Leyendas urbanas y espeluznantes relatos franceses
CULTURA

Leyendas urbanas y espeluznantes relatos franceses

Las regiones de Francia están llenas de leyendas urbanas y cada rincón de la ciudad del amor cuenta con historias muy tenebrosas. Te compartimos siete de los relatos más populares que tienen su origen en el antiguo país francés. Varios de los títulos han inspirado novelas, cuentos, películas, música e incluso obras de teatro como lo es El fantasma de la Ópera.

Atrévete a conocer más allá de la cultura francesa con estas historias, pues recordemos que para ver el lado más real de una sociedad es necesario palpar algo de su pasado. Y qué mejor si tienen que ver con el terror, su mitología y sus creencias.

ESCALOFRIANTES CUENTOS DE TERROR JAPONESES

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El fantasma de la ópera

En el año 1873, un joven pianista llamado Ernest acabó desfigurado luego del incendio del Conservatorio de Música en el que él participaba.

Su prometida, que era una bailarina con mucho futuro, murió en ese mismo trágico incidente.

Lleno de dolor y temeroso de lo que las gentes pensarían de su nueva apariencia, ahora desfigurada, Ernest habría buscado refugio en la bóveda  de la Ópera Garnier para vivir justo al lado del célebre depósito del lago -bajo la estructura del edificio- viendo en él un modo de protección en caso de incendio. 

El músico habría consagrado el resto de su vida a su arte y a la realización de su obra: un himno al amor y a la muerte y habría vivido en las galerías subterráneas  del metro de la Ópera Garnier hasta su muerte.

El barbero loco y el pastelero

En el siglo 15, un barbero y un pastelero aceptaron colaborar en un mórbido emprendimiento que desarrollaron en una esquina de dos calles que fueron borradas durante la construcción del Hotel Dieu de París.

Al organizarse, dividieron sus funciones: el barbero cortaría la garganta de sus clientes, desmembraría sus cuerpos y enviaría las partes directamente al cocinero, a través de una trampa que conectaría a ambos establecimientos.  El cocinero se encargaría de cocinar la carne humana para preparar tartas de diferentes tamaños y sabores. 

Así lo hicieron y cuentan que estas tartas convirtieron a la panadería/pastelería en una de las más buscadas.

El negocio les fue viento en popa hasta que sus crímenes fueron descubiertos. Ocurrió que el perro de una de las víctimas olió algo raro… y comenzó a ladrar fuertemente, lo que alertó a los vecinos. Estos acabaron descubriendo una especie de cava pestilenta, llena de los utensilios que se usaron para desmembrar los cadáveres. 

Los dos hombres no tuvieron más remedio que confesar su crimen y finalmente fueron quemados vivos dentro de jaulas de hierro. 

Sus puestos, sus negocios, fueron destruidos. Hoy, en su lugar se encuentra el garaje de los policías motorizados de la ciudad. Todo lo que quedó como vestigio de aquel teatro del horror es una piedra en el fondo que sería el resto de aquella sobre la que cortaba los cuerpos  el pastelero del horror.

Así que si ustedes van a París y quieren darse una pasada por los negocios del barbero loco y el pastelero sanguinario, solo tienen que ir hasta el número 20 de la calle Chanoinesse (antiguamente conocida como Marmousets).

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El rumor de Orleans

“El rumor d’Orléans’ comenzó a circular en mayo de 1969, en la ciudad del mismo nombre. Para muchos, una suerte de teoría de complot que se armó sobre un fondo antisemita para finalmente convertirse en una verdadera leyenda urbana.

A finales del mes de abril de 1969, Francia daba vuelta a una página de su historia con la partida de Charles De Gaulle. Se abría un período de indecisión que parece fue propicio para que surgiera este “rumor d’Orléans”, según el cual varias tiendas de ropa íntima-interior femenina propiedad de judíos organizaban el secuestro de sus clientas, gracias a trampas disimuladas en los vestidores, para entregarlas a redes de trata de personas. Hasta llegó a asegurarse que se utilizaba un submarino capaz de remontar el curso del Loire con la carga humana.

El rumor creció tanto que los servicios de policía se vieron obligados a iniciar una investigación para disipar las dudas y los ánimos amenazantes que comenzaban a formarse alrededor de las tiendas acusadas, varias de las cuales debieron cerrar.

El sociólogo Edgar Morin escribió sobre este caso de delirio e histeria colectiva. Gracias a él, el término “rumor d’Orléans” devino sinónimo de leyenda urbana y ejemplo de caso de escuela del rumor.  

Este rumor viajó por toda Francia y escapó hasta América y Corea, donde estallaron rumores similares. 

La Tarasca

Cuenta la leyenda que en el poblado de Tarascón habitaba una criatura feroz que destrozaba cultivos y descuartizaba el ganado de los pobladores de esa zona. Por ello, se decía que ese pueblo estaba condenado a la miseria.

Un día, llegó a los oídos de Tarascón que los Siervos de Dios estaba en Aix, incluyendo Marta, Magdalena y Maximino (quien posteriormente sería Obispo de la ciudad). Y sin ton ni son, se aventuraron a solicitar ayuda para derrotar a este terrible monstruo que llamaban Tarasca, gracias a la fama y milagros que giraba en torno a estos visitantes de Aix.

Marta, escuchando atenta la devastadora historia, acompañó a los emisarios a su ciudad. A su llegada, los pobladores al ver a esta delicada dama se desanimaron, ya que pensaron cómo podría una mujer sola derrotar a tan poderosa y temible criatura.

Sin embargo, pese a la decepción de los lugareños, Marta preguntó donde se encontraba el destrozador y al responderle que vivía en el bosque, se dirigió con paso firme hacia allá sin algún accesorio de defensa para desafiar y acabar con él.

Al poco tiempo, se escucharon rugidos y ruidos estrepitosos, sembrando la culpa en cada habitante de Tarascón quienes pensaban sobre cómo permitieron que esa pobre e indefensa mujer luchara sin apoyo contra aquella horripilante bestia.

Luego, los sonidos desaparecieron y fueron reemplazados por el avistamiento de Marta, quien portando una cruz en una de sus manos y en la otra la cinta de su ropaje, la cual ataba a la Tarasca completamente derrotada.

Ella, entregó a esta amenaza ya esfumada a los habitantes del pueblo, sin fuerza alguna. Por ello, desde entonces, y cada año se celebra en este pintoresco lugar una fiesta en conmemoración de aquellos fantásticos hechos que allí se vivieron.

Desde el 2005, la UNESCO declaró esta historia mítica como patrimonio oral e inmaterial de la humanidad.

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Blondel de Nesle

Esta historia narra el rescate del rey Ricardo I de Inglaterra, de manos del trovador francés llamado como muchos aseguran Juan II de Nesle quien luego cambie de nombre a Blondel de Nesle producto de que portaba una larga cabellera rubia, la cual constituyó un estilo o look debido a su fama por la escritura de conocidas melodías y por formar parte de la Cuarta Cruzada también.

La historia inicia en 1192 con la travesía infructuosa que haría el rey Corazón de León, al pretender atravesar sin riesgo la ruta desde Jerusalén hasta Inglaterra pasando por Alemania. Para ese momento, y no apoyado por el pacto de caballero que protegía a los cruzados en la ruta de países cristianos, Ricardo I fue capturado por el Archiduque Leopoldo de Austria y fue entregado al emperador Enrique VI de Alemania.

Este miembro de la realeza permaneció en cautiverio y es donde Blondel, por la gran amistad que lo une al rey, decide buscarlo sin conocer su paradero. Buscaba de castillo en castillo cantando la primera estrofa de una canción, que cuentan que fue escrita por el mismos Ricardo I. La intención de Blondel de Nesle era que al encontrarlo, él siguiera el hilo y continuaría las frases de la segunda estrofa.

Le costó mucho tiempo hallar el paradero del aristócrata, de hecho, cuando ya casi pierde la fe en hallarlo, se dirigió al último castillo de la zona, el de Durstein, y entonando la tonada su mayor sorpresa es que su canto fue correspondido.

Luego avisó que encontró al rey y para esta historia existen dos versiones de final: uno señala que Blondel lo auxilió para lograr el éxito de su huida y otro defiende la versión de que al avisar sobre el paradero del monarca toda Inglaterra se trasladó para negociar la libertad con el rescate exigido.

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El hombrecito rojo

En 1564, Catherine de Médicis ocupó su alojamiento en el Palacio del Louvre.  Aficionada a la astrología y adepta de la magia, ordenó construir una residencia real a orillas del Sena. El lugar elegido servía hasta ese entonces de guarida para los amores culpables de los monarcas y sus cortesanos.

Estaba escondido cerca de los galpones donde se hacen tejas (de ahí el nombre de Tuileries) y de un matadero en el que Jean-el-desollador ejercía su oficio de carnicero mientras observaba las discretas idas y venidas de los grandes señores, que le encomendaban la tarea de vigilar. El nombre de Tuileries quedó unido al palacio y los jardines que lo rodean.

Cuando se les pidió a todos que abandonaran el sitio, los ocupantes del terreno obedecieron, excepto este Jean, que era un cabeza dura y se negó a irse. Él exigía una honorable indemnización para establecerse en otro lugar. Como su solicitud fue rechazada, se puso furioso, lo tomó como una traición de la Corte y comenzó a hacer despertar el odio de la gente común contra “la extranjera”, que era como se llamaba de manera despectiva a la reina-madre.

Jean, que sabía mucho sobre las depravaciones de la Corte y algunos secretos vergonzosos sobre la reina madre, pensó que tendría cómo sacar partido a sus informaciones.

Pero ya Catherine de Médicis tenía un plan para él: ordenó su asesinato. Fue al Chevalier de Neuville a quien se encargó el trabajo.

Llegado el momento, el carnicero, que era corpulento, se defendió ferozmente… pero estaba desarmado. Herido de muerte, cayó de rodillas y en un respiro casi final gritó al asesino: ¡Maldito, tú y tus amos! ¡Volveré! Neuville, que lo vio tumbado en el suelo, bañado en su sangre, con los ojos abiertos pero vidriosos, lo dio por muerto.

Así que abandonó al cuerpo y se fue. Pero un poco más adelante, en un callejón oscuro y desierto, sintió una presencia hostil detrás de él. Enseguida se dio cuenta de que alguien lo estaba siguiendo y se dio vuelta. Jean, el desollador, estaba ahí, de pie, a tres pasos, inmóvil, manchado de sangre y desafiándolo con la mirada. Neuville sacó su espada y se lanzó directamente hacia él, pero la hoja solo alcanzó a perforar el vacío.

Sorprendido, decidió volver al lugar en el que asesinó a Jean, para encontrar que el cuerpo había desaparecido.

Cuando Neuville llevó el asunto a la reina, esta se burló. No le importaba la maldición de un despellejador porque ella era capaz de comunicarse con las mismísimas entidades infernales. Todo lo que hizo fue aconsejarle a su sicario que se tome un descanso.

Pero unos días más tarde, Cosme Ruggieri, su astrólogo favorito, le confesó que tuvo una aparición en un sueño. Un fantasma rodeado de una bruma roja le dijo que la reina sería expulsada de las Tullerías y moriría cerca de Saint-Germain. El espectro le dijo también que la maldición sobre Catherine de Médicis pesaría sobre los futuros ocupantes del castillo, que tendría un trágico final: terminaría envuelto en humo.

Poco después, De Médicis vio la sangrienta aparición, en pleno día, y se desmayó delante de sus cortesanos… que no vieron nada. Supersticiosa como era, acabó dejando el palacio y decidió jamás visitar ningún lugar, ninguna ciudad y ninguna persona de cerca o de lejos cuyo nombre fuera Saint-Germain.

Pero años más tarde, cuando Catherine de Médicis moría en Blois, el joven padre encargado de darle la extrema unción se llamaba Laurent… Laurent de Saint-Germain.

El “hombrecito rojo” fue visto en los tiempos de Henri IV, Louis XIV y Louis XVI. También en época de la Revolución Francesa y de Napoleón, ante quien se habría presentado para ofrecerle protección y predecir su final. Sobre el Palacio de las Tullerías: este fue quemado por la Comuna de París en 1871. 

La casa de las nieblas

En la actualidad se conoce como el Castillo de las Nieblas, pero en realidad es el Palacio Brouill. Una antigua “folie” del siglo XVIII. Ese tipo de mansiones que se compraba en aquél momento, la gente con mucho dinero, es decir, una casita de recreo… algo que parecía una locura (de ahí su nombre, porque folie , significa locura). Pues bien, este castillo fue construido para un abogado del Parlamento francés.

Cuentan las leyendas urbanas que, al principio estaba en medio de un gran parque que se extendía sobre la zona al noroeste de la colina de Montmartre, pero que al aumentar la población parisina, durante el siglo XIX, el parque fue tomado por las chabolas de los más pobres y fueron rodeando el edificio. En este lugar vivió el poeta Gérard de Nerval y sus algunas obran dan fe de este suceso. Lo que él llamó la desordenada invasión de Montmartre .

No se sabe con certeza, qué ocurrió o cuál fue la causa, pero a partir de entonces, la mansión comenzó a rodearse de una extraña e inexplicable niebla que la mantiene oculta de las miradas extrañas. Y aún hoy, es un misterio.

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Cinthia Flores

Fotógrafa y reportera.