder visitar y cuidar todos los días la tumba de su amada.

El joven reflexionó y entendió quién era la mariposa, y que ahora su tío Takahama se había reunido al fin con su amada Akiko».

Un hermoso cuento de origen japonés que nos habla sobre el amor, concretamente de un amor capaz de trascender el tiempo e incluso la muerte. Un amor eterno.

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El ciervo escondido

«Había una vez un leñador de Cheng que encontró un ciervo en un campo, al cual mató y posteriormente enterró con hojas y ramas para evitar que otros descubrieran la pieza. Pero al poco tiempo, el leñador se olvidó del lugar donde había ocultado el animal y llegó a creer que en realidad todo el asunto había sido un sueño.

Poco después empezaría a contar su supuesto sueño, a lo que uno de los que lo escuchó reaccionó intentando buscar el ciervo. Tras encontrarlo, se lo llevó a su casa y le comentó a su mujer la situación, la cual le indicó que tal vez sería él quien había soñado la conversación con el leñador, pese a que al haber encontrado el animal el sueño sería real. A esto, su esposo contestó que independientemente de si el sueño fuera suyo o del leñador, no había necesidad de saberlo.

Pero esa misma noche el leñador que cazó al animal soñó (este vez de verdad) con el lugar donde había escondido el cadáver y con la persona que lo había encontrado. Por la mañana fue a casa del descubridor del cuerpo del animal, tras lo que ambos hombres discutieron respecto a quién pertenecía la pieza. Esta discusión se intentaría zanjar con la ayuda de un juez, el cual repuso que por un lado el leñador había matado a un ciervo en lo que creía un sueño y posteriormente consideró que su segundo sueño era una verdad, mientras que el otro encontró dicho ciervo aunque su esposa consideraba que era él quien soñó haberlo encontrado en base a la historia del primero.

La conclusión era que realmente nadie había matado al animal, y se dictó que el caso se resolviera mediante la repartición del animal entre los dos hombres. Posteriormente, esta historia llegaría al rey de Cheng, quien terminaría por preguntarse si realmente no sería el juez quien había soñado haber repartido al ciervo».

El cuento de “El ciervo escondido” es un cuento popular chino que nos narra una historia basada en la diferenciación entre sueño y realidad y lo difícil que en ocasiones puede ser realizarla. Es uno de los cuentos cortos para adultos que nos habla sobre la posibilidad de que podamos vivir en varios planos de existencia.

El fantasma provechoso

«Había una vez un caballero que poseía una casa muy muy vieja, construida aprovechando los restos de un antiguo monasterio. El caballero decidió que quería derruirla, pero sin embargo consideraba dicha tarea implicaría demasiado esfuerzo y dinero, y empezó a pensar en alguna manera de lograr hacerlo sin que le supusiera a él ningún costo.

El hombre decidió entonces crear y empezar a difundir el rumor de que la casa estaba encantada y habitada por un fantasma. Elaboró también con sábanas un traje o disfraz blanco, junto a un artefacto explosivo que generara una llamarada y dejara tras de sí olor a azufre. Tras contar el rumor a varias personas, entre ellas algunos incrédulos, les convenció de que acudieran a su casa. Allí activó el ingenio, provocando que los vecinos se asustaran y creyeren que el rumor era cierto. Poco a poco más y más gente iría viendo a dicho ente espectral, y el rumor fue creciendo y extendiéndose entre los lugareños.

Tras ello, el caballero extendió también el rumor de que el motivo de que el fantasma estuviera allí podría ser el hecho de que hubiese en la casa un tesoro escondido, así que en poco tiempo empezó a excavar para encontrarlo. A pesar de que no lo hacía, los vecinos empezaron también a creer que sí podía haber algún tesoro en el lugar. Y un día, algunos vecinos le preguntaron si podían ayudarle a excavar, a cambio de que pudieran coger el tesoro.

El propietario de la casa respondió que no sería justo que le tirasen la casa abajo y se llevaran el tesoro, pero magnánimamente les ofreció que si excavaban y retiraban los escombros que su acción generase y en el proceso encontraban el tesoro, él aceptaría que se llevaran la mitad. Los vecinos aceptaron y se pusieron a trabajar.

Al poco tiempo el fantasma desapareció, pero de cara a motivarles el caballero dispuso veintisiete monedas de oro en un agujero de la chimenea que después tapió. Cuando los vecinos lo encontraron, les ofreció quedárselo todo siempre y cuando el resto que hallaran lo repartieran. Ello motivó aún más a los vecinos, que ante la esperanza de encontrar más fueron excavando hasta los cimientos. De hecho, sí encontraron algunos objetos de valor del antiguo monasterio, algo que los espoleó aún más. Al final, la casa fue derruida por entero y los escombros retirados, cumpliendo el caballero con su deseo y empleando para ello apenas un poco de ingenio».

Este cuento fue creado por el escritor de Robinson Crusoe, Daniel Defoe, y nos narra una historia en que podemos ver el valor de la inteligencia y la astucia, así como el hecho de que ser codiciosos nos puede llevar a ser manipulados y utilizados sin que siquiera nos demos cuenta.

El espejo chino

«Había una vez un campesino chino, el cual iba a ir a la ciudad a vender la cosecha de arroz en la que él y su esposa habían estado trabajando. Su mujer le pidió que, aprovechando el viaje, no se olvidase de traerle un peine.

El hombre llegó a la ciudad y una vez allí vendió la cosecha. Tras hacerlo, se encontró y reunió con varios compañeros y se pusieron a beber y a celebrar lo conseguido. Después de ello, y aún un poco desorientado, el campesino recordó que su esposa le había pedido que le trajera algo. Sin embargo no recordaba el qué, con lo que acudió a una tienda y compró el producto que más le llamó la atención. Se trataba de un espejo, con el cual regresó a su hogar. Tras dárselo a su esposa, se marchó de nuevo a trabajar en el campo.

La joven esposa se miró en el espejo, y repentinamente empezó a llorar. La madre de esta le preguntó el por qué de tal reacción, a lo que su hija le pasó el espejo y le respondió que la causa de sus lágrimas era que su marido había traído consigo otra mujer, joven y hermosa. La madre de esta miró también el espejo, y tras hacerlo le respondió a su hija que no tenía de qué preocuparse, dado que se trataba de una vieja».

Un cuento de origen chino, de autor anónimo. Se trata de una narración muy breve que tiene diferentes posibles interpretaciones, pero que entre otras cosas nos habla de cómo nos vemos nosotros mismos reflejados en el mundo, y la diferencia entre cómo nos creemos que somos y cómo somos en realidad, a menudo subestimándonos o sobrevalorándonos.

Para entender el cuento es necesario tener en consideración que ninguno de los personajes se había visto jamás reflejado en un espejo, no sabiendo qué es lo que ve realmente. Así, la esposa no es capaz de comprender que la joven hermosa que ve es ella misma, mientras que la madre tampoco ve que la anciana que ve es ella. También se observa que mientras la primera se preocupa por qué considera que lo que ve en el reflejo es más hermoso que ella misma, la segunda lo minusvalora críticamente, prácticamente burlándose de su propia imagen.

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Cinthia Flores

Fotógrafa y reportera.