La obra de M. C. Escher (Maurits Cornelis Escher, 1898-1972) representa una singularidad en la historia del arte del siglo XX. El artista gráfico neerlandés, a menudo clasificado como un maestro de la ilusión y la paradoja visual, trascendió las etiquetas artísticas al hacer de la geometría, la simetría y las matemáticas la columna vertebral de su estética.
Su capacidad para visualizar y plasmar mundos que desafían la lógica y las leyes de la gravedad le ha otorgado una admiración transversal, siendo igualmente reverenciado por artistas, científicos y matemáticos. La figura de M. C. Escher se alza como el puente definitivo entre el rigor científico y la abstracción estética, creando un universo en blanco y negro que todavía hoy sigue siendo objeto de estudio y fascinación.
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De Italia a la metamorfosis: La génesis del estilo de M. C. Escher
Los inicios artísticos de M. C. Escher estuvieron fuertemente influenciados por el paisaje mediterráneo. Durante sus años en Italia (1923-1935), se dedicó a crear grabados de paisajes urbanos y arquitecturas que, aunque realistas, ya insinuaban su obsesión por el orden y la estructura. Sin embargo, su verdadero punto de inflexión llegó tras dos viajes a España (1922 y 1936), donde quedó profundamente fascinado por los intrincados diseños de mosaicos y teselaciones presentes en la Alhambra de Granada.
Este descubrimiento de los patrones mudéjares, que rellenan superficies sin dejar huecos ni superposiciones, inspiró a M. C. Escher a abandonar el paisajismo y a adentrarse en sus «paisajes mentales», mundos puramente imaginarios donde la lógica geométrica prevalece sobre la realidad observada. Obras como Día y noche (1938), una xilografía que transforma pájaros volando en un patrón perfecto, marcaron esta transición fundamental en la carrera de M. C. Escher.
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La perspectiva imposible y las figuras paradójicas en M. C. Escher
A pesar de su falta de formación matemática formal –llegó a reprobar esa materia en la escuela–, M. C. Escher poseía una intuición geométrica inigualable. Sus obras más famosas exploran conceptos complejos como la perspectiva imposible, las figuras auto-referenciales y la división regular del plano. En Relatividad (1953), M. C. Escher crea una arquitectura donde tres fuentes gravitacionales coexisten en el mismo espacio, haciendo que las escaleras suban y bajen simultáneamente para diferentes observadores.
De igual forma, en Ascendiendo y descendiendo (1960), ilustra la famosa escalera de Penrose, una estructura que asciende o desciende continuamente en un ciclo infinito. Estos «juegos serios», como él los llamaba, no eran meras ilusiones ópticas; eran observaciones filosóficas y racionales sobre la naturaleza del espacio, el misterio y la contradicción en nuestro mundo, un sello distintivo de M. C. Escher.
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El dominio de la metamorfosis y el infinito
Otro de los grandes temas explorados por M. C. Escher fue el concepto de Metamorfosis, es decir, la transformación gradual y cíclica de una forma en otra. Utilizando la técnica de las teselaciones, el artista conseguía que formas geométricas abstractas se convirtieran en figuras reconocibles, como pájaros, peces o reptiles, y luego regresaran a su forma inicial en un bucle sin fin.
El ejemplo cumbre es Metamorfosis III (1967-1968), un grabado de más de siete metros que resume su obsesión por la eternidad y la continuidad, demostrando la maestría de M. C. Escher en el arte gráfico. Además, sus trabajos sobre poliedros, la cinta de Moëbius (Hormigas, 1963) y la geometría hiperbólica (Límite circular, 1958) le permitieron representar de manera artística el concepto matemático del infinito, logrando que el espacio en el papel pareciera no tener límites, lo cual atrajo el reconocimiento de matemáticos de renombre.
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El legado perdurable y la influencia de M. C. Escher
M. C. Escher fue un artista que evitó las modas de su tiempo, trabajando en un relativo aislamiento y rehusándose a unirse a movimientos artísticos. A pesar de su rechazo a ser clasificado como un artista «moderno» o «surrealista», su impacto en la cultura popular y en la ciencia es innegable. Sus diseños han influido en campos tan diversos como la arquitectura, la psicología, la cristalografía y, por supuesto, el cine (inspirando escenas en películas como Labyrinth, Inception e Interstellar).
La casa-museo Escher en El Palacio en La Haya y las constantes retrospectivas a nivel mundial testifican la perdurable fascinación por el universo de M. C. Escher. Su trabajo sigue invitando al espectador a cuestionar la percepción de la realidad y a buscar la armonía secreta que subyace a las contradicciones visibles.
Stephanye Reyes
Periodista (Carlos Septién García). Exploradora de la cultura alternativa y la disidencia. Lee mi columna para un análisis de derechos humanos e impacto social en la urbe. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig: @bruja_amapola





